Madrid. — El 8 de abril César Alierta será relevado en la presidencia de Telefónica por José María Álvarez-Pallete, quien desde hace más de tres años es consejero de la compañía.

En 16 años el grupo español ha quintuplicado su clientela, al pasar de 68 millones de usuarios a más de 341.

En el punto de mira inmediato de la sociedad se encuentra la competencia feroz con los gigantes digitales, como Google, Apple y Facebook.

El directivo aragonés, que el próximo mayo cumple 71 años, ha convertido al operador español en un referente mundial en el sector y líder en Latinoamérica, Brasil, Alemania y España. Pero además ha marcado la pauta a seguir en un grupo históricamente preocupado por anticiparse a las necesidades de los clientes y por cuidar la retribución de los accionistas.

Alierta tomó el mando de Telefónica en julio de 2000, en plena sacudida de la burbuja tecnológica, y cede ahora la empresa con una clientela sólo superada por los tres grandes operadores chinos, Vodafone y América Móvil.

La guinda se pondrá en los próximos meses, en cuanto las autoridades comunitarias autoricen la venta de la filial británica O2 al grupo Hutchison. La operación aportará más de 14 mil millones de euros a las arcas de Telefónica e insuflará recursos para afrontar los nuevos retos que demanda un mercado cada más global y digitalizado.

El pasado 26 de febrero, durante la rueda de prensa de presentación de resultados de 2015, Alierta respondió a la pregunta que seguramente ya tenía en mente desde hacía muchos meses atrás. “¿Hasta cuándo será presidente?”, le cuestionaron. Alierta respondió que “continuaría hasta que el consejo de administración decidiera lo contrario”, obviamente, bajo deseo expreso del ejecutivo. Y eso precisamente es lo que acaba de suceder. A partir de ahora, Alierta seguirá de consejero y se responsabilizará de los asuntos sociales y de progreso, canalizados a través de la Fundación Telefónica, de la que será presidente ejecutivo.

La jubilación de Alierta se cifra en 35.5 millones de euros, importe idéntico a la suma de todas las obligaciones que mantenía la compañía con su presidente. En la actualidad, el primer ejecutivo cuenta con más de cinco millones de acciones de su grupo. Con su retirada, Telefónica también aborda el relevo generacional, que ahora se suma a otros ya realizados en gigantes empresariales españoles como el Santander, El Corte Inglés o Inditex.

Los casi 16 años de gestión de Alierta al frente de Telefónica han estado marcados por el crecimiento, la diversificación y la rentabilidad para los accionistas. Lo que no proporcionaba la evolución bursátil, últimamente esquiva en reconocer las fortalezas de la compañía —según reiteraban sus directivos—, lo obtenía a través de la política de dividendos. De esa forma, a lo largo de los últimos años, Telefónica ha contado con una sólida política de retribución al accionista.

“Desde principios de 2013, fecha en la que Telefónica dio el banderazo de salida a su proceso de transformación hacia una teleco digital, la acción ha experimentado una revalorización de 30%, evolución que junto a los dividendos distribuidos a lo largo de estos dos años, ha generado una rentabilidad total para el accionista de 40%”, dijo.

Alierta tuvo claro desde el principio de su gestión la importancia de la diversificación geográfica de sus negocios. Bajo su mando se culminó el liderazgo en Latinoamérica, sobre todo en Brasil, Alemania, además de reforzar su ya heredada posición de dominio en España. Tras la etapa de crecimiento global, llegó el momento de revisar activos y establecer prioridades para no perder el paso. Así, también ha desinvertido en mercados que ya no encajan en la estrategia a largo plazo de una multinacional con el compromiso de convertirse en una Onlife Telco. Salió de Marruecos, Irlanda, República Checa y en breve sedespedirá del Reino Unido con la venta de O2.

Desde hace varios años, Telefónica no se conforma con ser una gran teleco, sino que sus miras apuntan a convertirse en el centro neurálgico de la conectividad de las personas. Pero, ahora, ya no basta con ofrecer las mejores conexiones de fibra óptica o 4G, sino que las compañías líderes han abierto los ojos a la importancia de los contenidos que fluyen por dichas redes. Con esa estrategia, Telefónica se ha propuesto consolidarse como la mayor compañía televisiva en habla hispana del mundo, en la actualidad en pugna con la mexicana Televisa. Este movimiento justifica la reciente compra de Digital +.

Los estrategas de Telefónica consideran que el futuro de las telecomunicaciones pasa por los servicios integrados, en los que convergen las conexiones de telefonía fija, móvil, banda ancha y televisión de pago.

A lo anterior se añadirán otras actividades relacionadas con la conectividad en el hogar, la seguridad, el Internet de las cosas, la salud y la educación. Y precisamente ese modelo de gestión, que Telefónica desarrolla en España, es el que pretende exportar al resto de sus grandes mercados.

El gran salto de calidad en Latinoamérica se produjo con la toma de control de Vivo, en 2010. Después llegó la adquisición de GVT, que convirtió Brasil en el principal mercado de Telefónica, tanto por número de accesos, con 100 millones de clientes, como por volumen de ingresos.

Y en Alemania, la adquisición de e-Plus convierte a la compañía en la mayor operadora móvil del mercado más importante de Europa, con más de 48 millones de accesos.

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