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En época electoral corren ríos de recursos. Muchos como parte de las campañas y un tanto igual fuera de ellas, pero con el mismo objetivo: conquistar al elector; no convencerlo con ideas o propuestas, sino con obsequios o dádivas. La trama al final de los procesos electorales es conocida: se presentan quejas contra autoridades o partidos que incurrieron en la entrega de dinero o productos durante época de campañas; algunos casos prosperan y al final se aplica una sanción económica. En el siguiente periodo de comicios se repite la historia.
Esta vez no será diferente. EL UNIVERSAL presenta hoy datos que revelan que los delegados en la capital del país destinarán para “acciones institucionales” en este año electoral 726 millones de pesos.
Esas “acciones” consisten en el reparto de obsequios como dinero, calzado, útiles escolares, tinacos, tabletas, mejoras en unidades habitacionales y hasta la creación de redes de promotores de programas sociales. Casi dos terceras partes de esos recursos los ejercerán las delegaciones Coyoacán e Iztapalapa, gobernadas por el PRD. La tercera delegación con mayor gasto de ese tipo será Cuajimalpa (PRI). Detrás quedan las delegaciones Venustiano Carranza (PRD) y Tlalpan (Morena).
Este tipo de conductas reflejan, por un lado, la errada idea que prevalece en amplios sectores de la población de que las autoridades tienen la obligación de entregarles regalos si desean contar con su voto. Por el otro, la falta de cultura política, lo que permitiría a la ciudadanía conocer que no es obligación de autoridades entregar obsequios, sino tomar acciones para elevar el nivel de vida de sus gobernados: servicios públicos de calidad, seguridad, acceso a servicios de salud y ejercer el gasto con transparencia, entre otros temas.
Expertos advierten del riesgo que representan esas operaciones, pues los criterios los fija la demarcación, el uso de recursos es discrecional y no hay organismo autónomo que vigile.
Esa práctica quedará superada en el momento que la gente rechace los obsequios e incluso castigue en la urna al partido que los realiza y, en cambio, empiece a organizarse en su calle, colonia o comunidad para exigir a sus gobernantes un desempeño honesto y comprometido en sus cargos.
No es honesto que las delegaciones —en el caso específico de la Ciudad de México— se acerquen a la población únicamente en tiempos electorales. La atención a los gobernados y la creación de condiciones para un nivel de vida óptimo debe ser un ejercicio cotidiano.
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