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Un manuscrito de tamaño media carta, con una letra bien cuidada, toda la obra escrita a una sola mano caligráfica, lo que más o menos indicaría que se hizo de “un jalón”, y que lleva por título (también en letra manuscrita) Arte de Ymprenta, traducido del francés al castellano a expensa de Don Alexandro Valdes, para la mayor ilustración de su oficina. México, año de 1819, ha confirmado que los impresores mexicanos tenían un gran interés por el cuidado máximo de sus ediciones.

Esa joya bibliográfica que contiene dibujos y esquemas muy claros sobre el arte de la edición, las cajas tipográficas, las tintas y los tipos, es uno de los más recientes hallazgos encontrados en la Biblioteca Nacional de México.

El hallazgo del manuscrito da nuevo rumbo a la historiografía sobre imprenta y edición en México: es el primer manual de imprenta americano del que se tiene noticia y es una traducción directa del francés al castellano, que se hizo a solicitud del impresor mexicano Alejandro Valdés.

Marina Garone Gravier, estudiosa del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM, dice que la gran sorpresa fue ver que no había referencia de ese manual y que colegas que han trabajado el periodo y que han estudiado al impresor Alejandro Valdés consideran que se quería tener en total secreto.

“Al comenzar a estudiarlo me di cuenta que efectivamente es un documento fundamental porque no se tiene hasta ahora conocimiento de otro documento igual, con fecha anterior. Este manual está fechado en 1819 y el siguiente más temprano en América Latina del que tenemos noticia, es de mediados del siglo XIX, en Argentina, que es el Manual de Tipografía de Benito Hortelano”, afirma la investigadora.

Garone Gravier dice que el Manual de Hortelano tiene más o menos la estructura que el de Manual de Valdés porque este documento que tenemos en México forma parte de un género específico que son los manuales de imprenta, que podríamos llamar los libros de texto de los impresores antiguos.

“Creo que son materiales que se mantenían en total secreto porque es como si el panadero te revela las proporciones de harina, levadura, agua y sal. Son cosas que si bien empezaron a circular de manera un poco más extendida con toda la producción manualística derivada del movimiento de la Ilustración, para el caso de la nueva España no era algo plenamente abierto o no tenemos evidencia que así haya sido”, afirma la investigadora.

Hacedora de la historia del libro. Esa vocación por seguir haciendo la historia de la cultura escrita llevó a Garone Gravier a dedicar cinco años a trabajar este Manual, pues no sólo fue tener en sus manos el documento y analizarlo, lo más complejo fue ir al documento original en francés, hallar el manual que se tradujo al castellano y encontrarlo en medio de una gran cantidad de manuales que se hicieron en Francia durante esa época.

“El punto más complicado de todo el estudio fue encontrar la fuente original, es decir, yo siempre estoy interesada por ver primero las cadenas de transmisión de saberes, es decir qué leían o de dónde abrevaban los impresores en México. Pero por otro lado era ver esta perdurabilidad de ciertos saberes, la continuidad y finalmente las filiaciones lingüísticas”, señala.

Todo el trabajo de investigación dio lugar al libro El Arte de Ymprenta de don Alejandro Valdés (1819). Estudio y paleografía de un tratado de tipografía inédito, publicado por el Fondo Editorial Estado de México (FOEM) en su colección Fundiciones.

El libro en edición de lujo, con pasta dura y reproducciones de las páginas del Manual de Valdés de 1819, con prólogo de Rodrigo Martínez Baracs, tiene una investigación sobre los manuales de imprenta de Europa y América, un estudio “codicológico”, es decir que toma a los manuscritos como verdaderos códices, y un trabajo comparativo con la edición francesa que sirvió de base a la traducción manuscrita mexicana. Ofrece además un amplio vocabulario de la impresión y la más amplia semblanza de Alejandro Valdés.

Su estudio confirma que “desde el punto de vista de la naturaleza del documento, es una pieza única, de la que no tenemos referencia hasta ahora. Yo sí creo que pueden aparecer otros o referencias en notas del uso, por parte de impresores mexicanos coloniales, de documentos similares, pero a la fecha no los hemos encontrado”, dice la también autora de Historia de la tipografía colonial para lenguas indígenas.

Para la doctora en Historia del Arte, una de las cosas más valiosas del Manual de Ymprenta es que demuestra que los impresores mexicanos no estaban “al otro lado del charco”.

“Nos demuestra que no estaban desinformados y desconectados, sino que realmente estaban bastante al día de lo que se estaba haciendo, y usaban los mismos instrumentos, y en algunos casos —como en Alejandro Valdés— sí se cristaliza esa preocupación formativa, didáctica, de vanguardia, sobre la producción de ciertas cosas que excedían la formación puramente oral o de estructura del taller de maestros a ayudantes y aprendices”, comenta la investigadora.

El origen del hallazgo. La propia Marina Garone relata en el libro de 249 páginas cómo fue el hallazgo del manual. Cuenta que en mayo de 2010, Ken Ward, curador de libros latinoamericanos de la biblioteca John Carter Brown, en Providence, Rhode Island, la alertó sobre un manuscrito desconocido que estaba en la Biblioteca Nacional de México, en la UNAM.

En junio de 2010, ella pudo consultar y comenzar a estudiar el manuscrito, y comprobó que se trata del “primer manual de imprenta mexicano del que se tenía noticia, y que no contaba con ninguna clase de estudios ni referencias previas”. Entonces Garone Gravier se adentró en el análisis y estudio.

“Lo que me interesan en general es tener una mirada desde los productos finales, lo material o lo que nosotros en el Instituto de Bibliográficas llamamos ‘lo bibliológico’, es decir, cómo se hacían las cosas, cómo se veían esas cosas, con qué materiales se hacían, la mirada de los saberes. Cuándo podemos empezar a decir que esos libros son mexicanos, o que revelan lo mexicano o qué diferencia hay entre lo que se hace acá y lo que se hace en otros lados, desde cómo se nombran las cosas y cómo son”, expresa la investigadora del libro antiguo.

A Marina Garone Gravier le interesa hacer el estudio historiográfico pero hacer también el análisis de los documentos y del cómo se hacen las cosas, una perspectiva que pocos investigadores tienen. Sin embargo sabe que hay ciertas facetas de la producción editorial que son difíciles de historiar, en concreto: los aspectos de tecnología y qué pasaba dentro del taller.

“Es tan difícil como sería estudiar hoy cómo se cocina un libro en Alfaguara o en Tusquets, es decir, quienes quieran ver la cuestión de corrección de originales o algunas cosas de decisiones sobre una portada tendrán que surfear en los medios que nadie está guardando y entonces vamos a tener muchos problemas en un futuro para hacer esos trabajos”, concluye Marina Garone Gravier.

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