En los últimos días algunos editorialistas se han ocupado, con razón, de la reforma educativa en México. Por ahora, la preocupación de los analistas es la posición de los candidatos presidenciales respecto a la reforma. No invertir en educación, como sucede en nuestro país, parecería un complot, sotto voce, de nuestros gobiernos. Existe una relación directamente proporcional entre deseducación y pobreza y corrupción e impunidad. Educar requiere políticos educados y voluntad política.

Reflexionar, junto a los agobios de los editorialistas, acerca de la nutrición de madres embarazadas e infantes, es fundamental. Son diversas las fuentes confiables en nuestro país sobre la desnutrición y la obesidad. Más confiables son las madres jóvenes, cargando un bebé, apiñadas en las salidas de algunas carreteras; su retrato, introducir la mano vacía en la boca, es señal inequívoca de hambre.

Dentro de una miríada de datos provenientes de la UNICEF (Fondo Internacional de Emergencia de las Naciones Unidas para la Infancia) y de otras organizaciones, destaco tres. Primera. En México, en 2014, había en el país 21.4 millones de niñas, niños y adolescentes en situación de pobreza; de ellos, 4.6 millones en pobreza extrema. Segunda. La desnutrición crónica en zonas rurales es de 20.9%; 11.1 % en zonas urbanas. Tercera. En el grupo de edad de cinco a catorce años la desnutrición crónica en las poblaciones urbanas es de 7.25%; la cifra se duplica en las rurales.

No se requiere contar con saberes médicos para entender las consecuencias de la desnutrición materna en el bebé. Sobresalen: microcefalia —desarrollo insuficiente del cráneo, la mayoría de las veces asociado a atrofia cerebral—, pobre desarrollo psicomotor, alteraciones en lenguaje y audición, bajo coeficiente intelectual, disminución en las habilidades motoras, déficit de atención, osteogénesis imperfecta, diversas condrodistrofias y un largo etcétera. La desnutrición durante los primeros años de vida conlleva otras lacras: retardo en el crecimiento y en el desarrollo psicomotor, incremento en el número de enfermedades, menor desempeño intelectual, menor capacidad laboral y menos oportunidades para ocupar un lugar digno en la sociedad. La desnutrición disminuye el rendimiento escolar e incrementa el abandono escolar y se asocia a repetición de cursos. En niños y niñas desnutridos la probabilidad de completar la educación secundaria es once veces menor que en sus pares bien alimentados.

La obesidad, otra forma de malnutrición, se ha convertido en un problema muy serio. Nuestro país ocupa el nada honroso primer lugar mundial en obesidad infantil. De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, la desnutrición ha disminuido mientras que la obesidad y el sobrepeso han aumentado. La malnutrición le ha costado al país 2.3% del PIB, lo cual equivale a 28 mil 800 millones de dólares al año. Hay más de cuatro millones de escolares pequeños obesos, mientras que 3 de cada 10 adolescentes y 7 de cada 10 adultos son obesos o tienen sobrepeso. La obesidad tiene varias razones. La fundamental es la imposibilidad económica de ingerir alimentos sanos, léase, pobreza.

Nuestros gobernantes han dedicado mucho tiempo a hundir a la población. La nueva Trampa mexicana, la que suma desnutrición y obesidad, es inmensamente grave. Salir de ella es indispensable. La espiral de errores políticos y robos desmedidos (los hay medidos) han asfixiado al país. 70% de los adultos obesos representan un problema infranqueable. Algunas enfermedades asociadas son diabetes mellitus, infartos, insuficiencia renal crónica. La diabetes es el mayor problema que afrenta el sistema de salud y es la causa principal de muerte en adultos, primera causa de atención médica, y la enfermedad que consume el mayor porcentaje de gastos en las instituciones públicas. No hay y nunca habrá dinero suficiente para atender esos problemas (pido disculpas por mi escepticismo).

Desnutrición y sobrepeso son responsabilidad gubernamental. Quienes la padecen en la infancia son vulnerables y, carecen de oportunidades. Las desigualdades sociales determinan, desde el útero, el futuro y comprometen la educación y el posible éxito de cualquier reforma educativa.

La semana pasada concluí mi artículo con una cita de Hilary Putnam, “la pobreza es algo que la gente le hace a la gente”. Retomo su frase, infinitamente veraz en México, y agrego, “la desnutrición y la obesidad son acciones que los políticos mexicanos le han hecho y le hacen a sus connacionales”.

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