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En el marco del 150 aniversario de la entrada triunfal del Benemérito de las Américas a la Ciudad de México y a 50 años del mural Entrada triunfal de Benito Juárez al Palacio Nacional , su creador Antonio González Orozco (1933) recibió un reconocimiento del Instituto Nacional de Antropología e Historia ( INAH ).
El director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Diego Prieto, entregó al pintor y muralista un diploma y una réplica en plata del chapulín de carneolita, símbolo de Chapultepec.
“Es un homenaje al artista y difusor de los emblemas de la nación, al gran muralista que es Antonio González Orozco, quien también fue orgullosamente trabajador del INAH y sigue siendo miembro de esta gran comunidad”, expresó Prieto en el Alcázar del Castillo de Chapultepec.
En su oportunidad, González Orozco, recordó que el proyecto del mural le fue encargado por el entonces director del recinto, Antonio Arriaga Ochoa, en 1967, como parte de las actividades para conmemorar el centenario del Triunfo de la República.
El artista plástico, de 84 años de edad, quien fuera restaurador en el MNH, y alumno de Diego Rivera en la Antigua Academia de San Carlos, mencionó que la obra (de 6 por 4.5 metros) consigna la presencia de la carroza de Juárez frente a Palacio Nacional, de donde desciende acompañado de José María Iglesias y Sebastián Lerdo de Tejada.
“Cuando trabajaba el rostro de Benito Juárez, al verlo desde abajo, no me convencía como cuando lo veía desde arriba, se me desdibujaba por completo. Fue una verdadera lucha plasmar su expresión facial. Subía, bajaba y así estuve hasta que me convenció la imagen”, detalló el dibujante, grabador y escultor.
También recordó la ocasión cuando el grabador Leopoldo Méndez le preguntó por qué no empezaba a trabajar si ya tenía todo listo y él le respondió que le daba miedo. “Lo entiendo -dijo Méndez- porque sabe qué, a mí me pasa lo mismo. El único consejo que le puedo dar es que se trepe al andamio ya, usted tiene con qué hacerlo y lo va a hacer, súbase y comience. Al día siguiente empecé a trabajar”.
En ese mismo lugar, se realizó una jornada académica en la que el historiador Alejandro Rosas enfatizó que la entrada triunfal de Benito Juárez a la Ciudad de México, el 15 de julio de 1867, significó la victoria definitiva del pensamiento liberal y del proyecto de una República donde privaría el principio de igualdad ante la ley.
El catedrático e investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) comentó que el regreso de Benito Juárez -quien dejó la capital durante cuatro años para luchar contra la Intervención Francesa y el Segundo Imperio-, fue el corolario de un periodo intenso de guerras, rebeliones, golpes de Estado y esfuerzos por establecer la República, etapa que inicio en 1858 con la Guerra de Reforma, y concluyó con la caída de Maximiliano en 1867.
“Su entrada es el triunfo de la Reforma, de la separación Iglesia-Estado y, sobre todo, del principio básico de liberalismo político, de la igualdad ante la ley. Estamos celebrando la segunda independencia de México, como lo repitió cientos de veces en discursos, cartas y en cualquier mensaje que dio Juárez, desde que abandonó la Ciudad de México, en 1863, para defender la República”, afirmó el historiador.
El autor de la trilogía “Érase una vez en México”, relató que ese día, el Benemérito de las Américas, antes de entrar al Centro Histórico, detuvo la caravana encabezada por su carruaje (que se exhibe en el MNH) a la altura de la Alameda Central, donde esperó el momento propicio para ingresar a la Plaza Mayor.
Desde ese momento, la avenida que conocemos como Juárez tomo su nombre. Un detalle interesante es que Porfirio Díaz, quien había tomado la ciudad desde junio, no izó la bandera en Palacio Nacional, esperó que fuera el presidente Juárez quien lo hiciera.
En aquella época, en un Zócalo arbolado, el momento de su entrada triunfal fue de júbilo, apoteósica, era una victoria que quizá nadie esperaba. México demostró, con el fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo, que no era terreno fértil para ambiciones de nadie, subrayó.
El historiador de la UNAM destacó que fue precisamente durante este acto cuando Benito Juárez dijo la famosa frase: “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”. Y aunque hay quienes dicen que no era original de él, se inspiró en la obra de Immanuel Kant, La paz perpetua, para dicho apotegma.
Sobre el mural de González Orozco, Rosas destacó su sobriedad y sencillez, que lo alejan totalmente de ese nacionalismo revolucionario que ocupó toda la segunda mitad del siglo XX, y que nos pone en un momento íntimo para la patria, en un momento que fue fundamental para la república.
sc