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Cruz Carrillo, una mujer de 66 años del ejido El Perú, se quedó sin televisión por el apagón analógico en Torreón. Y se quedó sin su jornada al frente de la pantalla la cual iba de 12 del medio día a 8 de la noche. Y sólo porque la novela de las ocho no le gustaba. “Ya ando aburrida, ya qué veo”, comentó la señora en las primeras horas en las que la señal a su televisor, nomás ya no llegó desde el 29 de octubre.
La señora comentó que no tiene para comprar un decodificador porque recibe apenas una pensión de mil 800 pesos al mes. “Tenía dos televisores, ya para qué van a servir”, se quejó la mujer mientras encendió la caja que nomás mostraba rayas y una cortina azul.
¿Y qué veía, señora?
— Todas las novelas y todas ya se estaban acabando, el final, lo más bueno.
¿Cuál le gustaba más?
—La de las cuatro, Amor de barrio, trataba de pleitos de las familias y eso.
¿Y ahora qué va a hacer?
—Me va a sobrar el tiempo para hacer el quehacer. Seguía que los corazones, media hora de noticias, luego Laura, luego la novela, la rosa, hasta las ocho. Era todo el día.
La señora Cruz contó que su familia le reclamaba porque no limpiaba o no hacía la comida. “Ay voy, ay voy”, les decía y no iba porque estaba viendo la tele. Ahora no le queda de otra, dijo, que hacer las labores domésticas: lavar, limpiar y hacer de comer.
Sostiene que no obtuvo un televisor por parte del gobierno porque no estuvo inscrita en un programa social. A su nieto, Junior, le gustaba ver los Simpsons y ahora, platicó a lado de su abuela, preferirá acostarse y dormirse.
¿Y estudiar no?
—Eso no dice, pero no se crea, va a estar feo y hasta cuándo, pues yo creo que nunca porque no tenemos –expuso la abuela Cruz.
Cruz se levantó de la cama y apagó la tele, o más bien la caja inservible: “Qué feo que no ‘haiga’ tele o más bien que no ‘haiga’ dinero para comprar una pantalla…”.
Aunque en bazares al sureste de Torreón, contó Luis, el encargado de uno, aumentó hasta 60% la visita de clientes a empeñar, principalmente televisores que entregó el gobierno.
“Llegaban y nos preguntaban si tomábamos las pantallas del gobierno y les decíamos que sí. Como 30% no la recuperó”, dijo.
¿Y cuánto les daban?
—500, 600 pesos.
También el jueves, el día del apagón, mucha gente desprevenida acudió a los bazares a comprar un televisor digital. “Ese día vendimos 10 televisiones”, contó el encargado de la casa de empeño.
“Con una no es suficiente”. María Elba Villa tenía tres televisores y el gobierno nomás le dio una pantalla. “Ahora estamos todos hechos bola, mire, camino yo y ahí vienen conmigo”, comentó la mujer de 51 años, vecina de la colonia Luis Donaldo Colosio, al sureste de Torreón, mientras señalaba a sus nietos que estaban sentados.
La principal afectación, platicó María Elba, es que ya no se va a enterar de las noticias ni de las ofertas comerciales que salían entre cada novela. “El gobierno nos mandó a la jodida”, opinó. “No se pusieron a pensar en las personas de la tercera edad que ya no tienen dinero para comprar esos aparatos”.
María Elba, empleada doméstica, pensó que el apagón sería hasta diciembre, pero una noche antes se enteraron que al día siguiente dejarían de tener distracción visual. Su esposo, obrero de oficio, se levantó tarde a su trabajo porque la caja, que funcionaba como despertador, nomás ya no despertó.
“Aquí somos tres familias, mis dos hijas y yo. Toda la gente, por toda la cuadra vaya y les van a decir lo mismo. Todos estamos hechos bola, definitivamente no fue suficiente”, insistió.
Ana de la Cruz también consideró que fue insuficiente. Ella tenía cuatro televisores y ahora, una familia de 10 integrantes nomás se quedó con una. “Cada quien tenía su tele, no hay suficiente entretenimiento para los niños”, afirmó.
Uno de los televisores tenía juegos de video integrados y ni esos los agarró la televisión analógica. Sus hijos llegaban de la escuela, comían y se entretenían con la pantalla. “Ahora nomás andan grite y grite o con la bicicleta en la calle”.
Es bueno, que anden bicicleta.
—¡No qué! Me los atropella en la calle los malos –refirió la mamá.
Se van con las abuelas. Los hijos de Imelda Tavares optaron por irse con sus abuelas. A ellas sí les tocó pantalla digital del gobierno. A su esposo, trabajador de obra, no le alcanza para comprar un decodificador. O come o ven televisión.
“No tenemos Oportunidades o el de la leche y ahora nos quedamos sin nada”, se quejó Imelda, vecina de la colonia Zaragoza Sur. Ahora, la madre mejor se pone a limpiar o hacer quehacer; escuchar la radio. Pero ya no ni las películas ni las novelas”, lamentó Imelda afuera de su hogar.
A unos metros, Lorena caminaba por las calles. “No hay tele, por eso estamos afuera”, dijo a carcajadas. Lorena dice que sin televisión no podría enterarse si sucede algún desastre natural cerca de donde vive.
jram