En campañas presidenciales siempre existen propuestas de distintos candidatos que buscan modificar lo que consideran que no funciona o se hizo de manera incorrecta. Proponer vías diferentes a lo que se ha venido realizando para alcanzar un mejor desarrollo de México es válido y puede ser enriquecedor.

El país se encuentra en un periodo en el que el poder omnímodo no reside ya en la figura presidencial. Se ha avanzado hacia un equilibrio de poderes y de marcaje riguroso a las medidas que adopta el gobierno en turno.

Hay organismos que en los últimos años fueron creados con el objetivo específico de ser “guardianes” de sectores clave sin que alguna otra autoridad pueda influir en sus decisiones. Así, la Comisión Nacional de Derechos Humanos, el Instituto Federal de Telecomunicaciones o la Comisión Federal de Competencia Económica son un contrapeso para evitar abusos gubernamentales o de consorcios privados.

En la organización de elecciones, interviene únicamente el Instituto Nacional Electoral. En la recolección de datos económicos y sociales del país, el Inegi no consulta a dependencias oficiales.

Otro más, aunque no menos importante, es el Banco de México, que vela por “mantener un entorno de inflación baja y estable”. Todos tienen carácter autónomo, al momento de realizar sus funciones y en su administración.

La autonomía que les confiere la Constitución otorga herramientas para un correcto desempeño en beneficio del país, ajeno a los vaivenes de la política que puedan presentarse. En entrevista que hoy publica EL UNIVERSAL, el Banco de México, en voz de su gobernador, lo tiene claro: lo principal es cumplir el objetivo que le impone la Constitución, alejado de ciclos políticos.

Ese es el mayor reto y al mismo tiempo uno de sus principales valores: su actuación al margen de gobiernos o presiones políticas. No deben entenderse como camisa de fuerza para gobernantes, sino como garantes de legalidad en áreas estratégicas del país.

Junto con la supervisión de organismos internacionales, no hay mejor dique ante los eventuales excesos de gobiernos futuros que la consolidación de los entes autónomos. Cada uno de los organismos, hasta ahora, carga con una imagen e identidad resultado de sus acciones; una evaluación somera los avalaría. Tienen un rol es decisivo en la buena marcha nacional y ejercer su independencia es la mejor forma de demostrarlo.

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