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Los museos de la Ciudad de México resguardan entre sus muros diferentes historias, en cada uno de ellos, el visitante puede encontrar espectaculares piezas y exposiciones que versan sobre distintos temas con el propósito de rescatar la identidad las tradiciones de la ciudad, además de ofrecer propuestas artísticas de calidad.
Hasta el 22 de mayo los museos capitalinos se visten de gala para recordar que son espacios que se comprometen con la protección del patrimonio cultural y natural a través de colecciones que incluyen monumentales esculturas, murales, arte popular, objetos que pertenecieron a artistas, atuendos y armas de personajes históricos, arte clásico, virreinal, objetos decomisados al narcotráfico y obra pictórica.
Entre las “joyas” que se exhiben por temporadas en estos recintos destacan las del Museo Nacional de Antropología, que en sus 23 salas de exhibición alberga el legado arqueológico de los pueblos de Mesoamérica que da cuenta de la diversidad étnica del país.
Sus piezas más emblemáticas son la Piedra del Sol o “Calendario Azteca”, el corazón del mismo museo, una escultura elaborada en basalto de olivino de 3.60 metros de diámetro, 1.22 de espesor y un peso de 25 toneladas.
También resguarda esculturas teotihuacanas dedicadas a los dioses del agua, el tesoro de la tumba del rey Pakal, un atlante tolteca traído desde Tolla-Xococotitlan y el monolito de Tláloc que custodia la entrada del recinto desde su llegada a la Ciudad de México en abril de 1964.
Mientras que el Museo del Templo Mayor, espacio que da a conocer los hallazgos encontrados en el marco de la investigación en sitio que se hace en la zona arqueológica del Templo Mayor, acoge monolitos como la diosa Coyolxauhqui, monumental escultura discoidal, llamada la Diosa de la Luna que representa la “joya” de este espacio museístico.
Elaborada en roca volcánica de color rosado claro y un peso aproximado de ocho toneladas, la pieza estuvo colocada en la época prehispánica al pie del Templo Mayor en el lado correspondiente al adoratorio del dios Huitzilopochtli.
La Tlaltecuhtli es otro de los monolitos que custodia este museo, se trata de una deidad telúrica y nocturna del sexo femenino que porta un faldellín adornado con cráneos y huesos cruzados, además de lucir un adorno dorsal con tiras y caracoles, exclusivo de deidades femeninas.
Si se trata de obras representativas de diversas épocas, el Museo Nacional de las Culturas exhibe una excepcional colección en la que se pone en evidencia la unidad del género humano y su diversidad cultura a partir de piezas arqueológicas de América, Mesopotamia, Egipto, Israel, Grecia, Roma, así como de China, Corea y Japón.
Destaca un sepulcro egipcio cuya antigüedad es de tres mil 200 años, el único que se exhibe en México; una colección de vasijas funerarias y paletas cosméticas de siete mil años de antigüedad, así como una colección de vidrio de hace dos mil años procedente de Israel, del periodo en que fue provincia del imperio romano. De la antigua Babilonia, se exhibe una reproducción fiel del Código de Hammurabi.
En entrevista, el muralista mexicano Ariosto Otero Reyes afirmó que el mercado del arte resulta un buen negocio y México no es la excepción, toda vez que las obras de muralistas como David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, José Clemente Orozco y Rufino Tamayo, se cotizan en millones de dólares.
Detalló que uno de los autorretratos de Siqueiros resguardado por el Museo de Arte Carillo Gil (MACG) podría alcanzar los 50 millones de dólares en el mercado; “Las dos Fridas”, de la pintora mexicana Frida Kahlo que resguarda el Museo de Arte Moderno, se cotiza entre 5 y 10 millones de dólares, mientras que una obra de Tamayo oscila entre los 3 y 5 millones de dólares y una de Leonora Carrington en más de un millón de dólares.
Por lo que hace a las obras que resguarda el Museo Nacional de Arte, un paisaje de Gerardo Murillo “Dr. Atl” se encuentra arriba del millón de dólares, en tanto piezas realizadas por José Luis Cuevas o Francisco Toledo circulan a partir de los 20 o 30 mil pesos.
“Son cifras exageradas, me parece que el mercado de arte está tan subvaluado, brutalmente arriba y cualquier cosa lo quieren vender como oro y es parte de la globalización neoliberalismo para destruir el propio arte. Por ello tanto artista ingenio hoy”, aseguró Otero Reyes.
En otros recintos como el Museo del Juguete Antiguo, sus piezas poseen otro tipo de valor: el de la añoranza y el recuerdo. Este museo posee la colección de juguetes más grande del mundo, es un espacio que a su vez, podría ser el último refugio para aquellos juguetes que divirtieron a cientos de mexicanos en tiempos pasados.
Se trata del único recinto de su género creado por iniciativa del arquitecto mexicano de origen japonés Roberto Shimizu, quien desde hace 50 años ha reunido todo tipo de juguetes, desde aviones, locomotoras, barcos, muñecas, robots y pistolas, hasta relojes, carritos y peluches. Son más de 40 mil piezas que van del siglo XIX a 1960.
Otro de los museos que llama la atención de los visitantes es la casa Frida Kahlo, situada en Coyoacán, residencia en la que la pintora explotó su universo creativo. Constituida en museo en 1958, cuatro años más tarde de la muerte de la pintora, en este lugar se exhiben los objetos personales de quien es considerada una de las mejores auto-retratistas de México.
Figuran sus célebres vestidos, su corsé, un par de anteojos en forma de gato, esmaltes de uñas, maquillaje compacto, una pierna ortopédica y un traje de baño. También se exhiben obras como “Viva la vida”, “Frida y la cesárea”, “Retrato de mi padre Wilhem Kahlo”, así como documentos personajes como su acta de nacimiento, la de matrimonio con Diego Rivera, incluso las cartas de amor dedicadas al muralista y bocetos que pertenecieron al pintor guanajuatense.
Pero si de curiosidades y rarezas se trata, el Museo de la Medicina Mexicana, situado en la ex sede de Santo Oficio de la Inquisición donde se sentenciaba a los acusados de herejía, hechicería o rebelión en contra de la religión.
En este museo se puede observar una serie de fetos en contenedores de cristal con la intención de mostrar las etapas del ser humano, macabro para algunos, sorprendente para otros. También se muestran todos los instrumentos médicos que se han utilizado a través de los años.
Para continuar con lo extraño, el Museo de Ripley alberga obras realmente fuera de lo cotidiano, desde una réplica de “La Gioconda” (Monalisa) elaborada con pan tostado, hasta una pintura realizada con telaraña, una catedral gótica hecha con cubos de azúcar, estatuas africanas y un violonchelo de latón, son solo algunas de las piezas que uno tiene que ver para creer.
Situado en un edificio con fachada de castillo en la Colonia Juárez, el museo invita a conocer los objetos más extraños que Robert L. Ripley coleccionó durante los sus viajes que realizó a lo largo de su vida. La colección resulta al final una buena razón, para que el público asista se divierta y aprenda.
Entre los recintos más curiosos se encuentra el Museo del Narco, situado en las instalaciones de la Secretaria de la Defensa Nacional, el cual alberga piezas que alguna vez pertenecieron a capos de la droga. Una puerta de madera elaborada en forma artesanal un par de gafas negras de una marca prestigiada y brazos de oro, un celular bañado en oro con incrustaciones de diamantes en la cubierta, así como armas cortas y largas, algunas de ellas bañadas en oro blanco, son parte de su acervo.
rqm