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—Yo vine a la Universidad y aprendí a respetar la vida.
—Desgraciadamente las puertas del saber no están abiertas para todos.
—Tengo la fe absoluta de que algún día terminarán por abrirse.
El diálogo que sostienen los personajes que representan Silvia Derbez y Joaquín Cordero en El río y la muerte (Luis Buñuel, 1954) es una escena que en muchos sentidos refleja el espíritu del libro Exterior: Ciudad Universitaria. Toma Uno... se filma, investigación del crítico Rafael Aviña.
El libro, que se publicó en los 55 años de la Filmoteca de la UNAM, recupera la historia de los filmes realizados en este espacio durante poco más de seis décadas (de 1953 a 2014).
Despliega cronológicamente la historia de la filmografía que hace referencias al espacio o tiene escenas allí. Es también una historia de la juventud en el cine, de cómo este arte captó los cambios de arquitectura y urbanismo en la ciudad de México con la construcción de la CU, y de hitos de la historia de la UNAM y en consecuencia de México.
El río y la muerte resume un momento de cambio, de aspiración, de paso a la modernidad. Fue filmada dos meses antes de que iniciaran los cursos en CU y en la escena se ven la Rectoría y la Biblioteca Central.
Como este filme, directores mexicanos y de otros países han realizado más de 70 en las instalaciones de la Universidad, espacio inaugurado en 1952 por el entonces presidente Miguel Alemán, aunque en el 53 tuvo lugar la mudanza y los alumnos llegaron hasta el 54.
Entre muchas que se filmaron allí están: Crisol del pensamiento (1952), Siete mujeres (1953), Ansias de matar (Estados Unidos-México, 1955), La locura del rock and roll (1956), En carne propia (1959), Teresa (1960), Serenata en noche de luna (1965), Patsy, mi amor (1968), El grito. México 1968 (1968-1970), Ya somos hombres (1970), Chin chin, el teporocho (1975), Retrato de una mujer casada (1979), Sexo, pudor y lágrimas (1998), El cielo dividido (2006), Rudo y cursi (2007), Flor de fango (2011), Tlatelolco, verano del 68 (2012), La dictadura perfecta y Güeros (2014).
El libro, editado por la UNAM, está organizado por décadas, a partir de los años 50; su capítulo final va de los 90 hasta el nuevo milenio, y contiene un capítulo sobre cortos documentales.
El autor presenta en cada caso los créditos correspondientes acompañados de una sinopsis, un comentario crítico y fotografías. Quiso incluir toda esta información porque la historia de muchas cintas es casi inaccesible.
Cambio de set. En entrevista, Rafael Aviña acota que los espacios y arquitectura de la UNAM fueron sumamente modernos, originales y propositivos, nunca antes vistos en México. “Mucho tuvo que ver esta construcción alemanista de ese México moderno”, dice el crítico quien no duda en afirmar que México fue otro después del alemanismo: “Antes era un México más tradicional, convencional, muy nacionalista, chapado a la antigua. Con Alemán llegaron innovaciones pero también problemas”. Agrega que CU representó una ciudad dentro de otra ciudad:
“Literalmente, la Ciudad Universitaria cambió el rumbo de la ciudad. La Universidad, de alguna forma, sin que se hubiera pensado así, creó de manera paralela un nuevo género cinematográfico porque los jóvenes, en el cine mexicano, prácticamente no existían. Hasta los años 50 los personajes en el cine eran las mamás, los charros, las cabareteras, las prostitutas y niños que estaban presentes como carne de cañón melodramática”.
Hasta entonces, sostiene el crítico, los jóvenes eran como “monstruos con acné y tobilleras que no existían”. En ese sentido, la creación de Ciudad Universitaria representó la creación de otro tipo de estudiante.
Otro aspecto central para el cine fue la nueva arquitectura. “Los productores se dan cuenta de que no tenían que construir un set, ahí estaba, era la Ciudad Universitaria, en la que podían ocurrir historias como las de Teresa o Jóvenes rebeldes.
“Cuando se inaugura Ciudad Universitaria, además de la rocola aparecen espacios como la gradería de CU. Era otro tipo de jóvenes y otra generación de actores. Ya era imposible poner ahí a Joaquín Pardavé, a Emilio Tuero, podían aparecer pero no ser los muchachos. Una nueva generación de actores surge: Tere Velázquez, Julio Alemán, Fernando Luján, Alfonso Arau...”
El fenómeno era mundial; los jóvenes fueron vistos por el cine, la música, el mercado. “Eso atrae a un nuevo público que antes no se pensaba que era importante. Entienden que el joven es económicamente activo”.
La investigación de este libro partió del proyecto de una exposición, una propuesta de la directora de la Filmoteca, Guadalupe Ferrer Andrade; en un primer momento se planteó exhibir las fotografías de alrededor de 15 cintas, pero Aviña poco a poco encontró muchas otras; eran cintas de toda clase.
“La mayoría, sobre todo las de los años 50 y 60, películas que la crítica despreció por ser de fórmula, porque eran de los piques entre el Poli y la UNAM, o eran de bailes; películas que no tomaban muy en serio. Pero son películas que acaban siendo documentales de la época”.
Algunas fueron realizaciones de directores extranjeros. “Eran serie B, de horror, de suspenso, de misterio, encontraron un set exótico dentro de este México moderno, que podía servir para sus elucubraciones extrañas, para El Escorpión negro, El ídolo viviente, Ansias de matar.
Buena parte de las fotografías provienen del Centro de Documentación de la Filmoteca de la UNAM, que tiene 80 mil stills identificados, carteles y toda clase de documentos. De algunas de las cintas no se encontró material, fue el caso de Siete mujeres; en otras se acudió a fotogramas, El escorpión negro o Retrato de una mujer casada. En las más recientes, proporcionaron materiales los realizadores.
Para Aviña, todas las películas aportan algo: “Retrato de una mujer casada, de Alberto Bojórquez, es extraordinaria; no sólo da una visión de los universitarios de los 70, sino la visión de la mujer, que no sólo era ama de casa sino trabajadora y estudiante; es una visión escabrosa, dura, del machismo”.
Pero para el crítico, sin duda la película que es la “suma” del cine de Ciudad Universitaria, es El Grito, que habla del Movimiento Estudiantil del 68: “Lejos de ser un documental didáctico sobre el Movimiento, es un documental emocional, lo hicieron los alumnos y profesores del CUEC, Leobardo López Aretche era el realizador y Alfredo Joscowicz, su asistente. Estaban en ese momento, vivían esa realidad; fue un parteaguas”. En la misma línea, señala los cortos Entrevistas sobre la violencia en la Universidad, de mayo del 68.
De El río y la muerte, cinta sobre dos familias que se odian entre sí, cita la figura del hijo que decide irse de esa violencia y que entra a estudiar Medicina a la UNAM: “La película habla de cómo la educación puede cambiar esa visión de las cosas. Este 2016 vemos justamente que el hecho de las sociedades de México y los países hermanos latinoamericanos apostaron más por la frivolidad, la estupidización, la enajenación y el control de los pueblos que por la cultura. Vemos lo que está sucediendo ahora: estamos plagados de un mundo de ignorancia y violencia. Esas películas de los años 50 apelaban a eso, a lo que podía hacerse….