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Una civilización está llamada al desarrollo cuando cada uno de sus miembros tiene la oportunidad de potenciar sus capacidades en las mejores condiciones posibles. Por el contrario, cuando la cultura, las instituciones, las premisas del comportamiento social condicionan la libertad de los individuos, el problema es permanente; más aún si no se enfrenta con el ánimo de lograr transformaciones de gran calado.
La reflexión sobre el papel de las mujeres en nuestro país sigue pendiente, mientras continúa el maltrato en diversas regiones que incluso ha llevado a miles de ellas a la muerte. Pero no solo eso: de acuerdo a la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2016, a más de dos millones y medio de mujeres estudiantes de 15 años o más se les ha dicho que ellas no deberían estudiar. Se trata de una afirmación inadmisible en un país que busca desterrar la violencia a todos niveles.
La población femenina en México representa el 51.4%, una ligera mayoría respecto a los hombres. Las mujeres en edad de trabajar, de 20 a 59 años, son cerca de una tercera parte de la Población Económicamente Activa (PEA), de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Según esta fuente, al 2015, el 29% de los hogares mexicanos son encabezados por una mujer.
Con esta evidencia, no tiene sentido demeritar —mucho menos negar— el acceso de las mujeres a las oportunidades educativas. Limitar el potencial de la mujer en el país es paralizar a la mitad de la población y a una parte fundamental del sector productivo. La presencia de las mujeres en el espacio público, en las industrias, en la sociedad es innegable, por lo que también se requiere que estén preparadas académicamente.
Los tiempos han cambiado de forma paulatina desde hace décadas: hoy las mujeres tienen un papel más relevante que el que antes se les asignaba en la cultura popular. A pesar de que algunas costumbres regionales todavía busquen someterlas a los caprichos del machismo, lo cierto es que la relevancia de las mujeres en la vida pública de México no solo se hace necesaria e irreversible, sino que requiere ser promovida con más intensidad.