Se comienzan a abrir los debates que orientarán la discusión política de los próximos meses. El sentido de una campaña electoral se centra en el contraste entre diversos diagnósticos y pronósticos para el país. En el primero de los casos, las opciones políticas describen la situación del país. El oficialismo hablará de un México mejorado y de la necesidad de darle continuidad al proyecto presente. En este sentido, será interesante ver hasta dónde la candidata oficial a la Presidencia plantea diferencias frente al líder político de su movimiento, el presidente López Obrador y hasta dónde permanecerá bajo su sombra.

Ruptura y continuidad dibujaron las sucesiones en el pasado. Los grupos políticos han de renovarse (ruptura) en el contexto de una tradición política (continuidad). La no reelección presidencial es un límite al poder político de honda penetración en nuestra historia. La percepción de que la elección no implicará un desplazamiento del poder opera en contra del oficialismo. Ser títere es una debilidad, mientras que ser un sucesor conlleva la fuerza propia de lo renovado.

Por otra parte, la oposición tiene que plantear un panorama crítico. Ha de señalar los costos, efectivos y de oportunidad, que se desprenden del ejercicio del poder vigente. En este caso, lo interesante está en conocer en qué medida se reconocerán aciertos de la presente administración. Entre otras cosas, se compite por una base electoral que ha consolidado o acrecentado su posición en los años recientes. No se quiere plantear a la alternancia como una cancelación de derechos y oportunidades.

En mi opinión, lo más interesante será conocer las propuestas políticas que promoverá el siguiente gobierno. La campaña es un concurso sobre cuál de las alternativas ofrece un futuro mejor. Apenas se están perfilando los programas de gobierno que ofrece cada uno de los frentes en competencia. Sin embargo, a mí me parece que quien mejor intuye el temperamento del electorado es aquella que ofrece la expansión de la clase media en el país.

En primer lugar, porque es necesario superar la alarmante inequidad de la distribución del ingreso. Esta es una de las causas por las cuales el país no ha podido crecer económicamente en las tasas que requiere su población. México debe fortalecer su mercado interno, y ampliar la demanda de bienes y servicios producidos y prestados en el país. Es cierto que la innovación tecnológica amenaza con construir un mercado de una oferta altamente productiva y una caída drástica en la demanda. La clave del crecimiento se debe centrar entre otras cosas en la generación del empleo. La consolidación de un mercado interno no amenaza al fortalecimiento de nuestro sector exportador, en tanto que los bajos salarios no sean el factor que nos hace competitivos. Por ello, toda capacitación de nuestra fuerza de trabajo es la clave para sostener las oportunidades que genera el nearshoring.

En segundo lugar, es imperativo abatir la pobreza. Ésta ofende y lastima a quien la vive y a quien la observa. Sólo se alegran por ella, aquéllos que la promueven para consolidar una clientela política, o bien, porque su utilidad se basa en la explotación económica de sus trabajadores. Ya Rawls en su teoría de la justicia expresa un principio, que, aunque difícil de medir, contiene una postulación ética sobre la riqueza legítima. “Nadie debe concentrar recursos y oportunidades en una sociedad cuando esto lastima a quien menos recursos y oportunidades tiene”. Así pues, el carácter emprendedor que innova y que compite para dar una mejor calidad o precio a lo que ofrece en el mercado es una condición esencial para un crecimiento económico justo y equitativo. Se trata de proteger a quien menos tiene, pero también de promover a quien hace más. Entre estos dos puntos puede y debe existir una total armonía. Los países industrializados son la mejor prueba.

En tercer lugar, el fortalecimiento de la clase media se traduce en una mayor pluralidad social, cultural y política. Cuando una persona tiene las herramientas para formar un proyecto de vida desde el cual sirve a los demás, construye una diversidad de orientaciones, actividades y proyectos que representan el ejercicio de las libertades fundamentales. La libertad pasa por satisfacer las necesidades básicas y favorecer las oportunidades de todos los miembros de una comunidad. Quien está sometido por la necesidad, es decir por la falta de alternativas, carece de libertad.

Yo espero que haya mucha tela de dónde cortar, y que las campañas no se centren en una mercadotecnia hueca y tramposa. No subestimen al electorado, que siempre tiene buenas razones para justificar sus decisiones. No se podría comprender el arribo de López Obrador a la Presidencia sin un hartazgo por la corrupción de una clase política marcada por la frivolidad. Llenemos de buenas razones a los electores, y en una de esas, podemos reconstruir una gobernabilidad democrática que no discrimine a nadie.

Abogado y exsecretario de despacho

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.