Un grupo de estudiantes de la Universidad de Columbia realizaron una acción colectiva que fue ignorada, desde la que solicitaban que su universidad se distanciara de negocios y financiamientos que pudieran estar vinculados al actual gobierno de Israel y su propensión al genocidio en Gaza.

Se trata de un movimiento propio de nuestros tiempos, en el que jóvenes señalan y denuncian a empresas y gobiernos vinculados con la acción política y militar del régimen de Netanyahu.

El campamento de los estudiantes empieza a crecer y el conflicto a escalar, y en medio la incapacidad de las autoridades universitarias y gubernamentales para comprender la naturaleza del movimiento social.

Debemos entender que al ser estructural el entrelazamiento del complejo militar industrial estadounidense con el establishment israelí, así como con diversas universidades, como la de Columbia, esta demanda estudiantil que parece frívola o pueril no lo es.

Sobre todo porque toca el corazón del funcionamiento de la estructura del complejo militar industrial estadounidense de alcance transnacional así como sus alianzas históricas de poder, en donde élites internas/universitarias estadounidenses sellan a su vez su política exterior.

Movimientos estudiantiles de universidades de Texas y California van haciendo suya las demandas de Columbia y su desacuerdo con el tratamiento policial, por lo que se unen a las protestas y se expande la solidaridad estudiantil.

Recordemos que en 1968 parte sustancial del movimiento estudiantil estadounidense nace justamente en la Universidad de Columbia, donde estudiantes blancos se solidarizan con movimientos de derechos civiles, para intentar detener la represión policial en contra de la comunidad afro estadounidense así como  la vinculación del sistema educativo estadounidense con el aparato de guerra.

Ahora en 2024, los contextos han cambiado muchísimo, sin embargo, los estudiantes universitarios vuelven a ser actores centrales, frente a los que el gobierno no tiene capacidad de respuesta además de las raíces que hemos subrayado.

Vamos viendo como el movimiento estudiantil actual se está exponiendo a la deformación manipuladora de ciertos medios y actores políticos, que los acusan de tener conductas anti semitas. Simplificar la demanda estudiantil estadounidense en un discurso/narrativa nacional como si fuera un asunto de política de identidad: racismo, antisemitismo o de sentimientos anti judíos, desvirtuándose el origen de las protestas y su acción.

Ha iniciado entonces la desfiguración mediática de sus causas y demandas, y al hacerlo ciertos colectivos radicales ven la oportunidad de conectarse con otras demandas de ese espectro político vinculándose ahora con movimientos en contra de la violencia policial, la discriminación racial, y otras luchas de izquierda, que también están en desacuerdo con las políticas actuales de ultra derecha del gobierno de Netanyahu.

Lo que pasa en Columbia University está profundamente enraizado en la historia de movimientos sociales, civiles y estudiantiles estadounidenses.

La equivocada lectura y respuesta de las autoridades está facilitando la acción de los colectivos radicales y  la polarización de un amplio espectro político que simpatiza con la  solidaridad con Palestina.

Ante el hecho de que se expande el fervor en las universidades estadounidenses con mensajes a favor de Hamas y escenas de intimidación a profesores y alumnado judío, la polarización/campaña política presidencial, irónicamente ha llevado a Biden y a Trump a asumir las expresiones estudiantiles como protestas anti semitas.

El tema adquiere un nivel de creciente complejidad.

Todo ello favorece a que Columbia University no pueda tener capacidad de resolución eficaz del conflicto, atendiendo la demanda de que la Universidad se desentienda de sus fondos de financiamiento ligados a la política exterior estadounidense / israelí en territorio palestino.

Se reproducen confusiones y por la brutalidad policial, se expande su contagio a otras universidades estadounidenses.

Ello aleja del tema central: el que los complejos industrial militares de naciones aliadas alimentan maquinarias y objetivos de guerra cuyas consecuencias el mundo las está palpando en las tragedias en Gaza, conectados a su vez a financiamientos privados de universidades estadounidense.

Y a su vez, las protestas en contra de la política represiva israelí/estadounidense, opacan parte de los hechos que no pueden negarse en las protestas estudiantiles: la madeja íntima de las acciones y objetivos terroristas de Hamas no debe mantenerse enraizada en el apoyo de la sociedad y las comunidades palestinas.

Bienvenidos a la objeción estudiantil de la economía política/universitaria de guerra, y de paso, la desfiguración de expresiones y tejidos universitarios, que pudieron haber consumado un genuino movimiento estudiantil pacifista internacional.

Académicos de la UNAM

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