Con una colección de poco más de 80 piezas arqueológicas, abrió al público el Museo de Sitio de Tehuacán, Puebla, que da cuenta de la riqueza de Tehuacán Viejo, antigua urbe de la cultura nguiwa o popoloca.

La inauguración corrió a cargo de , encargado de la Dirección General del INAH, y del gobernador de Puebla .

En el acto, del cual da cuenta el Instituto, ambos funcionarios reconocieron las más de dos décadas de trabajo encabezado por la arqueóloga Noemí Castillo Tejeda, investigadora emérita del INAH, en la puesta en valor del sitio, del cual apenas se han explorado 16 de las 126 hectáreas que lo conforman.

El gobernador recordó que un esquema similar de colaboración con el INAH se dio para la edificación del Museo de Sitio de Cantona; en esta ocasión, el gobierno estatal apoyó tanto en la construcción del espacio museístico en Tehuacán, como en la carretera de acceso al mismo.

Mientras que Diego Prieto ponderó la trascendencia de esta región como espacio geográfico fundamental en la domesticación de diversas plantas, entre ellas el maíz, lo cual también representó el embrión para el desarrollo de grupos humanos.

“Es por ello que el INAH es uno de los organismos federales que impulsa la inscripción de la Reserva Tehuacán-Cuicatlán como Patrimonio Mixto, en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO", aseguró.

El Museo de Sitio de Tehuacán, explicó, es la introducción al conocimiento de esta zona arqueológica que fue considerada el centro de culto y cabecera política más importante de la región durante el periodo Posclásico, de manera que la arquitectura de Ndachjian o Tehuacán data de alrededor de los años 1000 al 1456 d.C.

El museo, expresó, tiene un sentido educativo, social, y un potencial turístico. Sus más de 80 piezas arqueológicas permiten acceder a las formas de vida y los medios que los popolocas idearon para su subsistencia, por ejemplo, debido al clima árido construyeron un complejo sistema hidráulico para el control de agua pluvial.

El recinto se vale de cédulas, planos y animaciones 3D para abordar la planeación arquitectónica y el simbolismo religioso de la ciudad.

Entre la selección de más de 80 piezas arqueológicas —que incluye esculturas monumentales en piedra y barro, así como vasijas, figurillas y lítica—, sobresalen deidades cosmogónicas y la decoración tipo códice de las figuras.

Asimismo, la producción cerámica local y de importación, marca las rutas de comercio e intercambio de la urbe, que iban de los Valles Centrales de Oaxaca al Altiplano, y del Golfo de México a la región Puebla-Tlaxcala.

Destacan además figuras de barro denominadas “xantiles”, especialmente representativas de la región, que muestran a diferentes dioses en posición sedente y con los brazos cruzados: Xipe Tótec, Xochiquétzal, Xochipilli y Quetzalcóatl, con aplicaciones de pintura que se ha conservado hasta nuestros días.

nrv

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