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abida.ventura@eluniversal.com.mx
El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) mantendrá la cubierta de cristal templado sobre el patio principal del claustro del Ex Convento de la Merced para “proteger la cantería del impacto del medio ambiente”, a pesar de los cuestionamientos de arquitectos y defensores del patrimonio cultural que en 2013 habían logrado detener el proyecto y pedir que se revisara.
En 2012, sobre el techo del inmueble histórico ubicado en Uruguay 170, en el popular barrio de La Merced, la entonces administración del INAH, a cargo de Alfonso de Maria y Campos, aprobó colocar una estructura metálica que sostendría un techo de cristal transparente con un diseño conocido como “bóveda de pañuelo” de 80 toneladas cuyo costo de fabricación y colocación fue de 19 millones de pesos, según los contratos que se pueden consultar a través del IFAI. Esto como parte del rescate del edificio que por varios años había permanecido en el abandono y con la intención de convertirlo en el Centro Nacional de la Indumentaria y el Diseño Textil, proyecto que fue cancelado por el ex director del instituto, Sergio Raúl Arroyo.
Desde entonces, debido a las intensas críticas al proyecto museográfico y a la restauración que eliminó elementos arquitectónicos del edificio original, el recinto sigue cerrado y sin que hasta la fecha se sepa a ciencia cierta cuál será su destino definitivo.
La restauración del edificio ya concluyó, dijo el INAH a este diario, y ahora se planea la construcción de un anexo que contendrá las áreas y los servicios necesarios para la operación del inmueble como Centro de Difusión Cultural. Sin embargo, hasta el cierre de esta edición, no dio más detalles sobre ese nuevo proyecto. “Por el momento se trabaja en gabinete sobre el proyecto para el anexo”, dijo vía correo electrónico la dirección de Medios de Comunicación de la dependencia.
En una visita al sitio, desde afuera se puede ver que el espacio donde se planea construir dicho anexo actualmente funciona como estacionamiento. En ese pequeño espacio, ubicado en la parte norte del recinto, junto a la Plaza Alonso García Bravo, también se observan algunos materiales de los comerciantes de la zona.
La polémica estructura metálica sigue allí, a pesar de que miembros del recién reinstaurado Consejo Nacional de Monumentos Históricos del INAH y especialistas externos pidieron que se suspendiera su instalación, pues consideraron que su peso podría afectar al edificio del siglo XVII, además de que su altura rompía con la estética del inmueble. Según informó el INAH, el techo se mantendrá y se va a utilizar para “proteger la cantería del impacto del medio ambiente y para poder utilizar dicho espacio en actividades culturales aún en días de lluvia”.
La obra, señaló, ha sido “un proceso de recuperación ejemplar de un monumento histórico emblemático para los mexicanos y con su función cultural coadyuvará a modificar los patrones de deterioro físico y social de la zona oriente del Centro Histórico de la Ciudad de México”.
Hace tres años, miembros de dicho Consejo criticaron la restauración a cargo del arquitecto Juan Urquiaga porque eliminó tres arcos y otros elementos de la fachada. También pidieron que se suspendiera la construcción de un estacionamiento subterráneo de cuatro niveles y un edificio de seis pisos que funcionaría como un anexo de lo que sería el Centro Nacional de la Indumentaria y Diseño Textil, que albergaría una colección de textiles de la madre del entonces director del INAH, Alfonso de Maria y Campos.
No se ha consultado al Consejo. Roberto Meli Piralla, ingeniero de la UNAM e integrante del Consejo de Monumentos del INAH, comentó a EL UNIVERSAL que no se ha vuelto a tratar el caso en las reuniones que han sostenido. Indicó que la última vez que se habló de este tema se acordó que se harían cambios en el proyecto original y que se evaluaría la viabilidad de la cubierta de cristal.
Por su parte, la historiadora Elsa Hernández Pons, investigadora de la Coordinación de Monumentos Históricos del instituto desde hace 35 años, consideró que ese techo es un “adefesio” innecesario, pues el recinto ha sobrevivido sin una cubierta que lo proteja durante varios siglos. “ El edificio ha estado varios años sin un techo y no le ha pasado nada a la cantería, eso significa que la arquitectura está funcionando y no necesita un techo para su protección. Es un adefesio espantoso que rompe y afecta la visual de su arquitectura. Si fuera necesario, entonces le pondríamos una cubierta a todo los edificios históricos”, añadió.