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ssierra@eluniversal.com.mx
Desde hoy, en Bellas Artes se puede ver y escuchar un conjunto de 200 obras entre pinturas, murales, fotografías, caricaturas, revistas y dibujos, y 23 películas y 40 audios de aquellos grandes artistas mexicanos de inicios del siglo XX, a quienes ahora se les presenta menos desde la visión del nacionalismo y más a partir del arte moderno internacional.
Son 200 obras de los tres grandes —Rivera, Orozco y Siqueiros—, de Frida Kahlo, Manuel Álvarez Bravo y Rufino Tamayo, y de otros de quienes hubo omisiones, olvidos o lecturas que reducían su obra a un estilo o hecho: Dr. Atl, Roberto Montenegro, María Izquierdo, Alfredo Ramos, Antonio Ruiz El Corcito, Emilio Amero, Mardonio Magaña, y de pintores relacionados con Los Contemporáneos y el Estridentismo, entre muchos otros.
Son obras que provienen de 71 colecciones de México y Estados Unidos, que fueron reunidas para la exposición por un equipo curatorial de los museos de Arte de Filadelfia, donde más de 100 mil personas la vieron a finales del año pasado, y de Bellas Artes, donde se expondrá hasta el 7 de mayo.
Pinta la Revolución. Arte moderno mexicano, 1910-1950 es una exposición que buscó que “no hubiera las omisiones que alguna vez hubo en el relato nacionalista mexicano”, de acuerdo con Renato González Mello, uno de los curadores de la exposición. Dafne Cruz Porchini, otra integrante del equipo curatorial, enfatiza el trabajo por “incorporar la asimilación del lenguaje modernista internacional” entre este grupo de artistas y, como un hallazgo más en la exposición, destaca que se hacen visibles ciertas “redes transnacionales” entre México y Estados Unidos. Mark Castro, otro de los curadores (el cuarto fue Matthew Affron) cuenta que en Filadelfia, el público —que ya conocía a los “tres grandes”— al ver la muestra supo de la “diversidad de obras en el arte mexicano que no conocían, y buscó aprender más, por ejemplo, de artistas como Adolfo Best Maugard”.
Los no vistos. La exposición inicia con las obras que se realizaron en las primeras décadas del siglo XX; con Saturnino Herrán, Francisco Goitia. En la primera sala coinciden dos obras de 1921, que son el autorretrato de David Alfaro Siqueiros, y un retrato que Dr. Atl hizo de Nahui Ollin. Aparece allí un hallazgo muy importante y es el de un final alternativo de Vámonos con Pancho Villa, de 1936. Más alla, junto a los Zapatistas de Montenegro se encuentra una escultura de Magaña.
La exposición plantea algunos diálogos entre las obras de Siqueiros y Kahlo, que está claro en la siguiente sala donde se presentan de Siqueiros la obra Volúmenes y texturas, otra pieza poco conocida en México, y de Kahlo su pintura Autorretrato en la frontera entre México y Estados Unidos.
“El autorretrato de Frida Kahlo —explica Mark Castro— es una de las obras icónicas en la exposición, la pintó cuando viajaba por Estados Unidos con su esposo; se muestra, por un lado la idea que tenía de los Estados Unidos con sus máquinas modernas y, por otro lado, la vista de la vida mexicana, la pirámide, unos iconos; muestra que Kahlo tenía un interés grande por los Estados Unidos, pero sentía que faltaba algo, que México tenía algo que los Estados Unidos no”.
Como parte de esas otras relaciones que presenta la muestra se recogen aquí los bocetos que Rivera creó para el telón del ballet Caballos de Vapor, obra que fue compuesta por Carlos Chávez; y junto a los estudios para el telón se presenta una pieza inédita, una versión del concierto bajo la dirección de Silvestre Revueltas.
A lo largo de la exposición se ven tres murales que fueron digitalizados para su exhibición en Estados Unidos y México: El corrido de la Revolución Agraria y El corrido de la Revolución Proletaria, de Rivera, del edificio de la SEP; El retrato de la burguesía, de Siqueiros para el Sindicato Mexicano de Electricistas, y The Epic of American Civilization, de Orozco, que creó en Darmouth College, en Hanover.
La muestra, organizada en las secciones temáticas Modernismo y mexicanidad; Pinta la Revolución, En la Ciudad, Pinta los Estados Unidos y Alegorías oscuras, incorpora obras de colecciones de los dos países e ideas que, de acuerdo con González Mello, se han desarrollado en la historiografía del arte mexicano en las últimas tres décadas y que le dan mayor pluralidad. Hay un énfasis en mostrar una obra crítica de este grupo de artistas. Como ejemplo, el investigador cita que se han reunido obras en torno de la II Guerra Mundial, algunas muy apocalípticas, como la pintura Guerra, de Siqueiros (donada por Inés Amor al Museo de Arte de Filadelfia en los 40).
“Más que los artistas, hay aquí obras que se habían visto poco. Alfredo Ramos Martínez tiene un lugar distinto, siempre había sido el profesor de la escuelas al aire libre, ahora lo ponemos como un artista con métodos más agresivos, con una iconografía de mayor compromiso social”. Otra obra que destaca es el fresco Soldadura eléctrica, que Rivera hizo”.
Los investigadores encontraron que el grueso de las piezas se refiere a los años 30: “Fueron años de un debate ideológico, eso pasó de los libros de historia a la realidad del debate contemporáneo y es el recordatorio de que la historia nunca puede considerarse superada”, plantea González Mello.
La curadora Dafne Cruz recuerda que un antecedente de esta exposición tuvo lugar en 1943, cuando en el propio Museo de Arte de Filadelfia se presentó Mexican Art Today: “Desde aquel entonces no se había hecho una panorámica sobre arte moderno. Otras exposiciones han sido abarcadoras de más periodos. Generalmente se conoce más la historia del arte mexicano por la vertiente nacionalista, por privilegiar los temas indigenistas; lo que hicimos fue incorporar esta asimilación del lenguaje modernista internacional. Ver piezas que casi no se habían exhibido. Por ejemplo, Amero va a ser una especie de descubrimiento”.
En abril, se sumará a la muestra Baile de Tehuantepec , de Rivera, que hoy se expone en España.