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Los principales partidos políticos, PRI, PAN y PRD, sufrieron una enorme derrota histórica en la pasada elección. Esas organizaciones, que durante décadas tuvieron la mayoría de la representación popular, fueron los beneficiarios de los recursos públicos, eran el principal canal de acceso al poder político, hoy están sumidos en el fracaso y la incertidumbre. Con el balance de votos y cargos que tenemos, ¿cómo se explica la caída de las tres fuerzas y el triunfo de una nueva organización, Morena, que será el partido dominante? Una hipótesis es que no se trató simplemente de una elección más, con ganadores y perdedores, sino de una voluntad masiva que demandó un cambio de rumbo, otra ruta a la que han seguido los partidos que han gobernado los últimos 30 años.
Con la llegada de la transición democrática arribó un modelo de competencia que generalizó el cambio de partido en los diferentes niveles de gobierno. El modelo de la reforma electoral de 1996 fortaleció el acceso de los partidos al financiamiento público y lo volvió dominante y, al mismo tiempo, permitió a la oposición acceder a los medios masivos, radio y televisión. Unos años después, en 2007, los partidos quedaron en el mejor de los mundos, su principal gasto se volvió gratuito y exclusivo en los tiempos del Estado. Diversas señales de alarma se fueron encendiendo en esos años, como el incremento en los costos del financiamiento, que en cada reforma se aumentaba el presupuesto para tener comicios cada vez más costosos. Por otra parte, la comunicación política de los partidos se convirtió en una multiplicación de millones de spots, que elección tras elección se convirtieron en una lluvia de mensajes sin ninguna utilidad. Sin duda, en la última campaña electoral fueron mucho más relevantes los tres debates presidenciales, que los millones de spots de los partidos.
La otra parte del problema fue la desvinculación entre partidos y ciudadanía. A medida que llegó la alternancia la representación políticas entró en una crisis. Las élites partidistas se fueron desconectando de sus representados. En la ecuación de contar con mucho dinero público y tener presencia mediática masiva, los ciudadanos quedaron fuera. La democracia representativa perdió apoyo, como lo muestran año con año los estudios de Latinobarómetro a lo largo del siglo XXI.
Estudios como El Informe País (IFE, Colmex, 2014) señalaron que en la opinión de siete de cada diez ciudadanos los políticos legislaban en función de sus intereses de grupo y que no les hacían ningún caso a los votantes. Esa ciudadanía desencantada y desconfiada fue la que decidió ponerle un alto a esos partidos en 2018. La desconexión, junto con el uso y abuso de los recursos públicos y un mundo de privilegios, eso que se ha llamado partidocracia, fue puesta contra la pared el pasado 1º de julio.
En apreciaciones post-elección, resultan importantes ciertos porcentajes. En las últimas semanas se ha visibilizado el interés en las dirigencias partidistas y lo que han dicho sobre su derrota, que por cierto no han logrado tener un buen diagnóstico porque no entienden qué les pasó, sólo reparten culpas, pero están lejos de una recomposición. Pero hay que entender también cómo ven los ciudadanos lo que pasó. Hace unos días se publicó una encuesta en donde se pregunta, “¿usted con cuál partido se identifica más?” y las respuestas fueron: con independientes un 45.6%, con Morena un 31.9%, y luego vienen la debacle, con el PAN sólo el 8.4%, con el PRI el 7.8% y el PRD se queda con el 1.2%. Al mismo tiempo, la intención de voto por AMLO sube hasta un 60.3%, es decir siete puntos más a lo que obtuvo en las urnas (EL UNIVERSAL, 15/VIII/2018). Las identidades se han vuelto mucho más líquidas (Zygmunt Bauman).
El quiebre de la partidocracia necesita producir otro modelo de representación, y no generar uno similar, pero con diferente color. AMLO en el 5° Congreso Nacional de Morena dijo que a ellos no les pasaría lo que a los otros partidos y que no repetirían las “lacras” de la política (influyentismo, nepotismo, sectarismo). Por lo pronto, ya se anunció que renunciarían a 50% del dinero público. ¿Qué garantía existe de que Morena no será el inicio de otra partidocracia?
Investigador del CIESAS