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Libros usados de los siglos XVI al XXI, desde diez hasta 200 mil pesos, se hallan en las librerías de viejo, un paraíso rebosante de historia que inició en los años treinta como una tradición en México.
La calle Donceles, en el Centro Histórico, aloja por lo menos unas 20 sucursales, aunadas a las que se localizan en los barrios de La Lagunilla, la avenida Hidalgo y en el sur de la ciudad.
Son enormes almacenes con techos altos, de dos o tres niveles, que albergan miles de libros de diversos temas, que guardan infinidad de historias e imágenes más allá de la imaginación.
Son el sitio de consulta de investigadores, científicos, intelectuales, estudiantes, maestros, coleccionistas y amantes de la lectura que dedican horas revisando las vitrinas que guardan los tomos más antiguos, los estantes que agrupan los títulos de autor y dividen los temas, y las mesas que ofertan los más económicos, los de bolsillo o los de actualidad.
Enciclopedias, saldos, manuales, novelas, álbumes, revistas, diccionarios, libros autografiados, libros raros; chicos, grandes y miniaturas; deshojados, despastados, rayados, rotos o en buen estado, convergen en un ambiente que huele a humedad, a tinta, a viejo.
Un espacio que palpa el polvo, que guarda el silencio, que apila recuerdos y que respira la vida.
Hace 80 años, la familia López Casillas, encabezada por don Ubaldo López, abrió la primera librería anunciando, mediante un gran letrero, que compraba y vendía los textos que el público en general ya no quisiera ocupar.
En la actualidad, son ocho los hijos que continúan la tradición y han extendido más de 30 librerías en toda la Ciudad de México.
La variedad de títulos que tienen, los han adquirido a través de coleccionistas o con gente que por tradición familiar los conservó, pero a la muerte de uno de los pilares decidió donarlos o venderlos.
“O simplemente porque les estorbaban, se mudaron de casa y no quisieron tirarlos a la basura”, dice Juan Antonio López Casillas, propietario de la Librería Regia, La ultima y nos vamos y La Casona de Aura, entre otras.
Tiene libros del siglo XVI y XVII. Hace poco vendió en miles de pesos uno del siglo XV que atesoraba como único.
“Se llamaba ‘Las crónicas de Núremberg' (1493) y se encontraba en un estado lamentable, pero debido a que se trataba de un incunable, tenía un valor muy especial”, platicó durante el recorrido por las instalaciones de la Librería Regia que exhibe más de 150 mil tomos selectos y comunes.
Ejemplares ilustrados como el “México y sus alrededores”, “Monumentos de México”, de Pedro Gualdi y el “Álbum del Ferrocarril Mexicano” de 1878 contienen litografías y por ello, tienen un precio hasta de 200 mil pesos cada uno.
“Tiene mucho que ver al momento de comprar libros. Hay quienes los adquieren porque en la escuela se los piden, otros porque quieren leerlos, unos más porque lo escribió un amigo, porque forma parte de una serie de libros que deben tenerse o, simplemente, por colección”, indicó.
Hay quienes conocen un autor y se enganchan con él y como en las librerías de nuevo ya no existen los títulos, recurren a las de viejo para satisfacer sus necesidades.
Las primeras ediciones de cualquier libro de Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, José Emilio Pacheco, Jorge Luis Borges o Mario Vargas Llosa, por ejemplo, se venden a un precio muy alto, señala.
“Cien años de soledad” (1967) de García Márquez, que imprimió cerca de 5 mil copias, se oferta en 20 mil pesos en la Librería Regia.
“Si tuviera alguno autografiado por él, lo vendería hasta en 100 mil pesos”, mencionó al tiempo de mostrar ‘La danza de la muerte', de hechura fina que data de 1547 y posee grabados de Hans Holbein, cuyo costo asciende a 70 mil pesos.
Ninguno de los libros en acervo tiene una curaduría en especial o manejo de traslado.
“Quizá las normas me pedirían que usara guantes para hojear uno del siglo XVI, pero ninguno de los libreros en mi familia hemos trabajado así. Hace 20 años fui a una zona arqueológica y me maravillé con los grabados sobre piedra.
“De repente los toqué y la guía de turistas dijo que por esa razón las cosas de echan a perder, pues los turistas, con su manos grasosas, tocan las obras maravillosas del arte prehispánico. Cualquiera puede criticarme por tocar un libro con mis manos grasosas, pero para mí no tiene sentido”, sostuvo.
Muchos de los textos que le han llegado, guardan cartas, mensajes, estampas religiosas, billetes o monedas entre sus hojas, pero nunca se ha preocupado por conservarlos ni por leerlos.
Lo que sí cuida en revisar es si alguno está autografiado por el autor, pues, de esta manera, se incrementa su valor económico y sentimental.
“Tengo un libro que se llama ‘Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812' que tiene una carta dirigida al corregidor de Querétaro. Evidentemente, es algo valioso y por supuesto, no lo tiro. Cosas así no es común que nos lleguen”, destacó.
Obras de ciencia ficción, biología, medicina, historia de México, historia universal, sociología, psicología, economía, herbolaria, salud, filosofía, esoterismo, deportes, idiomas, manualidades, contabilidad, derecho, periodismo y religión, entre otros temas, habitan en los estantes de las librerías de viejo.
“Hay quienes los buscan porque quieren leerlos y disfrutarlos, otros para adornar su casa, aunque nunca los vayan a leer, porque si bien, hay quienes tienen grandes bibliotecas, pero nunca han abierto un libro”, apuntó.
En una de las escenas de la película “El profe” (1971), que protagonizó Mario Moreno “Cantinflas”, se muestra a una cabra que se come un libro, mismo que fue adquirido en una de sus librerías.
“También vendí un lote de 4 mil libros en unos 70 mil pesos, para la filmación de la película ‘La leyenda del zorro' (2005) que se desarrollaba en el siglo XIX. Lo mismo que para la producción de ‘Antes que anochezca' (2000), donde aparece la biblioteca”, recordó.
En alguna época, las librerías de viejo fueron un gran negocio, pero de diez años a la fecha, ya no lo son.
“Las ventas han bajado notablemente, hasta en un 50 por ciento. Es increíble que mis hermanos y yo tengamos librerías tan gigantescas y vendamos tan poco. Apenas si cubro los gastos para cubrir la nómina de los empleados, por ello es que, a corto plazo, cerraré unos tres locales”, reveló el librero de 60 años.
A través de la página en Internet www.libreriasdeocasion.com también coloca a la venta varios de los títulos que día con día bajan su precio para que salgan.
“Algunos los daba en 70 ó 50 pesos y ahora los tengo que dar en 10 pesos, pero ni así se venden, entonces, los tiro a la basura. No tiene caso conservarlos más porque me quitan espacio”.
En opinión de Juan Antonio López Casillas, la gente ha dejado de comprar libros porque la economía es mala en México y porque los sistemas informativos han cambiado.
“Antes, la gente buscaba un libro para informarse sobre algún tema, pero ahora todo lo que desean saber, lo hallan en su teléfono. Basta con conectarse a Internet, explorar Wikipedia y toda la documentación está a su alcance”.
En octubre próximo, López Casillas y sus hermanos publicarán un libro en el que narrarán su experiencia en las librerías de viejo.
rqm