El lunes 29 de abril la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) denunció la desaparición del Obispo Emérito de Chilpancingo Salvador Rangel. Como era de esperarse, conmocionó a la opinión pública nacional, debido a que el prelado es reconocido como un promotor de la paz en una entidad que vive en incondicional violencia, incluso, ante el expresado disgusto del régimen morenista, recientemente alcanzó un acuerdo entre los grupos delincuenciales que se disputan la plaza para frenar la andanada de asesinatos en contra de la población civil.

Monseñor, crítico de las políticas lopezobradoristas, se concentró en la defensa de los derechos comunes yendo más allá de su grey, pues si bien existe una marcada presencia de la Diócesis en Guerrero, cobijó en su dialéctica a todos sin importar la fe o doctrina profesada. Con valentía enfrentó a importantes factores de poder como a la gobernadora Evelyn Salgado y a la alcaldesa de la capital Norma Otilia Hernández, acusando que mantienen vínculos con el crimen organizado de forma pactada o bien tolerada, al final los efectos son los mismos.

Al tiempo que CEM emitió su comunicado, curiosamente, el presbítero fue localizado con vida, sin embargo en un sospechoso giro la información fue presentada como un intento de descrédito en perjuicio del sacerdote y de la religión que representa. Inusitadamente, el titular de la Seguridad Morelense, José Antonio Ortiz ‘reveló’ movimientos y condiciones en las que se había encontrado al Obispo.

Sobre este tema habría que precisar las discrepancias; Primero el Comisionado no tiene facultades de investigación, esas le corresponden al Fiscal Uriel Carmona, quien con prudencia ha guardado el sigilo que compromete toda indagatoria. Segundo, es descabellado que el mitrado haya permanecido tres días inconsciente en el interior de un hotel sin que el personal del establecimiento se haya percatado. Tercero, los análisis forenses son practicados por una instancia categóricamente ajena a Ortiz, y conlleva su procesamiento, no de un momento a otro, no es verosímil que a horas de su localización el policía haya sido notificado de los resultados sencillamente porque a él no se le debe de enterar pero además por la prontitud con que fluyeron.

El Catolicismo ha hecho un valioso esfuerzo en busca de la conciliación perdida, con disciplinada y constancia, en un intento de llenar el vacío que han dejado los abrazos presidenciales, trabaja de cerca con niños, jóvenes, familias y adultos, para reconstruir el inexistente tejido social tan necesario para la prevención del delito y sanar las consecuentes secuelas en comunidades vejadas y olvidadas a su suerte.

Hay serios indicios de que la irresponsable ocurrencia del policía Ortiz tenga su origen en una clara maquinación para evidenciar a quienes ponen el dedo en la llaga y son incómodos frente al gobierno. El uso faccioso del aparato del Estado de nuevo deja su huella, hoy en agravio de una institución significativa, a la que se le pretende apabullar no para silenciarla sino para desacreditarla de cara a una sociedad que no cree en la autoridad y si en quien verdaderamente trata de solucionar el problema, como la Iglesia Católica.

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