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yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
En los 77 años de historia de la Librería Madero, hoy Antigua Madero Librería, han habido buenos y malos tiempos, tal como afirma el mítico librero Enrique Fuentes Castilla, quien tomó la batuta de este comercio dedicado al libro antiguo en 1988, un sitio emblemático especializado en Historia de México.
Hoy, los tiempos son malos, la crisis económica que vive el país ha golpeado fuertemente a esta industria y a la Antigua Madero Librería le está costando salir airosa. Aunque seguirá fiel a su giro comercial, atraviesa tiempos complicados, la gente ya no dedica tantos recursos a la compra de libros antiguos y si hay algo que se castiga en tiempos de crisis es la pasión librera.
Las ventas ya no alcanzan para pagar renta, luz, nómina, Seguro Social y otros pagos de la cuenta corriente.
La librería tiene una amplia colección de libros en Historia de México que están parados sin venderse, es un mercado que se mueve muy lento, y eso, sumado a que ahora los compradores recurren cada vez más a la compra de libros en Internet, son factores que le están pegando muy duro.
Sin embargo, don Enrique dice que aquí seguirá porque no sabe hacer otra cosa más que vender libros y leerlos para recomendarlos. También pese a todo, hay celebraciones: La Caja de Cerillos, de la que es dueña su hija, Andrea, en sociedad con Alejandro Cruz Atienza, publicó hace algunos años el libro Antigua Madero Librería. El arte de un oficio, que es un homenaje a él y a la historia de este espacio.
“No me canso de decir que no tiene importancia, pero yo creo que sí tiene importancia, pero debe circunscribirse de acuerdo a mi manera de pensar como un aliciente más para seguir en la tarea del libro; tampoco envanecerse porque se ha hecho un libro de esta naturaleza, siempre es agradable que haya un reconocimiento en el círculo de nuestras relaciones y amigos. Lo curioso del caso es que de mis amigos ninguno ha comprado el libro porque me conocen. Para ellos es suficiente. Lo curioso de acceder a una información que está plasmada en este libro es intentar averiguar la trayectoria de ese otro que les han dicho que es así o es asado. Yo siempre vengo diciéndome, desde hace mucho tiempo, que esto es una fábrica imaginaria”, afirma don Enrique Fuentes Castilla.
“Cada uno nos inventa de diferente manera”, afirma el librero amigo de bibliófilos y anticuarios de libros. “Unos dicen que soy un viejo gruñón, otros dicen que soy un viejo cabrón, otros como yo mismo, digo que ‘soy el único librero hijo de puta auténtico, los demás son de incubadora’. Siempre me estoy divirtiendo con esas cosas y al final de cuentas sirve para refrendar en la memoria elementos, momentos muy singulares que se vivieron acompañados de otras muchas gentes que van transitando, van y bien y san se acabó y despertar la sospecha de quién eres en otros ámbitos”.
Sobrevivir a la crisis. El célebre librero anticuario asegura que ocasionalmente llega a la librería gente que sabe qué quiere y les compra una buena cantidad en libros, pero no da. “Para satisfacer las necesidades de una librería y reabastecerse periódicamente tiene que andar la venta diaria entre 10 y 12 mil pesos. No estamos vendiendo en promedio ni dos mil pesos diarios”.
El sociólogo coahuilense que pronto abandonó su carrera para enfocarse en su pasión por los libros, reconoce que la tasa impositiva del Seguro Social, la renta, los impuestos, todo ese mantenimiento implica que debieran tener una venta que no da con el tipo de producto que comercializan.
“¿Pa qué sirven dos mil pesos?, pa nada, la luz, la renta, el teléfono, la nómina, las necesidades de las librerías son fuertes, son fijas: renta, luz, teléfono, nómina, impuestos, Seguro Social, Infonavit, todo eso va mermando. Pero me niego a vender porquería, que seguramente también tardará en ubicarse en el mercado para que nos pidan eso. Nosotros tratamos de satisfacer solicitudes, pero lo nuestro está en cosas especiales”, afirma Fuentes Castilla.
El célebre librero asegura que sí hay coleccionismo en México pero son muy pocos y muchos de estos coleccionistas se dieron a la tarea de comprar para poner en el mercado internacional, una dinámica que también les está afectando a las librerías de viejo, pues desde hace varios años libros se están comercializando en diferentes sitios de Internet.
“Ahora con los adelantos tecnológicos la gente se inserta en el Google, en MercadoLibre o en IberLibro y se encuentran nombres de mexicanos que están vendiendo sus cosas en el extranjero y las ponen allá. Claro que de repente hay gente que llega y aunque parezca ridículo todavía no sabe manejar Internet y me piden un libro que yo lo puedo comprar allí y hasta pido un descuento, pero para ello solicito dinero por adelantado, porque cada vez que me encargan un libro es horrendo que te lo dejen. Ayer conseguí un libro de 1943, pagué 350 pesos por él, tomé un taxi de la librería donde lo conseguí que me costó 70 pesos, yo pedía 450 pesos pero quien me lo encargó ya no lo quiso y entonces ya se quedó ese libro. ¡Para que vuelva otro cabrón a buscar ese libro de Carlos Pellicer, de 1943, editado por Jus... está en chino, nunca!”.
Enrique Fuentes reconoce que la librería ha tenido oportunidades. Ha vendido cosas muy fuertes pero son años de trabajo, por ejemplo, de armar una colección de libros en lenguas indígenas mexicanas en la que no se tarda un año, se tarda tres, cuatro o cinco años. Luego es rarísimo encontrar alguien que llegue y suelte de entrada 20 mil pesos o 50 mil. Claro que los hay y hay libros de ese tamaño.
La Antigua Madero Librería ha sobrevivido a diversas crisis económicas. “La librería Madero qué bueno que existe, qué bueno que está, ¿hasta cuando va a durar?, no sabemos, la situación económica es verdaderamente increíble. En lo que va del año, ya van seis quincenas que no completamos para pagar la nómina de los trabajadores ni los pagos del mes”, afirma Fuentes Castilla.
Este librero de 77 años dice que nunca se ha arrepentido de lo que ha hecho, ni de lo malo ni de lo bueno, pero reconoce que ésta es una vocación difícil en lo económico. “Se requiere de una buena dosis del punto básico de la filosofía mexicana, el punto MIM: Me importa madre; es decir, dejar pasar: lo que es duro se rompe y lo que es blando nomás se dobla”, señala.
En 2012 decidió mudar la librería nacida en 1939 en la calle de Madero, al número 97 de Isabel la Católica, muy cerca de la Universidad del Claustro de Sor Juana, en una bella casona novohispana conocida como la Casa de la Acequia, llegó a esa decisión cuando se volvió insostenible mantener la librería en la sede original cuando Madero se volvió peatonal.
La historia de la Madero es añeja. Incluye un largo catálogo de amigos, de solidaridades y de proyectos. Durante los años 60 y 70, por ejemplo, la Librería Madero obsequiaba a sus amigos y favorecedores un libro con motivo del fin de año, fue una diversidad de títulos que salían de la Imprenta Madero y que fueron diseñados, en su mayoría, por Vicente Rojo. Así hubo títulos como Macbeth o el asesino del sueño. Paráfrasis de la tragedia de Shakespeare,
de León Felipe, o Paul Klee, de Juan
García Ponce, o la impresión de Picasso. 8 dibujos.