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Los días pasan y los meses se acortan, cada vez nos acercamos más a la fecha fatal en la que el Reino Unido abandonará la Unión Europea; un suceso que debe importarle a todas las naciones por las consecuencias económicas, las modificaciones políticas y la reestructura geopolítica que sufrirá el mundo.
Conforme más nos acercamos a esa fecha, las consecuencias del Brexit parecen ser mayores de lo que se esperaba. En un inicio se pensó que el divorcio sería pacífico y sin reclamos entre las partes. Pensamos que la división y separación de bienes sería entre dos comprensivos aliados y amigos, cuando, en realidad, ha sido todo lo contrario y eso puede cambiar la historia de la Unión en un futuro muy cercano.
La Unión Europea ha comenzado a actuar como un bully que presiona a un amigo desleal y el Reino Unido busca alianzas y realiza maniobras propias de un extorsionado. Si en algún momento casi todos consideramos que era una mala idea que el Reino Unido abandonará la Unión Europea, hoy lo comienzan a pensar incluso aquellos que fueron partidarios del Brexit. La presión de la UE ha sido bastante fuerte; tanto que ha implicado la renuncia del ministro británico de Exteriores y del ministro encargado del Brexit en el Reino Unido, quienes consideraban que la primera ministra May estaba cediendo demasiado cosas ante la presión europea. Y a pesar de las cesiones, aún parece que la salida romperá aquellos lazos que históricamente se fueron construyendo entre el Reino Unido y Europa. Lazos que tomaron tiempo y mucho cuidado y que ahora corren el riesgo de desaparecer.
Al menos ese es el sabor de boca que nos dejan las declaraciones de Jeremy Hunt, el nuevo ministro británico de Exteriores, cuando hace unas semanas comentó estar muy preocupado “porque, como están las cosas, ahora nos dirigimos a un no-acuerdo por accidente, que tendría un profundo impacto en las relaciones entre el Reino Unido y los países de la UE”. En aquella ocasión agregaba que siente que hay un “riesgo real de un divorcio problemático” y que dada la inestabilidad en el mundo, él esperaría que los países que comparten los “mismos valores”, siguieran siendo “amigos” y “aliados” a pesar de elegir caminos distintos para su economía y mercado.
Sin embargo, Michel Barnier, quien es el negociador en jefe de la UE para el Brexit, con resabios de ironía y de sarcasmo, hace unos días publicó un artículo en el que sostiene que efectivamente 80% del Acuerdo de Salida ya está saldado, pero que aún quedan varios temas aún pendientes por resolver, como el estatus de los territorios ingleses en Europa (refiriéndose a las bases militares en Chipre y Gibraltar) y, la situación con la frontera con Irlanda del Norte. El tono del artículo de Barnier dejaba entrever que estos eran temas que costaría mucho esfuerzo negociar y que las diferencias serían difíciles de resolver.
Son tantas las presiones de la UE que el viceprimer ministro italiano, Matteo Salvini, le recomendó a Theresa May que no se dejará “intimidar” por Bruselas, al tiempo que Sebastian Kurz, canciller austriaco, le ha proporcionado a May una grieta de luz en el camino considerando la posibilidad de establecer negociaciones bilaterales con su país. Todo parece indicar que la labor del Reino Unido será la de fungir como el nuevo chico en el barrio. Es decir, establecer amistad con cada uno de los miembros comenzando desde cero. A esto lo está empujando Bruselas. Pero posiblemente olvidando que el Reino Unido es el importador y contribuyente a la UE de 52% de los alimentos que consume.
Parece que las negociaciones del Brexit se ven desde Bruselas como una forma de sentar un precedente para cualquier otro miembro que pretenda salirse de la Unión, mientras que algunos países miembros las ven como un laboratorio que mostrará tanto la fuerza de la Unión como las consecuencias prácticas y reales que contrae su abandono. Lo cierto es que, de seguir así, con una actitud revanchista frente al primer país que decide marcharse de la Unión, puede resultar en un quebrantamiento multilateral mayor que aquel previo a la Segunda Guerra Mundial. Donde todo, de nueva cuenta, tendrá que comenzar con acuerdos bilaterales entre las naciones; acuerdos tête à tête y pactos de apretón de manos, como si la historia nunca hubiera pasado.
Embajador de México en los Países
Bajos. Representante permanente
ante la OPAQ