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En los años más intensos de la llamada guerra contra las drogas, el sexenio pasado, la capital del país fue considerada un oasis en medio de la violencia cotidiana que vivían amplias regiones de México. Se presumía la posibilidad de caminar a altas horas de la noche por la mayoría de las principales calles sin temor a sufrir algún incidente relacionado con la inseguridad.
Actualmente la ciudad aún es un referente en materia de seguridad para otras capitales estatales, pero las cifras dan cuenta de una mayor incidencia delictiva.
Son varios los casos de asaltos a comensales en restaurantes y cafés, en zonas que por mucho tiempo eran consideradas seguras. Las páginas de nota roja reportan un día sí y otro también homicidios de personas que se encontraban en la calle y que fueron asesinadas por sujetos que disparan desde algún vehículo en movimiento, al más puro estilo del concepto de “ejecución” que conocemos desde hace varios años.
Semanas atrás, calles de la delegación Tláhuac fueron copadas por elementos federales y de la Marina en un operativo para capturar al dirigente de un grupo criminal que controlaba la distribución y venta de droga en gran parte de la ciudad. A todo lo anterior se suma el dato que hoy presenta EL UNIVERSAL: en dos años creció más de 50% el número de puntos de narcomenudeo ubicados por la autoridad. En 2015 la Secretaría de Seguridad Pública tenía conocimiento de 13 mil sitios de venta y para enero de este año se contabilizaron 20 mil. No hay delegación exenta de la venta de droga.
En muchos de los casos, los vecinos conocen los lugares exactos, menos la autoridad, y eso lleva a una de las posibles causas del incremento: la omisión de quienes tienen la obligación de combatir el fenómeno. Un problema así no tiene que minimizarse o eludirse. Si en la ciudad no existen cárteles —como pregonan funcionarios— ¿de qué manera se distribuye la droga en 20 mil puntos todo los días? Debe existir un grupo —o dos o tres— que controlan el ilícito.
Especialistas advierten que niños y jóvenes son quienes corren el mayor peligro, pues son vistos como potenciales nuevos consumidores.