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abida.ventura@eluniversal.com.mx
16 de septiembre, fiesta nacional por la Independencia de México. Mientras la mayoría descansaba tranquilamente en su hogar, una noticia en Twitter hizo levantar de un brinco a más de uno de la cama: “Falleció Teodoro González de León, un ícono de la arquitectura mundial”, confirmaba el secretario de Cultura, Rafael Tovar y de Teresa, en la red social.
“¿Se murió Teodoro? ¿Cómo? ¡No puede ser!”, expresaba con gran conmoción del otro lado de la línea el arquitecto Fernando González Gortázar, uno de los amigos y colaboradores más cercanos al autor de algunos de los edificios más emblemáticos de la capital. “Lo primero que se me ocurre decir es que me duele la pérdida de un amigo de casi medio siglo”, expresó con un nudo en la garganta.
El también urbanista y escultor no fue al único sorprendido con la muerte del arquitecto, discípulo de Le Corbusier. Una de sus hijas, Sofía González de León, contó que habló con él apenas ayer, después de que había mandado a todo el personal de su despacho a descansar. El único que contestó el teléfono fue su chofer y se comunicó. “Le dije: ‘quiero saber cómo estás’, porque había tenido unos días con problemas gastrointestinales y él dijo: ‘acabo de nadar, estoy a toda madre’. Así que se fue en paz, tuvo una vida plena, estuvo lúcido, creativo, hasta el último instante”, expresó su hija a la prensa, que desde el mediodía comenzó a invadir las salas de la funeraria del Panteón Francés.
Desde la mañana, sus hijos Sofía, Berenice y Diego, su viuda Eugenia, personal de su despacho, familiares y amigos más cercanos se reunieron en la sala Bretagne del panteón ubicado en San Joaquín para darle el último adiós al arquitecto.
Poco a poco, a lo largo del día, comenzaron a llegar las coronas y los mensajes de condolencias. Alrededor de su ataúd se fueron sumando arreglos florales y coronas enviadas por amigos de la familia e instituciones culturales: Secretaría de Cultura, Auditorio Nacional, Instituto Nacional de Bellas Artes, El Colegio Nacional. La Presidencia de la República también hizo llegar un arreglo floral.
Los arquitectos Felipe Leal y Miquel Adrià fueron de los primeros en llegar a la funeraria para expresar su pésame. Ambos destacaron la trayectoria y legado de este notable arquitecto que tenía claro que en esta disciplina la experiencia es vital. “Él recordaba que Le Corbusier le decía que en la arquitectura no hay Mozarts, que no hay arquitectos precoces; lo que importa, pues, es esa larga trayectoria que él ha sabido llevar a cabo a lo largo de tantos años”, comentó el director de Arquine, quien prepara un documental sobre su vida.
Adrià sostuvo que Teodoro González de León siempre imaginó una Ciudad de México mejor, “una ciudad que fuera capaz de rescatar la ciudad lacustre, que tuviera imaginación a largo plazo... desconfiaba mucho últimamente de la capacidad, de la política de los gobiernos para gestionar porque eran cortoplacistas, miopes y él creía en acciones puntuales, en edificios y conjuntos que fueran hitos”.
También llegaron a la funeraria algunos políticos, como el ex candidato a la Presidencia de la República, Gabriel Quadri, y Porfirio Muñoz Ledo. El fundador del PRD dio el pésame a la viuda del arquitecto, Eugenia Sarre, y tras unos minutos con la familia habló con la prensa: “Fue uno de los grandes artistas plásticos de este país. Un arquitecto de una dimensión excepcional, un hombre que entendió siempre la relación entre la obra arquitectónica, que es arte, y su papel en la regeneración urbana. Un hombre de enorme talento, de gran imaginación y un amigo excepcional. Espero que tenga los homenajes y el reconocimiento que merece”, expresó.
Por la tarde también acudieron los historiadores Alejandra Moreno Toscano, Enrique Florescano y Enrique Krauze, así como algunos de sus colaboradores más cercanos: Aurelio Nuño Morales y Francisco Serrano, con quienes proyectó el Parque Tomás Garrido Canabal, en Villahermosa, Tabasco, entre 1983 y 1985.
Fue un gran pensador de la arquitectura, expresó Nuño Morales, quien lo describió como una persona con una ética profunda. “Constantemente cambiaba de decisiones y decía ‘acuérdate de que lo único que importa es lo que queda, no lo que pudo haber sido’... Tenía como objetivo hacer muy bien las cosas y hasta el último día ver como lo podía hacer mejor. Es totalmente cierto, lo que importa es lo que queda. La presencia de su obra, no sólo en la Ciudad de México sino en muchos ciudades del país, está ahí. Ese es su legado.”