Las cuentas del mundo real. Al más inescrupuloso propagandista, al más audaz ‘vendedor’ de productos inexistentes, tarde o temprano termina por alcanzarlo —y exigirle cuentas— el mundo de lo real. A cinco semanas de las elecciones presidenciales, legislativas y otras de gran trascendencia para el balance del poder en México, y a cinco meses y días del término del periodo constitucional del presidente López Obrador, los hechos podrían colocarlo como uno de los grandes falsificadores de la realidad nacional y como el gran embaucador sobre los saldos reales de su desempeño. Pero, sobre todo, como un peligroso engatusador sobre los verdaderos objetivos que se propuso —y se propone— para cambiar el régimen político del país y perpetuarse con los suyos en los controles del mando. Es el sentido del programa impuesto por AMLO a su designada para sucederlo. En pocas líneas: terminar de destruir las instituciones de la democracia, acabar con los contrapesos y liquidar las garantías para la convivencia nacional armónica, bajo reglas claras, en aras de la polarización social que ha generado y administrado en su beneficio.

Un incentivo perverso. Un incentivo perverso para reafirmar ese proyecto radica en el temor a la pérdida o a la merma del poder este 2 de junio, porque ello implicaría rendición de cuentas de daños y engaños acumulados, de corruptelas exhibidas, de la cadena de actos de destrucción de valor del país por decisiones presidenciales, de las muertes evitables, multiplicadas por la criminal gestión en salud, del descarrilamiento de un cambio en marcha de sistema educativo a la altura de las expectativas de México y los mexicanos. Como cereza envenenada del pastel, el régimen tendría que dar cuenta de arbitrariedades y pulsiones dictatoriales en el mando. Al pánico al descorrimiento de los velos de propaganda —y a la exposición del desastre real— se atribuye la injerencia ilegal del Presidente en el proceso electoral y la percepción de preparativos para imponer de antemano un resultado electoral o, si algo fallara, para dinamitar el proceso. Por eso el Departamento de Estado estadounidense ya le envió a su Congreso un extenso informe sobre la situación de los derechos humanos, con su propia contabilidad sobre la impunidad a favor de los cárteles, sobre las agresiones presidenciales a la Suprema Corte y, entre otros datos ominosos, sobre las agresiones de Palacio a la prensa independiente, propiciatorias del alto récord de asesinatos de periodistas en el sexenio.

Vislumbre de la muerte. Pero la propaganda oficial dio un nuevo paso, siniestro, avalado por el Presidente en nombre de la libertad de creencias. Se promueven desde el régimen playeras de la secta de la Santa Muerte, vinculada a grupos criminales, con una calavera llevándose el índice a los labios en mandamiento de silencio. ¿Orden de ultratumba de callar las críticas a AMLO, o amenaza terrenal contra los críticos? La leyenda que envuelve la imagen: “Un verdadero hombre nunca habla mal de López Obrador”, copia de una pieza de propaganda del dictador venezolano Chávez. ¿Es la ruta para México? ¿O ‘sólo’ una muestra más de entendimientos del régimen y el crimen?

Sequía y despojo. Probablemente la mayoría oficialista en el Senado pase ya el Fondo de Pensiones para el Bienestar aprobado el lunes por los diputados del régimen. Y probablemente la Corte lo eche abajo por inconstitucional. Pero lo que ya es un hecho es la exhibición de la propaganda del “bienestar” para desviar partidas y ordeñas o devorar fondos y fideicomisos a fin de atender su sequía de recursos, instalado ya en más déficit y endeudamiento. En el presente caso, el régimen se da permiso para el despojo de fondos privados en determinadas circunstancias… que se podrían ampliar, con su eventual continuidad.

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