Los amos de los lobos de guerra están cada vez más fuertes y unidos.

Diseminan políticas de psicosis y crueldad inhumana.

Se frotan las manos de poder minando todo obstáculo para que se expandan sus poderes y el extremismo de derecha.

Actúan para demostrar que son los nuevos dueños del futuro.

Son grandes arquitectos de los nuevos temores psico políticos y de las consecuencias que conllevan a que triunfen nuevos liderazgos y agendas despiadadas de extrema derecha.

Putin blande en sus manos el temor al regreso a una guerra nuclear, Netanyahu conduce una represalia post terrorista -ambos sellando el entierro del Consejo de Seguridad de la ONU-, y Trump oscila su estrategia de campaña del cierre amurallado de las fronteras estadounidenses a la demonización de los migrantes.

Sí, el presidente V. Putin escala su conflicto bélico de agresión para reconquistar Ucrania (o dejarla como Estado disfuncional si sigue resistiéndose), a su confrontación con las naciones de Occidente.

Los amos de la guerra y la confrontación anudan alianzas con regímenes autocráticos y han logrado que Europa dentro de sí y con Estados Unidos, profundicen sus divisiones y la ineficacia de todo esfuerzo diplomático.

¿Cómo se modificará en la opinión pública europea y con ello las posiciones de sus liderazgos una dramática escalada de la crisis humanitaria en la Franja de Gaza?

¿Aceptará la OTAN a Ucrania como nuevo integrante?

¿Deben apostar Alemania, Polonia, Francia y los países bálticos, por una economía de guerra con gastos de defensa cada vez más onerosos?

¿Deben enviar tropas y una fuerza multinacional humanitaria a territorio ucraniano y, eventualmente, palestino?

¿Se mantendrá financieramente la guerra a favor de Ucrania y al menos por la mayoría de Europa y EUA en todo escenario, incluso si Zelensky es asesinado?

¿Estados Unidos mantendrá su alianza con Israel si persiste un guión proto genocida en territorio palestino?

¿Xi Jinping librará su ofensiva sobre Taiwán?

En diversos regímenes de Europa y EUA aún priva el Estado de Derecho, por lo que la política exterior queda condicionada por divisiones políticas internas, la ausencia de liderazgos autocráticos o las alianzas geopolíticas de cada país, imponiéndose las prioridades de seguridad nacional por encima de objetivos de seguridad regional/internacional.

Veamos algunos ejemplos.

El canciller alemán Olaf Scholz sigue rechazando el suministro de misiles de crucero Taurus a Ucrania, evitando con ello que Alemania sea arrastrada a una confrontación directa con Rusia.

El presidente francés Emmanuel Macron -sin madeja diplomática eficaz que le respalde entre países aliados europeos-, acaba de proclamar la importancia de que Europa pueda enviar tropas a territorio ucraniano.

En su reciente discurso anual sobre el Estado de la Unión estadounidense Joe Biden declaró:

“Mi propósito es despertar al Congreso y alertar al pueblo estadounidense de que éste no es un momento normal. Desde los tiempos del presidente Lincoln y la guerra civil no hemos tenido a la democracia bajo asalto aquí, en casa, de la manera en que la tenemos ahora. Lo que hace a este momento único es que la libertad y la democracia están bajo ataque aquí, en casa, y fuera, al mismo tiempo”.

Pocos líderes como Biden son conscientes y pueden llegar a gravitar para revertir el peso de la crisis de liderazgo global de Estados Unidos y de Occidente, dado los escenarios sombríos para el futuro del mundo.

A pesar de ello, Biden sigue presa de debilidad en las encuestas nacionales y el pasmo de la política exterior de EUA, fraguado por una minoría republicana eficaz en el Congreso estadounidense y por el descrédito del liderazgo internacional en el orbe desde hace décadas.

Biden no ha sabido posicionar para su estrategia que Trump representa la subordinación táctica y confesa del futuro de Estados Unidos al nuevo liderazgo global que pretende Putin.

Al paralelo hemos testimoniado la muerte en prisión del opositor ruso Alexei Navalny, la declinación de Nikki Haley a la lucha por la candidatura presidencial republicana contra Trump y la ineficacia de la oposición interna consumada por la asunción de una política de represalia post terrorista, que devino en estado de excepción en el Estado israelí.

Trump, Netanyahu y V. Putin medran -con estoica paciencia y aprovechamiento de las debilidades/divisiones/temores de mandatarios/liderazgos adversarios y organismos de paz internacionales-, el dominio de sus desafíos político electorales y de guerra.

Ellos tienen tras de sí expertos en política, estrategia militar, manejo de inteligencia informática, con lo que han desarrollado narrativas nacionalistas innovadoras e hiper patrióticas.

Seguramente por sus nuevos episodios de éxito experimentan un festín de popularidad mesiánica, que en sus tableros psico políticos extremistas, son asumidos como invitación/reclamo de una mayor implacabilidad.

Los amos de la antipolítica y de las guerras actuales se frotan las manos de poder para seguir cambiando el mundo según sus designios.

Ello sucede cada vez más de lo que la gente cree, de lo que está dispuesta a creer o de lo que se concibe capaz de lograr desde su propio ámbito político electoral y actuar en consecuencia.

Pedro Isnardo De la Cruz es Doctor en Ciencias Políticas y Sociales y profesor en la UNAM. Publicó en 2017 Decisiones estratégicas presidenciales en EUA: El aprovechamiento de la ocasión en crisis de Seguridad nacional y Terrorismo. George W. Bush y Barack Obama (2001-2012).

Juan Carlos Barrón es Licenciado en Administración, Maestro en Estudios para el Desarrollo por la Universidad de East Anglia (Norwich, Inglaterra) y Doctor en Filosofía del Desarrollo Internacional. Actualmente es Secretario Académico del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM.

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