El gran matemático Kurt Gödel (1906-1978) era amigo de Alberto Einstein. Aquel le convenció de tomar la nacionalidad estadounidense y le ayudó a preparar el examen de ciudadanía; tenía que leer la Constitución y resulta que Gödel se convenció de que el texto fundador llevaba una “inconsistencia que permitía la posibilidad, no de un presidente sino de un dictador”. Gödel le dijo a Einstein que él había venido a América para evitar los dictadores como Mussolini e Hitler. Durante el examen oral por la ciudadanía, Einstein tuvo que interrumpirlo y callarlo para que no comunicara al examinador su tremendo descubrimiento. Leí eso unos días después de la elección triunfal de Donald Trump en la biografía de otro matemático genial refugiado en los EU: el húngaro Paul Erdös.
Posiblemente el perspicaz Gödel había encontrado el posible recurso por parte del presidente a los “nombramientos en receso”. Recordarán que, en campaña, Trump prometió: “Seré un dictador el día número uno”. Resulta que, muy bien electo, empezó a ser dictador sin esperar el primer día, su toma de posesión a fines de enero de 2025. Los nombramientos que anuncia para los puestos más importantes dejan estupefactos a muchos republicanos responsables, cuando no deberían sorprenderse. Trump cumple con sus promesas y ha dicho siempre que la competencia es lo de menos: lo que importa es la lealtad hacia su persona. Es el criterio que ha seguido y seguirá, puesto que su primera presidencia le enseñó a desconfiar de la gente capaz que, a pesar de ser de su partido, respeta las instituciones y la Constitución. El caos que puede producir la incompetencia le hace lo que el viento a Juárez, siempre y cuando sus incondicionales se presten a sus intenciones ilegales. “No me vengan con el cuento de que la ley es la ley”, podría ser su lema.
Los primeros nombramientos, a pesar de que algunos pueden naufragar como el del infumable Matt Gaetz, confirman su deseo de reinar como un dictador encima de toda ley. Encontró cómo, dándole la razón a Kurt Gödel. El obstáculo que puede encontrar en su camino es el Senado que tiene la función “conservadora” en el sentido positivo de la palabra. Los nombramientos propuestos por el Presidente deben pasar por la criba senatorial y, por eso, los republicanos moderados no se preocupan tanto de los nombramientos aberrantes ya mencionados: Pete Hegseth en la Defensa, Tulsi Gabbard para la CIA, Robert Kennedy en Salud. Ahora bien, Donald Trump, desde el anuncio de su victoria, anunció que pediría un receso para nombrar: recess appointment process. El “receso” (suspensión) del Senado, cuando pasa de diez días, permite al Presidente instalar directamente a sus vasallos. Aceptar o no entrar en receso cuando lo pide el Presidente depende del Senado, una asamblea con mayoría republicana. Si los senadores se prestan a la maniobra, eso significará que Donald Trump tiene la vía libre, absolutamente libre. Tal es la “inconsistencia” que puede llevar a la dictadura.
Equivaldría a un golpe de Estado blanco, sin efusión de sangre, porque pondría fin a un equilibrio de poderes establecidos hace más de dos siglos. Stephen Bannon puede decir con alegría y con razón que se trata de “una falla sísmica en la cultura política. Y creo que saben que no daremos marcha atrás”. El receso fue concebido en una época lejana cuando el Congreso no estaba en sesión y cuando se necesitaban semanas, acaso meses, para llegar a Washington a caballo. Reliquia de los tiempos pasados, nunca se usó para dinamitar las instituciones. Dirán que queda la Suprema Corte que cerró el paso a Trump en varias ocasiones durante su primer mandato. ¿Lo hará de nuevo? Su presente composición no deja mucha esperanza y si lo hiciera, bien dijo J.D. Vance, el futuro vicepresidente: “Cuando las cortes te paran, ponte frente al pueblo como Andrew Jackson, y dile al juez en jefe que emitió el juicio: que intente aplicarlo”. Si el ejecutivo deja de encontrarse bajo la ley, camina a la dictadura. Al principio de la república, Alexander Hamilton denunció a los que “empiezan como demagogos y terminan tiranos”.
Historiador en el CIDE