Más Información
Padres de normalistas de Ayotzinapa marchan a la Basílica de Guadalupe; exigen cárcel para los responsables
3 de cada 10 veces que se vende bacalao en México es carne de otras especies: ONG; llaman a CONAPESCA a rastrear productos
Vinculan a proceso a “El Mero Mero”, tío de Ovidio Guzmán; lo acusan de delincuencia organizada y delitos contra la salud
México cierra 2024 en medio de crisis de violencia: Alito; destaca más de 208 mil homicidios en gobiernos de la 4T
Dan prisión preventiva a 2 sujetos por portación de armas exclusivas de las Fuerzas Armadas; fueron detenidos con explosivos
yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
“Este es más que nada un divertimento creativo”, asegura el poeta y ensayista Armando González Torres sobre su libro Es el decir el que decide que no es para nada un libro de argumentación teórica. “Aunque hay una secuencia temática de los aforismos, muy a menudo hay una aseveración pero una negación, una frase se dice y la siguiente se desdice; hay juegos de palabras, hay bromas y se trata ciertamente de tocar este fenómeno del lenguaje pero también de relajarse y divertirse. No es un libro de invectivas ni solemnidades”.
El escritor nacido en la Ciudad de México acepta que su libro es provocador como todo juego de lenguaje. “La forma de constituirnos y de significarnos como humanos está íntimamente relacionada con el lenguaje, el lenguaje es la herramienta que nos permite trascender los instintos y las necesidades más básicas, es la herramienta que permite negar nuestras gratificaciones inmediatas y buscar gratificaciones más trascendentes y por eso es importante también preservar su valor de uso, su capacidad de significado”, asegura.
Armando González Torres busca la libertad y las apuestas, pero también le gusta retar a los editores y libreros a ver dónde se pueden ubicar estos libros que parecen tener diversos registros.
“En éste, como en mis otros libros, uso lo mismo el aforismo, el poema en prosa, la nota de lectura, que el apunte filosófico, la greguería, el chiste. Se trata de una variedad de registros que lo que intentan también es escapar a estas restricciones del discurso lineal, de lo que sería la narración convencional, el relato, y que intentan abordar distintas aristas de la realidad, dar voz a diversos personajes, a simultáneos, y en este caso digamos que los temas de reflexión son similares a los de mis libros anteriores, hay distintas secciones”, dice.
Al también autor de Sobreperdonar, Salvar al buitre, Eso que ilumina el mundo y Los días prolijos se le sitúa en los géneros literarios y asegura que esa es una sensación curiosa “porque por un lado elegir estos géneros excéntricos, estas escrituras que escapan a las definiciones más estrictas hasta comerciales, te pone en un margen pero al mismo tiempo te brinda una enorme libertad creativa y de pensamiento para no constreñirte ni a las exigencias de un género como la narrativa pero tampoco a las exigencias académicas de un género como el ensayo, te permite evadir los círculos más cerrados que existen en cada género y estar como un saltimbanqui en los márgenes, tal vez en cierta penumbra, pero en una penumbra muy gozosa”, dice.
En el libro coeditado por la Secretaría de Cultura con Cuadrivio, Julieta Lomelí asegura que El es decir el que decide es un libro tejido por aforismos que dinamitan el alma del lector debido a su ácido humor, su implacable sentido crítico y la saga inteligencia de la tinta de Armando González Torres.
Lomelí afirma que el libro reflexiona sobre las dimensiones del lenguaje, incluido el lenguaje de la violencia.
Sobre ese lenguaje, González Torres afirma: “De alguna manera lo más terrible de la violencia y del léxico de la violencia es esta utilización del eufemismo para describir las mayores atrocidades, a veces con palabras muy pintorescas, esta tergiversación y perversión del lenguaje que implica la violencia lo que hace es ir acuñando el lenguaje, finalmente, la violencia más extrema es la anulación del lenguaje”.
El poeta y ensayista dice que la degradación del lenguaje es un tema que viene desde mediados del siglo XX. “Está la famosa frase de Theodor Adorno de que no era posible hacer poesía después de Auschwitz, o los ensayos extraordinarios de George Steiner que hablaba de cómo el genocidio y la peor barbarie se documentó utilizando eufemismos y lenguaje burocrático. Esta cuestión de la degradación del lenguaje es una preocupación añeja pero que se ha agudiza un tanto por la constricción y empobrecimiento del lenguaje que traen los medios, las plataformas modernas y las nuevas formas de comunicación, incluyendo muchas de las expresiones más literarias y más convencionales que la literatura vuelve cliché”, concluye.