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Uno de los casos más conocidos fue el de una menor de 11 años, víctima de abuso sexual y luego asesinada, los hechos ocurrieron a bordo del transporte público. Otro fue el de una doctora, de 29 años, encontrada muerta a la orilla de una carretera. Uno más, pero no el último, es el de la joven en Puebla presuntamente asesinada por el conductor de un taxi. Antes fue Lesvy. Hace una semana Anayetzin. En la opinión pública está ahora el caso de Victoria. Y a esos hechos pueden sumarse varios más.
La característica que permea en esas historias es que la situación apunta a que sus muertes fueron causadas por un hombre que utilizó su fuerza contra ellas por el hecho de ser mujeres. La mujer mexicana, en general, se encuentra en un estado de indefensión. Los feminicidios continúan a pesar de la indignación masiva que sigue a cada uno. ¿Hasta cuándo habrá resultados de la autoridad para contener ese tipo de asesinatos?
En 24 meses, de enero de 2015 a diciembre de 2016 se registraron 2 mil 83 homicidios contra mujeres, uno cada 8 horas, en promedio. De ellos sólo 25% ha sido tipificado como feminicidio. Este concepto se introdujo en los códigos penales hace menos de una década con el fin de establecer garantías de protección a los derechos de las mujeres y para definirlo específicamente como una muerte producto de la violencia y odio contra la mujer, por su condición de género.
Como consecuencia de lo anterior, las encuestas del Instituto Nacional de Estadística y Geografía reportan un dato interesante, pero no sorprendente: la inseguridad en el país no se vive igual. En unas ciudades se percibe más que en otras, y la mujer se siente más insegura que un hombre.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, en septiembre la percepción de inseguridad en el país fue de 76%, cuatro puntos más en comparación el mismo mes de 2016. En mujeres la percepción de inseguridad es de 80.3% frente a 71.1% de hombres.
Por temor a ser considerados estados con elevados índices de feminicidios, hay resistencia en gobiernos locales para declarar la alerta de género en sus entidades, un mecanismo que involucra a varias instancias con el fin de tomar acciones en conjunto y revertir la tendencia.
Luego de conocerse casos de acoso sexual, trata, violencia familiar y, por supuesto, feminicidios valdría la pena pensar en declarar una alerta de género nacional. Actos misóginos y el machismo deben reducirse al mínimo como resultado de acciones concertadas entre diversos sectores. ¿O hay que esperar a que sigan aumentando los casos?