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ana.pinon@eluniversal.com.mx
En 1954, a su regreso de un viaje por Europa, el compositor Carlos Jiménez Mabarak ofreció una entrevista que se publicó en la Revista de la Universidad de México, en la que ofreció una declaración de principios: “Creo que nuestro trabajo no debe hacerse basado en el arte ya creado, ni de museo, ni especial para turistas. Mi sensibilidad es distinta y por lo tanto yo no puedo ser mexicano sino a mi manera. Lo que he visto, he oído, mis propias sensaciones, serán lo que mi música refleje, porque de no serlo así carecería por completo de autenticidad”. Por esa autenticidad pagó un precio muy alto: la marginalidad y el olvido.
El 31 de enero se conmemora el centenario de su nacimiento y hoy, de acuerdo con especialistas, es uno de los compositores menos interpretados y grabados en México. “Es un compositor abandonado, merece ser tocado, grabado, que sus óperas se representen; pero le ha pasado lo que a muchos compositores, sus obras están en el olvido”, dice el investigador, dramaturgo y musicólogo mexicano Eduardo Contreras Soto.
Para el compositor y musicólogo Aurelio Tello, existen varias razones por las que la música de Jiménez Mabarak no es tan conocida, la primera sería su formación cosmopolita. “Él estudió en Guatemala, en Chile, en Bruselas, en diversos países antes de venir a instalarse en México, es decir, muchos de nuestros músicos tenían cierto arraigo porque estudiaron aquí y venían de una formación decimonónica, pero Jiménez Mabarak estuvo fuera y creo que por eso le fue muy difícil entrar a los círculos establecidos”, opina.
Y añade: “El otro aspecto es el propio carácter experimental de algunas de sus obras. Fue uno de los primeros compositores que trabajó la música electrónica, dodecafónica, aunque en cierto momento cruzó por el nacionalismo, pero siempre fue muy independiente de las corrientes que había en México. Fue un compositor, digamos, marginal. Sin embargo, es un autor muy importante por la calidad intrínseca de sus obras”.
Tello recuerda que alguna vez conversó con el compositor, quien le aseguró que se sentía ninguneado. “Me expresó ese sentir, él sabía que no pertenecía a ningún círculo de poder. El tiempo ha pasado y estamos a tiempo de reivindicar su obra. El centenario de su nacimiento es un buen momento para volver a tocarlo, para recuperar su obra y reconocer su trabajo. Es momento de devolverle a México una obra que ha pasado desapercibida”.
Contreras Soto coincide en apuntar que muchas de sus obras son estimables y es preciso volverlas a tocar. “Las dos óperas que compuso: Misa de seis y La Güera Rodríguez; las canciones para voz y piano, su obra coral, son sólo algunas de las obras más estimables. La Balada del venado y la luna ha sido grabado por Eduardo Mata y por Fernando Lozano; Solistas Ensamble ha grabado la música coral”.
Una fructífera carrera. En el libro Visiones sonoras: entrevistas con compositores, solistas y directores, de Roberto García Bonilla, el crítico musical Antonio Alcaraz sostuvo que una de las obras mejores logradas de Jiménez Mabarak son las primeras cuatro baladas escritas para danza; su ópera, la Misa de seis.
“Mabarak no siempre se inscribió en el nacionalismo, aunque tiene muchas ramificaciones que van hacia esta corriente. Es un hombre muy importante, con más fracasos de los que quiso al morir. La Güera Rodríguez me parece una ópera lamentable”.
Aurelio Tello también sostiene que las obras para danza, especialmente las baladas, tienen un sello personal, pero también algunas de sus obras abstractasb como Concierto en do para piano y orquestab que es sugerente de estilo neoclásico. “La compuso cuando todavía estaba muy fuerte el movimiento nacionalista y por eso se le vio como al margen de lo que todo mundo quería estar haciendo”.
Nació en la Ciudad de México en 1916, su niñez y juventud los vivió en diversos países, pues su madre trabajaba en el servicio diplomático.
Fue un compositor de gran producción en el siglo XX, abarcó todos los géneros. Trabajó sobre las más diversas corrientes, desde canciones escolares y música de salón, hasta obras para orquesta sinfónica, ópera, ballet y música dodecafónica, obra coral para piano y para cine. Y transitó del nacionalismo a la música nueva.
La danza fue una de las disciplinas que más le interesó. Su primer contacto con la danza lo tuvo a través de Waldeen, para quien compuso El baile de la niña embrujada, pero fue su trabajo con Guillermina Bravo, pilar fundamental de la danza en México, con quien realizó algunas de sus mejores obras para el arte de Terpsícore, como El paraíso de los ahogados de 1960.
“Todos los que intervinieron en la realización de esa pieza, Guillermina Bravo, Carlos Jiménez Mabarak y el artista plástico y coreógrafo Raúl Flores Canelo, estaban buscando un lenguaje, y experimentaron sin temor al ridículo y a la crítica”, sostiene el crítico de danza Juan Hernández.
Los esfuerzos. Ediciones Mexicanas son depositarias de gran parte de las obras del compositor, pero es su sobrina, Cristina Jiménez, la heredera.
De acuerdo con María Cristina Gálvez, gerente de Ediciones, las obras se encuentran ordenadas y en buen estado, porque el propio compositor fue riguroso con el cuidado de su acervo.
Están a la disposición de quien desee interpretarlas. “Tenemos muchas obras y son maravillosas porque están escritas de puño y letra del maestro, su punto era impecable. Deseamos hacer un catálogo en el que estén todas sus obras y quién las ha publicado, existe uno pero está incompleto, le faltan muchas cosas. Desafortunadamente sus obras casi no han sido tocadas y apenas este año, con el centenario, varias entidades han programado sus ejecuciones, como la Sinfónica de Oaxaca, Música y Ópera del INBA; pero en verdad son muy pocos los interesados”, lamenta Gálvez.
Para Eduardo Contreras Soto, los esfuerzos de difusión de la obra no tendría que venir sólo de las familias y herederos, como ha ocurrido con otros compositores como Silvestre Revueltas y José Pablo Moncayo, sino, sobre todo, de las instituciones culturales, de las orquestas, de los músicos y de los mismos investigadores.
Hoy, el Coro de Madrigalistas de Bellas Artes ofrecerá en la Sala Manuel M. Ponce de Bellas Artes, a las 18:00 horas, un concierto con obras de Jiménez Mabarak; El Cuartero Mabarak ofrecerá el 30 de enero a las 12:00 horas en la Sala Rosario Castellanos de la Casa del Lago, y el 31 de enero a la misma hora en el Salón de Recepciones del Museo Nacional de Arte, un concierto homenaje al compositor.