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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
La búsqueda emocional con la paternidad y el reencuentro sin culpa con el hijo, la búsqueda por recuperar la historia en México del escritor Ambrose Bierce, la búsqueda por revivir el amor de pareja, pero también la búsqueda por encontrarse en sí mismo, todo en medio del desierto que comparten México y Estados Unidos, son los hilos conductores de El rastro (Sexto Piso), la nueva novela del escritor y poeta estadounidense Forrest Gander.
Declan es profesor de literatura en Estados Unidos y rastrea las huellas de Bierce, esos últimos pasos que se sabe dio en México fascinado por la Revolución Mexicana y por sus líderes como Pancho Villa; lo acompaña su mujer, Hoa, una ceramista que basa su contacto con la realidad a través de la tierra en una historia que va de Texas a Ojinaga, Sierra Mojada, Icamole y La Esmeralda.
“El desierto es la página en blanco y al principio nos aterroriza porque parece un espacio que no nos necesita, pero también cuando ponemos atención, podemos ver que es un mundo lleno de vida y también nos hace sentir una humildad que no tenemos con otros paisajes, o en la ciudad, que es un paisaje muy humano”, señala Gander en entrevista.
El escritor nacido en 1956 en el Desierto Mojave de California, Estados Unidos, optó por contar la historia de una pareja que tiene que someterse a la experiencia de perderse en el desierto, que al principio es un lugar de horror para encontrar su parte esencial en el interior y para recubrir sus vidas.
“Ellos se encuentran dentro del desierto pero también el desierto está dentro de cada uno; de alguna manera, la novela es un himno poético al desierto. Cuando ponemos atención y cuando escuchamos lentamente aparecen en esta página blanca palabras, historias, el pasado y el futuro. El pretexto es la vida de un escritor e ir acompañando a esta pareja que también está sola buscando a su hijo”, afirma el también traductor de poetas mexicanos.
Forrest Gander lleva a la pareja tras los pasos del periodista, escritor y editor estadounidense Ambrose Bierce, quien con más de 70 años cruzó el Río Bravo para escribir sobre el conflicto social en México y desapareció en el desierto mexicano.
“Parece una muerte pero son tres muertes porque cuentan que Ambrose Bierce se murió en tres partes: en la Batalla de Ojinaga, en Icamole y en Sierra Mojada; pero también, claro, es el pretexto de esa pareja de buscar y de salvar su propia relación porque no se murió su amor a pesar de la desaparición de su hijo. Creo que es algo muy mexicano, una metáfora internacional que lo que desaparece sin dejar rastro nos obsesiona, por eso no podemos olvidar a los 43 estudiantes (de Ayotzinapa) y por eso la historia de Ambrose Bierce continúa, porque no hay rastro”, agrega el narrador y poeta.
Gander relata una búsqueda para completar una historia que está fragmentada porque asegura que lo que vemos en el desierto es nuestro futuro, nuestra mortalidad, pues nos enfrentamos a un lugar muy natural y puro en el mundo y dice que “quizás vale la pena mirar en el abismo aun si el abismo no está mirándonos”.
“Tengo mucho interés en México, he vivido en Dolores Hidalgo, he pasado mucho tiempo paseando por México, también tengo mucho interés en la literatura de México, he traducido a varios poetas y, claro, conozco y me interesa Rulfo, y todo eso está conectado a mi interés, especialmente ahora cuando tenemos que hacer puentes entre nuestros países, no muros”, asegura el poeta que ha sido nominado al Premio Pulitzer.
Gander asegura que le interesa conocer a los vecinos y lo que ofrece el otro lugar cuando estamos abiertos a ver lo que es. “Estar abiertos tiene que ver con perder mucho de la confianza, de los rituales de percepción, tiene que encontrar algo completamente para lo que no está preparado a vivir para recuperar algo esencial”.
Desde ese interés ha traducido dos antologías de poesía mexicana y tres libros de poetas como Coral Bracho y Pura López Colomé, quien fue la encargada de la traducción de El rastro; le interesa las sintaxis, las imágenes, los ritmos de toda la literatura mexicana que ha traducido y que, asegura, ha entrado a su propia literatura y a su propia imaginación.
“El tiempo en México me ha cambiado, por eso vale la pena aprender otras lenguas y visitar otros lugares, porque cuando estamos muy cómodos en nuestras percepciones no tenemos interés en nada más. Como le pasa al presidente de Estados Unidos”, señala el autor.
Luego agrega que la idea de que se pueden separar naciones es porque no estamos muy conectados. “Y eso lo encuentro también en el desierto, ahí no hay nacionalidad, y aun en el cuerpo no hay una singular especie, no tenemos el ADN de parásitos, somos una conglomeración de especies, tenemos que reconocer esto para vivir en paz”.
El poeta, narrador y ensayista que con El rastro logra una hermosa novela sobre la búsqueda, asegura que no fue fácil la escritura. “Cuando estoy escribiendo es una crucifixión siempre, el placer llega al final de la lucha de escribir, pero es una lucha que me enseña siempre algo. Escribir esta novela en medio de mi trabajo, en la poesía, es una especie de digestivo, el descanso durante la comida para limpiar el paladar”.