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Fernando del Paso depositó este jueves en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes de Madrid parte de su legado sentimental. Dos días antes de recoger este sábado el premio Cervantes de manos del Rey de España, el autor de Noticias del Imperio echó la llave a la 1501, una caja fuerte llena de recuerdos que debe ser abierta sólo dentro de 100 años.
La sede del Instituto está junto a la Gran Vía madrileña, en el edificio que ocupó el Banco Español del Río de la Plata. En su cámara acorazada, ahora dedicada a conservar recuerdos de figuras de las letras hispanoamericanas, Del Paso dejó una primera edición de sus dos primeras novelas, José Trigo y Palinuro de México, un CD con fragmentos de su obra leídos por él, una copia de su discurso de agradecimiento y una camisa rosada del poeta tabasqueño José Carlos Becerra, de la que contó su emotiva historia: cómo la heredó tras ocupar la habitación de Becerra en Londres poco después de su muerte, y cómo siempre la ha vestido para darse coraje para escribir “en los momentos de desánimo y escepticismo”.
Rodeado de personalidades de la cultura y de familiares que no contuvieron las lágrimas, el escritor, octogenario, aseguró que entregar la camisa no significa que no vuelva a escribir, y que espera ponérsela “metafóricamente” en cuanto se haya recuperado de las secuelas del infarto que sufrió hace tres años y que lo mantiene alejado de la literatura.
En un encuentro previo con la prensa en la Biblioteca Nacional, el escritor se explayó hablando de lo que significa para él recibir el premio Cervantes (“un halago”) y de su relación con España y su literatura (“la amo”). “El jurado calificó mi literatura de riesgosa. Entonces supongo que su decisión también es riesgosa”, bromeó. Recordando que Del Paso es el sexto mexicano que recibe el que se considera el galardón más importante de las letras en castellano, el secretario de Estado de Cultura de España, José María Lassalle, se alegró de que “el Cervantes sea un premio mexicano”. Del Paso lo atribuyó a que “hay muy buena literatura en México”, aunque enseguida añadió con su habitual ironía: “a menos que el premio se equivoque”.
La dura disciplina que requiere la literatura fue otro de los temas sobre los que quiso insistir el escritor. Del Paso recordó sus difíciles comienzos, cuando escribía de noche y de pie para no dormirse después de terminar su jornada laboral de publicista. También, que la vida del escritor nunca fue fácil, y por ello pidió al Estado mexicano ayudas como una pensión y un seguro médico para escritores.
"México es un país en decadencia"
Siguiendo su afición por las intervenciones reivindicativas, Del Paso no tuvo inconveniente en repasar algunas claves de la actualidad nacional. Aseguró que "México es un país en decadencia" pues ha tenido “muchos gobernantes ineptos y ambiciosos”, pero también culpó de los actuales problemas a los ciudadanos y al “escepticismo cultivado durante siglos”. Por eso animó a los mexicanos a “reaccionar y poner más de su parte”. “Tenemos aún una mentalidad de países colonizados, y es hora de deshacerse de ello”, llegó a decir Del Paso en los pasajes más políticos del acto.
El escritor prefirió dejar en el apartado de los silencios el contenido de su discurso del sábado y sólo detalló que presentará una tercera versión de la original. “Hice una segunda muy larga. Mis hijas me recomendaron retocar algunas cosas. 'Este punto es muy grosero' me dijeron”, bromeó. El discurso resultante espera que tenga impacto internacional, con “un poquito de política” y mucha literatura. A la espera de las palabras del sábado, Fernando del Paso deja en una cámara acorazada de Madrid una parte importante de sus 60 años de carrera literaria. Tras girar la llave de la caja 1501, formuló las palabras que rubrican un contrato que debe durar un siglo: “Queda hecho el depósito”.
rqm