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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
En la sillería de lo que fue el Coro del Convento de San Agustín, erigido por la orden de los agustinos (esquina de Uruguay y El Salvador), manos de artesanos indígenas esculpieron la historia de la humanidad en 157 retablos tallados en madera durante los primeros años del XVIII.
A partir del Antiguo y el Nuevo Testamento y especialmente con base en La ciudad de Dios, uno de los libros más emblemáticos escritos por San Agustín, los frailes agustinos solicitaron, mediante contrato, que el artesano indígena Salvador Ocampo tuviera a bien realizar estas piezas de gran magnificencia que se encuentran actualmente en el Salón El Generalito del Antiguo Colegio de San Ildefonso y forman parte de las obras que resguarda Patrimonio Universitario de la UNAM.
El historiador Carlos Martínez Assad acaba de publicar la historia de esa obra artística en el libro Legado mesiánico. La sillería del Coro de San Agustín (UNAM/ Dirección general de Patrimonio Universitario), en el que da cuenta de la riqueza escultórica de esta obra de arte que le ha propuesto al rector de la UNAM, Enrique Graue, para que la postulen a la Lista de Patrimonio Cultural Mundial de la UNESCO.
“Esta es una obra que comienza a realizarse al final del siglo XVII y sobre todo en el XVIII; el nivel de sutileza, de maestría que han alcanzado los artesanos de México en ese momento, vinculado a una orden como los agustinos, es realmente de un refinamiento muy notable y esto se va a manifestar en el hecho de diseñar estas 47 sillas con tres tablas grabadas cada una”, señala Martínez Assad en entrevista.
Asegura que la Sillería del Coro de San Agustín es una obra de arte única en su género no sólo en América sino en el mundo entero, incluso asevera que acaso en La Capilla Sixtina hay una obra semejante, pero a diferencia de aquella, hecha durante el Renacimiento, aquí están elementos del Renacimiento siglos después pero esculpidas por manos de artesanos indígenas de enorme talento.
En busca de la verdad. El historiador mexicano, que con este libro le da continuidad a un anterior trabajo titulado Rescate de San Agustín, asegura que la historia sagrada tiene interés para la historia aun para la más racional, pues está la esencia de las civilizaciones.
“Una de las interrogantes que yo me hice desde el comienzo es por qué está esto así, por qué no hay una continuidad entre el Génesis y todos los otros libros para finalizar con el Apocalipsis, entonces lo que me dí cuenta al avanzar también en las lecturas de San Agustín es que de acuerdo con La Ciudad de Dios, el Génesis es como una prefiguración de lo que debiera ser el Nuevo Testamento y principalmente el Apocalipsis, porque de acuerdo con San Agustín, en el Génesis se manifiesta la idea del fin de la humanidad, de un fin que está mediado por la existencia del Mesías y por el Apocalipsis final”, señala Martínez Assad.
El ensayista e investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM dice que el desafío de este trabajo de contar la historia de la sillería fue cómo se confeccionó y qué representaba esa obra ya terminada en términos de la historia religiosa y en particular de la historia de los agustinos.
“Lo que uno ve al entrar al ex convento en Uruguay, donde estuvo la Biblioteca Nacional, es el retablo de San Agustín escribiendo un libro, o sea que Agustín siempre fue representado como un hombre culto, como un intelectual que escribía, y la realidad es que escribió muchísimo porque sus libros La ciudad de Dios y Confesiones son los más reconocidos, pero tiene una cantidad impresionante de obras”.
Martínez Assad indica que los frailes agustinos que dirigieron el proyecto de la sillería tenían un conocimiento muy fuerte de la obra de San Agustín y, en particular, de La ciudad de Dios, por lo que en la sillería se representa la historia de la humanidad desde la creación hasta el Apocalipsis.
“A través de todos los grabados que están allí nos vamos dando cuenta de las etapas por las que va pasando la humanidad, desde la creación, Adán y Eva, el diseño de Dios de hacer al hombre sabio y darle el don del libre albedrío es fundamental para entender luego cómo Eva, al insistir que hay que probar el fruto prohibido, está desobedeciendo una regla fundamental porque era el fruto del Árbol prohibido; pero al mismo tiempo hacen uso de su libre albedrío, lo cual, de acuerdo con San Agustín, es terrible porque nos vuelve pecadores”, señala el autor.
En los retablos de las 47 sillas que se conservan en el Salón El Generalito, a las que se suma otra veintena que se separó del conjunto y que actualmente se encuentra en el Museo Nacional de las Culturas y en el Museo Franz Mayer, así como otras seis que podrían estar en manos de coleccionistas privados, hay pasajes bíblicos muy conocidos, como Caín dándole muerte a Abel y el Arca de Noé, a la que ingresan dos unicornios que no menciona la Biblia.
“Allí se ve cómo se van estableciendo las etapas por las que ha pasado todo el género humano, que son ocho, y que ahora estamos aún viviendo en la sexta etapa, de acuerdo con todo el legado que nos deja la sillería de San Agustín y La ciudad de Dios; vendrá la séptima, que es la llegada del Mesías y el Apocalipsis, y la octava es donde ya todos descansaremos y estaremos en paz, que es la etapa utópica, a la que vamos a llegar sólo después de la redención, cuando nos hayamos redimido de ese pecado original. Todo este relato tan complejo y tan difícil, pero que es tan importante para los cristianos, está en la sillería del coro de San Agustín”.
Carlos Martínez Assad asegura que toda está investigación que ha sido publicada en un libro de formato pequeño, muy al estilo europeo, y que incluye fotografías de cada retablo y la ficha con la descripción, la hace como un historiador laico. “Lo que estoy diciendo es lo que se representó aquí, guiados por las manos de los agustinos y con los artesanos estupendos de la época colonial y en particular del Virreinato”.
Con el libro, Martínez Assad le propuso al doctor Enrique Graue dos cosas: hacer la propuesta para que la sillería se inscriba en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNSECO; y que se organice una magna exposición donde se exhiban todos los retablos que se puedan encontrar tanto en museos como en colecciones privadas. “He recibido muchas pistas, la investigación siempre está en ciernes”.