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La efervescente modernidad mexicana de 1900 a 1950 toma el Grand Palais de París a partir de mañana con una muestra dedicada a ese momento histórico en el que, fuera y dentro del país, no solo brillaron sus figuras más célebres como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros o José Clemente Orozco.
La exposición reúne por supuesto grandes joyas de esos tres muralistas internacionales, "los tres grandes", pero va mucho más allá y expone junto a su trabajo obras maestras de otros enormes artistas menos conocidos fuera de sus fronteras.
Es la primera panorámica organizada con un conjunto tan amplio de ese período fuera de México, y brinda una impresionante paleta de artistas por descubrir y redescubrir, de Rufino Tamayo a Francisco Goitia, Marius de Zayas, Francisco Díaz de Leon, Roberto Montenegro o Ramón Cano Manilla, entre muchos otros imprescindibles.
Las artistas ocupan un capítulo a parte para demostrar mejor cómo y cuán numerosas e importantes fueron, subrayó en declaraciones el hasta hace unas semanas director del Museo Nacional de Arte (Munal), coorganizador del evento, Agustín Arteaga.
Al igual que sus compañeros de celebridad mundial, Frida Kahlo, de quien cuelgan telas tan icónicas como "Las dos Fridas" (1939), no está ni mucho menos sola en ese espacio, ideado, justamente, para sustraerlas del contexto masculino donde suelen caer relegadas.
Lejos de ser tratadas "como extensión o sombra de parejas que de hecho formaron por poco tiempo", "las mujeres fuertes", como titula su sección, tienen personalidad propia, y con su creatividad y sus propuestas totalmente independientes "se ven como un grupo que es realmente la voz de un género", resaltó el comisario.
En materia de género, había una intención suplementaria: la de demostrar que si bien Kahlo "se ha convertido en una figura de culto, es parte de un contexto y no es la única ni la primera", sino que comparte la escena con otras audaces y brillantes colegas como Nahui Olin, Tina Modotti, María Izquierdo, Olga Costa o Lola Cueto.
Descubrir su trabajo, que puede resultar tan seductor y sorpresivo como aquellos "que creemos conocer", es uno de los retos de esta exposición, reflejo, igualmente de las nuevas relaciones bilaterales entre Francia y México tras unos años difíciles superados en 2013.
"La intención es hacerle accesible al público las grandes piezas del arte mexicano reconocidas históricamente y al mismo tiempo mostrar que hubo otros lenguajes y otras historias, mas allá de lo que tenía que ver con una realidad social y política", dijo el experto.
Esas búsquedas, diferentes y simultáneas, ofrecen "un panorama de lo que es verdaderamente la escena mexicana en esta primera mitad de siglo" y permiten comprobar, por ejemplo, que el deseo artístico de recuperar la tradición indígena existía ya a finales del XIX, apuntó Arteaga, nuevo director del Museo de Arte de Dallas (EE.UU.).
La voluntad de separarse de España y del pasado virreinal coexistía ya entonces con el deseo de mostrar que antes había habido una cultura milenaria, "que seguía viva y estaba representada en las tradiciones de los campesinos y los indígenas", añadió.
Abierta hasta el próximo 23 de enero, la muestra aspira a hacer comprensible que el proceso del arte moderno mexicano "no es en absoluto resultado exclusivo de la Revolución, sino que hay todo un trabajo anterior", y busca igualmente descubrir el arte de "los mexicanos de París" o el creado entre México y Estados Unidos.
El surrealismo, cuando México fue destino privilegiado de artistas europeos que huyen del franquismo y el nazismo, pone el broche final a esta reunión de más de 200 cuadros, esculturas, dibujos y breves fragmentos de películas, de Serguéi Eisenstein a Luis Buñuel, así como algunas obras de artistas contemporáneos.
En un principio, la idea era que se enfocará exclusivamente en las más grandes firmas, pero desde el Munal se quiso superar esa visión y permitir ver a esos otros artistas que "dentro de su magnificencia, los más conocidos eclipsaron de alguna manera en el imaginario colectivo de una representación nacional del arte".
La muestra se beneficia de préstamos excepcionales procedentes de una decena de museos como el Reina Sofía de Madrid, el Metropolitan de Nueva York o el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, así como de más de treinta pinacotecas, colecciones privadas y fundaciones de México.
nrv