A 58 años desde que la famosa perrita Laika, tripulante de la nave Sputnik 2, fue lanzada fuera de la Tierra y se convirtió en el primer ser vivo en orbitar el planeta, es bueno recordar el importante papel de los vuelos de animales como precursores de las misiones humanas.

En plena carrera espacial, el afán por conquistar el espacio era evidente y en poco tiempo se hicieron enormes avances. Laika partió escasamente un mes después de que el primer objeto artificial, el Sputnik 1, fue puesto en órbita. Antes de Laika varios perros habían sido lanzados a algunos kilómetros de altura, e incluso otros mamíferos, como Albert II, mono rhesus que alcanzó los 140 km de altura a bordo de un cohete V2, justo antes de comenzar la década del 50.

Pero en toda esta historia de aventuras espaciales, un capítulo importante lo han desempeñado las moscas.

La mosca de la fruta fue, en 1947, el primer animal en el espacio. Tres minutos después de despegar en un misil, y acompañadas de una buena ración de semillas de maíz, un grupo de moscas logró superar los 100 kilómetros de altura –límite a partir del cual se considera adentrarse en el espacio exterior– y fue rescatado en Tierra para estudiar el efecto de la radiación a la que estuvieron sometidas sin la protección de la atmósfera.

Sumadas a la exposición a la radiación, sabemos que las condiciones del ambiente espacial tienen efectos nocivos en el hombre.

En la actualidad, un gran número de investigaciones tienen como objetivo estudiar cómo nuestro sistema inmunológico es afectado por un viaje espacial. Algunos experimentos muestran cómo el ambiente de microgravedad puede alterar la habilidad de las células del sistema inmunológico e impedirles hacer su trabajo para defender al cuerpo de los microorganismos dañinos.

También se ha encontrado evidencia de que estos microorganismos podrían volverse más “agresivos” en ingravidez; por tanto, el efecto nocivo sería aún más perjudicial sobre el débil sistema inmunológico.

Las moscas han sido esenciales para profundizar en este conocimiento, ya que su sistema inmunológico es muy similar al nuestro. El ciclo de vida de estas especies es muy rápido (pocos días), por lo cual varias generaciones pueden ser estudiadas en un tiempo corto y su genoma está perfectamente registrado.

Un 60% de los genes de enfermedades humanas se puede identificar en el código genético de las moscas. En la Estación Espacial Internacional (EEI), las moscas también son protagonistas: viven en un laboratorio donde se prueban sus condiciones de vida y seguimos aprendiendo de ellas con miras a nuestro objetivo de viajar a otros mundos.

kal

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