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Un fragmento del Códice Tlaquiltenango de Morelos, México, que data de mediados del siglo XVI y fue descubierto a inicios del siglo XX, fue subastado hoy en Madrid por 100 mil euros, precio de salida fijado.
La casa de subastas española Alabarte celebró este martes una histórica que encabezó un cuadro inédito de Diego Velázquez, titulado “Retrato de niña”, que se remató en ocho millones de euros, y pasa a manos de un particular.
En esta jornada se incluyó el fragmento el códice mexicano, que es un manuscrito de forma irregular realizado en papel de origen no europeo, amate o similar, y tinta negra, salvo en la parte superior, donde se observan algunos restos de color.
El pasado 3 de abril la casa de subastas presentó estas piezas, y la experta en libros y manuscritos antiguos, Olga Román, explicó que se trata de un fragmento que estaba pegado en las paredes del convento de Santo Domingo de Guzmán, de Tlaquiltenango, Morelos, descubierto en 1909.
El fragmento, de 35 centímetros por 20 centímetros, presenta rasgaduras, pero permite ser ubicado entre las piezas de un códice que complementa con 132 fragmentos que tiene el Museo de Historia Natural de Nueva York, y otros seis de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia de México.
Además, otros 207 fragmentos siguen adosados al convento y se trata de un códice sobre la actividad tributaria, ya que las figuras representan las monedas, el tipo de impuestos, si es pago individual o por cada familia.
El documento, de papel amate o similar y en tinta negra, pertenece desde inicios del siglo XX a una colección privada española y fue estudiado en 2012 por el profesor de Historia de América de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), Juan José Batalla.
Los códices fueron adheridos a las paredes del convento por la orden de los franciscanos a mediados de siglo XVI, debido a un litigio con la orden de los dominicos, contrarios al cobro de tributos a los indígenas, y se cree que por eso los escondieron debajo de una capa de cal.
En 1909 los códices fueron descubiertos por el párroco Agapito M. Minos quien, con ayuda del ingeniero Mauricio de la Arena, despegó seis fragmentos del muro, que luego fueron donados a la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia de México.
En 1911 el ingeniero Juan Reyna, propietario del terreno en que se asienta el convento, desprendió con ayuda del arqueólogo estadunidense del Museo de Historia Natural de Nueva York, Herbert J. Spinden, 135 fragmentos y casi todos los vendió al museo.
nrv