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Una de las deudas históricas que tiene el país es la de resarcir el poder adquisitivo del salario mínimo. Aunque cada vez son menos las personas que lo reciben, al primer trimestre de este año había 8.6 millones de personas que era su único ingreso. Por décadas su depreciación ha sido prácticamente una constante debido a las crisis económicas por las que atravesaron los distintos gobiernos.
Durante mucho tiempo se argumentó que no podía darse un incremento mayor a la inflación porque desencadenaría aumentos en otros rubros, ya que diversos conceptos (multas, tarifas públicas, por ejemplo) se medían en “salarios mínimos”. El cambio a la ley liberó al ingreso de esa carga y comenzaron a darse “montos independientes de recuperación”, con los cuales se pretende revertir el rezago.
Ahora, el virtual presidente electo Andrés Manuel López Obrador ha propuesto incrementar 15% cada año el salario mínimo con el fin de que cumpla el mandato constitucional de “satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia, en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos”. Actualmente los 88 pesos diarios del salario mínimo se encuentran por debajo del límite de bienestar personal inferior que marca el Coneval, instancia encargada de evaluar la política social y de medir los índices de pobreza.
Entre los empresarios hay un sector importante que aboga por elevar el salario y que descarta que tenga consecuencias inflacionarias. Expertos argumentan también que cuando México contaba con sueldos de mayor poder adquisitivo la inflación no se incrementó.
El proyecto económico del próximo gobierno señala que además de reducir la pobreza y la desigualdad, un mayor ingreso incrementaría el consumo en el mediano y largo plazos.
Esa medida, sin embargo, podría ser insuficiente si no va acompañada con acciones para reducir la informalidad, pues de acuerdo con el Inegi sólo 9% de quienes ganan hasta un salario mínimo se encuentran empleados en el sector formal de la economía.
Un aumento al salario muy por arriba de la inflación anual, producto de una decisión consensuada entre gobierno y empresarios, será un alivio para millones de familias, pero un incremento sin analizar pros y contras podría causar daño en pequeñas y medianas empresas, así como frenar la creación de empleos.
México es un país desigual, en el cual la distancia entre salarios de la alta burocracia y los menos privilegiados es abismal, lo que gana un secretario de Estado en un mes, un obrero lo recibiría en más de cinco años de trabajo.
Igualar el salario mínimo a la línea mínima de bienestar sería apenas un pequeño paso, pero un buen comienzo.
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