Las noticias sobre ejecuciones y asesinatos en la capital del país se han convertido en una situación lamentablemente cotidiana. En 2017 los homicidios dolosos alcanzaron su nivel más alto desde que hay registros; en 70% de los casos se utilizaron armas de fuego. El año pasado se registraron, en promedio, tres al día. Venustiano Carranza, Cuauhtémoc y Gustavo A. Madero concentraron la mayoría de los mil 48 crímenes registrados en 2017.

En el inicio de este 2018 la situación no ha variado gran cosa. Apenas la semana pasada se conocieron escenas de una cuádruple ejecución en calles de Iztapalapa. La noche del sábado dispararon también contra seis personas que se encontraban en una fiesta en Gustavo A. Madero, cuatro murieron.

En el incremento de ese delito los elementos policiacos también se han convertido en blanco de criminales. EL UNIVERSAL informa este martes que en lo que va del año 10 agentes policiacos perdieron la vida, por disparo de arma de fuego, en cumplimiento de su deber. Dos de los efectivos fueron ultimados este fin de semana.

El caso más reciente ocurrió el domingo ante decenas de personas, en un lugar sumamente visitado y a la luz del día. Era un elemento femenil que hacía un rondín en uno de los pasillos de la Central de Abasto. Las imágenes muestran que no se percató ni pudo defenderse, estaba de espaldas cuando un grupo de asaltantes, que salía de un establecimiento que habían saqueado, se la encontraron y le dispararon.

La ola delictiva obliga a varias preguntas, pero entre ellas a cuestionar el mercado negro de armas. ¿Cómo llegan esos artefactos a la delincuencia? Poco se sabe de los flujos ilegales, pero es un hecho que están sirviendo para llenar de sangre las calles. Cortarlos se vuelve imperativo.

Algo más: si la delincuencia está haciendo uso de ese tipo de fuerza, es porque sabe que son pocos los que pueden recibir una sentencia por cualquier delito. Los índices de impunidad a nivel nacional rebasan el 90%.

En la Ciudad de México los hechos delictivos se presentan prácticamente en todos los rumbos y golpean tanto a zonas populares como zonas de alto poder adquisitivo. En la contención los policías son el primer frente (el resto serían labores de inteligencia, prevención, etc.), la capacitación y equipamiento se vuelve indispensable para ellos, tanto en la capital como en estados y municipios del país. A lo anterior se deben sumar salarios y prestaciones dignos para que los agentes no estén a merced de la disyuntiva que usualmente plantean los grupos delictivos: plata o plomo.

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