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Madrid. La novela No voy a pedirle a nadie que me crea, de Juan Pablo Villalobos (Guadalajara, 1973), ganó ayer el 34º Premio Herralde, que concede la editorial española Anagrama. Villalobos, residente en Barcelona desde hace 13 años, explicó a EL UNIVERSAL en una entrevista telefónica las claves de su obra, de un humor irreverente en la línea de sus anteriores Fiesta en la madriguera, Si viviéramos en un lugar normal y Te vendo un perro. Su protagonista es un mexicano llamado como el autor que llega a Barcelona para preparar una tesis sobre los límites del humor en el siglo XX y que acaba atrapado en un enredo con el narco.

Ha comentado lo difícil de seguir siendo un escritor mexicano que reside en España pero aborda temas de su país. Ésta es una novela de personajes y problemas mexicanos ambientada en Barcelona. ¿Resolvió así esa tensión?

Sí. Esta novela surge de la crisis que planteó ese dilema. Sentía que no era honesto seguir como escritor mexicano que habla de México sin vivir allá. Hace tiempo que no tengo un contacto cotidiano con el país pero, al mismo tiempo, no voy a dejar de ser mexicano. Lo he querido resolver con esta obra donde mezclo tradiciones literarias distintas, como la mexicana, la catalana o la española. Al final es difícil decir si es una novela mexicana sobre Barcelona, o una novela sobre México escrita desde Barcelona.

¿Hasta qué punto son esas identidades importantes para usted y su literatura?

El tema de la identidad no me preocupa tanto. Tomo como telón de fondo la ciudad en la que vivo para hablar de problemas que no son sólo ni mexicanos ni españoles, como el crimen organizado o el capitalismo dominante. Es esta Barcelona de la inmigración donde conviven chinos, paquistaníes y latinos, que pongo en contacto con problemas del mundo mexicano. Es por eso que digo que se trata de una novela sobre el narcocapitalismo en la era de la globalización.

¿Para qué lector está pensada una novela que define como híbrida: para uno que domine todos esos códigos culturales diferentes?

Aspiro a lo contrario: que sea un lector cualquiera que aprecie la literatura. Siempre intento que, pese a las numerosas referencias culturales, literarias o gastronómicas que incluyo, mis libros sean accesibles a todos los grupos. Por eso, aunque en esta novela es muy importante el peso que le doy al slang de México, o al de Argentina, pretendo que no sea nada críptica.

Sin embargo, las referencias culturales son importantes en su obra.

Sí, hasta el punto de que, cuando hemos traducido mis novelas a otras lenguas, adaptamos algunas referencias. Por ejemplo, en la versión francesa de Te vendo un perro, convertimos el Palinuro de Fernando del Paso en una edición ficticia de En busca del tiempo perdido. Pero eso es en la traducción; cuando escribo, yo no pienso qué va a entender un lector español, hispanoamericano o alemán. Aspiro a tener un respeto por el lector: creo que es inteligente, y cualquiera tiene ya un teléfono para buscar en tres minutos una referencia en Internet.

¿Cómo ve los problemas mexicanos desde el extranjero? Por ejemplo, ¿le cansa la visión del narco que llega a España?

Me cansa porque querría que las cosas fueran diferentes, pero el problema es que son así. Hay cierto hartazgo viendo que los medios hablan siempre de lo mismo, claro, pero lo fundamental es que hay que cambiar esa situación, y no se hace; al contrario, parece que empeora. Y no sé cómo podemos buscarle una solución mientras el Estado no garantice la justicia y los derechos humanos.

Su novela, muy ácida, explora los límites del humor de manera tan explícita que su protagonista se dedica a investigar sobre ese tema. ¿Qué posición tiene el humor en la literatura hoy?

En la tradición hispánica el humor es muy importante, hasta el punto de que su obra más reconocida, El Quijote, tiene un gran componente satírico. Pero desde el siglo XX se impuso una visión solemne. Nuestros escritores respetados parecen siempre en vías de convertirse en monumentos. Son hombres con una opinión muy seria sobre todo, y yo creo que el humor no es un mero entretenimiento: es una estrategia para ver el mundo desde otras perspectivas más atrevidas. Me interesa la irreverencia y la antisolemnidad.

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