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En cuatro días las campañas electorales habrán llegado a medio camino. Por supuesto era previsible que en esta disputa por el poder y por distintos proyectos de nación se registraran ataques y fuertes críticas entre los cinco aspirantes a la Presidencia de la República, sin embargo la polarización y la violencia verbal que se reproduce tanto en la arena política como entre usuarios de las redes sociales está llegando a límites no previstos.
A veces es de manera directa, en otras bajo el recurso del humor negro, pero el mensaje que se envía es de odio, de intolerancia y de no aceptar que la persona de al lado puede pensar de manera diferente a la nuestra.
En estas páginas y en distintos medios varias voces se han alzado para advertir de los riesgos. El lunes pasado, por ejemplo, Carlos Loret de Mola, en su habitual colaboración para EL UNIVERSAL, expuso la necesidad de un pacto contra la violencia verbal en el cual deberían comprometerse, de entrada, los candidatos con el fin de contener a sus simpatizantes y de que se repruebe a quien la ejerza. Desde su perspectiva, “la violencia verbal está fuera de control y se toma a la ligera, sin medir que se traduce fácilmente violencia física, desde agresiones hasta asesinatos”.
Hoy Gabriel Guerra señala en su artículo que en un país sacudido por la violencia, por el encono y la división es una obligación reconocer que las palabras sí tienen consecuencias, y lo que para unos pueda parecer una gracejada, para otros puede ser un exhorto a actos violentos.
En el actual proceso electoral se ha presentado el asesinato de varios candidatos a cargos locales. Ayer fue encontrado muerto en su vehículo el aspirante del PRI a diputado local por el Distrito 17 de Guerrero. Con ese hecho ya son 12 los candidatos asesinados en la entidad, y 18 si se suman hechos similares en otros estados. Aunque hasta ahora no se puede asegurar que estén relacionados con la violencia verbal, no es necesario esperar a que ocurran.
Los ataques verbales se producen tanto en un bando como en otro. En estas confrontaciones incluso el sector empresarial ha tomado parte con al menos un par de desplegados en la prensa nacional para fijar una postura en torno a la necesidad de un diálogo respetuoso.
Si desde ahora no se adoptan actitudes de mesura y se hacen llamados a la contención verbal, cualquiera de los aspirantes que resulte triunfador tendrá frente a sí un panorama de encono y choque. México debe llegar unido, no dividido al 2 de julio. Para eso se requiere actuar en este momento, aún es tiempo.
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