El periodo de campañas siempre es un momento de reflexión, el cual nos sirve para evaluar los logros, los obstáculos superados, así como los retos y desafíos que tenemos por delante. También es un momento clave para definir la visión y la ruta por la cual transitaremos como país y sociedad para superar esos desafíos en un mundo cada vez más abierto, interconectado y, en consecuencia, corresponsable.
En este sentido, resulta muy importante reconocer que contamos con una base firme para construir el México integrado, desarrollado y en constante progreso al que aspiramos. Los logros que como país hemos alcanzado en los últimos años no son obra de la casualidad ni de factores exógenos, sino de la creatividad, el compromiso y el trabajo coordinado de actores públicos, privados y sociales en diferentes ámbitos e industrias.
Sin duda, uno de estos éxitos está en el turismo, sector en donde México se ha convertido en una potencia mundial al ocupar la sexta posición entre los países más visitados, y ha logrado capitalizarlo al convertirlo en un motor consolidado de nuestra economía, de desarrollo regional y de bienestar social, llegando a representar casi 9% del PIB y una fuente de 10 millones de empleos.
Pero además, existen otros sectores donde México también lo ha hecho muy bien. Tal es el caso del sector manufacturero, el cual representa cerca del 90% de nuestras exportaciones y que a través de las industrias automotriz, aeroespacial y electrónica, nos ha posicionado como un referente internacional.
La agroalimentaria es otro ejemplo de una industria que hoy vive su mejor momento, el aumento en la productividad del campo ha permitido que, en el agregado de productos alimenticios, seamos autosuficientes y todavía nos quede un remanente significativo para la exportación.
Pero nada de esto hubiera sido posible sin haber apostado, desde hace años, al desarrollo de nuevas empresas y tecnologías que han venido dando forma a esta Cuarta Revolución Industrial, donde la sociedad del conocimiento es la que más genera riqueza y representa una base firme para nuestra ruta hacia una economía desarrollada.
En este sentido, los países más exitosos no son lo que tienen más petróleo, más cobre o más reservas de agua, sino los que generan las mejores condiciones para crear, los que dotan de la infraestructura necesaria para obtener conocimientos y fomentan la inversión para desarrollar y exportar productos con mayor valor agregado.
Un software útil, la cura de una enfermedad o una manera innovadora de resolver un problema público vale más que toneladas de materias primas. El valor conjunto de Apple y Google, las principales empresas tecnológicas del mundo, equivale al PIB de Argentina, Colombia, Chile, Venezuela y Perú juntos.
Sin importar lo que hagamos el mundo avanza. Gran parte del éxito de aquellos países que hoy se encuentran en los primeros sitios de los índices de desarrollo humano, calidad de vida y bienestar, se explica porque en su momento, supieron aprovechar sus fortalezas, innovar e integrarse de forma activa con los demás actores y naciones.
El que países como Suecia o Noruega hoy encabecen estos rankings no se debe a que hayan seguido un modelo económico en particular, concepto hoy tan de moda en el debate político, sino al conjunto de capacidades y habilidades de su población, libertad y flexibilidad económica, una participación corresponsable de sus agentes, y la guía y administración eficiente y eficaz de sus gobiernos.
Hoy en México nos encontramos en una coyuntura que trasciende de lo político y electoral. Está en nosotros decidir si avanzamos o nos quedamos atrás. Si nos integramos a una visión compartida de progreso que permita el desarrollo individual y comunitario, o si optamos por deambular en busca de un pasado glorioso que nunca existió.
Sólo abrazando los cambios que se reflejan en las nuevas necesidades de capital humano, de desarrollo tecnológico y cooperación multilateral, y que nos han llevado al éxito en distintos sectores, lograremos sacar del atraso a las regiones aún marginadas y salir adelante de los muchos retos que aun enfrentamos.
Se engaña quien crea que la solución consiste en cambiar un modelo por otro, tampoco es cuestión de voluntarismo o de liderazgos unipersonales, sino de construir un camino compartido que incluya a todos los sectores, con libertad y certeza económica que permita generar empleos de calidad, y que garantice la seguridad y convivencia pacífica a través de un Estado de Derecho eficaz.