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ssierra@eluniversal.com.mx
Un libro llamado La violencia en México, que David Huerta publicó en España, fue el que el poeta le dio al presidente Enrique Peña Nieto ayer durante la ceremonia de entrega de los Premios Nacionales de Ciencias y Artes, donde Huerta fue reconocido en la categoría de Literatura y Lingüística, al lado del académico Felipe Garrido y la lingüista Yolanda Lastra.
Junto a ellos fueron premiados con el “más alto honor” que la nación otorga a quienes la ennoblecen (como describió el secretario de Educación Pública el propósito de los Premios) el escultor Enrique Carbajal “Sebastian”, el arquitecto Fernando López Carmona, el actor Ignacio López Tarso; los científicos Jorge Carlos Alcocer Varela, Fernando del Río, Enrique Galindo y Raúl Rojas González; el grupo musical Los Folkloristas y la artesana Victorina López Hilario.
Fue una ceremonia breve que tuvo lugar en el Patio de Honor del Palacio y donde el protocolo sólo fue roto cuando el Presidente invitó a todos los integrantes de los Folkloristas a subir al estrado para hacerse la foto, en lugar de que sólo uno de los músicos, José Ávila, recibiera el galardón a nombre de los demás:
“El Presidente nos felicitó por el trabajo; yo agradecí y le pedí que nos subiéramos todos a la foto, y ya dijo: ‘Claro que sí, vénganse’”, contó más tarde José Ávila.
David Huerta también dio un giro al evento al entregar su libro al mandatario: “Es un libro más bien periodístico, de recuperación testimonial; se lo quise dar, creo que lo podría leer con provecho —contó Huerta—. Le dije: ‘Quiero darle este libro, Presidente’. Me dijo: ‘Ah, La violencia en México, pues muchas gracias, David. Lo voy a leer, porque no creas, sí leo, no como dicen por ahí...’ Algo así me dijo”, relató el escritor en el patio del Palacio, cuando al final de la ceremonia los científicos, artistas, escritores, músicos y artesanos galardonados conversaban con los medios, recibían saludos de amigos o se tomaban fotografías con sus familiares.
Un discurso sobre la historia. El historiador y lingüista Antonio García de León habló en nombre de los premiados y comparó su trabajo de investigación con el de un artesano que aspira siempre a que su obra esté lo mejor acabada:
“Muchas veces en nuestro trabajo el desaliento se hace presente y se acentúa en tiempos de incertidumbre y violencia como los que ahora vivimos” —reconoció el también músico— y recordó que hoy en el país millones de personas carecen, angustiosamente, de lo mínimo necesario y que además la desigualdad es parte de los usos y costumbres:
“Y para ese desaliento, sin embargo, compensado muchas veces por lo que se vive en el aula y por los resultados de nuestro quehacer, sólo vale empujar hacia adelante. El desafío está en el futuro, ya que la historia es un movimiento continuo con avances y retrocesos, con resultados a veces trascendentes y en otras ocasiones marcada por la incomprensión, la impaciencia de largos periodos de maduración”.
El doctor Enrique Galindo también entregó al titular de la SEP un proyecto, la creación de una escuela para alumnos de Cuentepec, Morelos, que han hecho grandes aportes en sus comunidades pero que carecen de las condiciones para aprender.
Sobre lo que el premio representa para él, Ignacio López Tarso comentó que es un “gran, gran, gran, gran honor” porque por primera vez se lo dan a un actor. Y entonces agregó: “El teatro no es un arte por sí mismo, a veces llega a ser un arte cuando el actor y el espectador se comunican espiritual, intelectualmente, y se crea ahí una complicidad hermosísima entre intérprete y espectador”.
El secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, recordó que 70 años atrás se comenzaron a entregar estos galardones y que entonces el primer reconocimiento fue para el escritor Alfonso Reyes.
En su mensaje, el presidente Peña Nieto afirmó: “Queremos que cada vez haya más artistas, intelectuales y científicos, aunque cada año, y hay que decirlo, se vuelva más difícil para los jurados elegir a los ganadores de este Premio Nacional”.