Afectaciones por hundimientos, malas restauraciones, sismos y un incendio, esa ha sido la historia de los vitrales que diseñó hace más de 50 años Mathias Goeritz para la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México. De las 138 obras que el artista alemán colocó en las ventanas del recinto, hoy no se sabe con exactitud cuántos vidrios se preservan, sin embargo, una certeza es que con los sismos de 2017 éstos tuvieron fisuras que siguen en espera de una atención integral.

A ello se suma que, desde su proyección, Goeritz enfrentó críticas por incorporar materiales modernos en un recinto barroco novohispano, historiadores como Francisco de la Maza y Antonio Bonet Correa acusaron al también arquitecto de modificar la estética e iluminación natural de una edificación emblemática.

Las discusiones se dieron de 1961 a 1966 y aunque hoy no existen voces opositoras, el tiempo juega en contra de los vitrales ya que su conservación ha quedado relegada. La evidencia: el dictamen más reciente se realizó a inicios de 2024 y sólo se enfoca en ocho ventanas de 126 reportadas como originales de Goeritz.

En el oficio DGSMPC.0366/2024, autoridades del Centro Nacional Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble (Cencropam) detallan que se reunieron con representantes de Catedral y de la Dirección General de Sitios y Monumentos de Secretaría de Cultura para hacer un primer dictamen y una propuesta de trabajo. En el documento reconocen que durante los primeros cinco años del sexenio pasado no destinaron ningún dinero a la preservación de los mismos.

Arturo Balandrano Campos, director de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural, afirma que “no se destinaron recursos para estos fines, dado que se entregaron recursos para acciones de reconstrucción, acciones que eran prioritarias y urgentes con respecto a los vitrales”.

Mathias Goeritz tardó más de seis años en colocar los vidrios. De los 138 vitrales, 134 fueron color ámbar y cuatro rojos, de éstos, el director del Cencropam, Ernesto Martínez, señala que una “gran cantidad se han perdido, derivado de un catastrófico incendio, los diferentes sismos y el paso del tiempo”. No obstante, no detalla cuántos vidrios originales perviven.

Trabajo artesanal

“Goeritz fue uno de los principales representantes del movimiento geometrista de México. Los vitrales son manifestaciones de esa tendencia artística que le gustaba y en la que pudo manifestar su calidad como un creador”, expresa en entrevista la historiadora del arte Martha Fernández.

La también investigadora del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) resalta otro valor de los vitrales: Goeritz no hizo un diseño general, fue acomodando los vidrios conforme recibía el dinero para la obra.

“Cada vitral fue diseñado por él de manera independiente y casi de memoria, no dejó testimonio gráfico de su trabajo, no dejó el proyecto de cada vitral, los fue haciendo conforme le fueron dando dinero y pidiendo que completara la obra. Eso es muy original porque siempre se ha dicho que los artistas no pueden trabajar sin un proyecto, que deben tenerlo escrito o dibujado, pero Goeritz lo tenía en su cabeza”, destaca.

La representación iconográfica de estas obras es religiosa. En aquellos años, el artista comentó que el color ámbar daba una tonalidad dorada que remitía a la Jerusalén celestial, una ciudad “de oro puro, como el vidrio puro”; el color rojo era la sangre de Cristo; y el azul, colocado en la cúpula, simbolizaba el cielo.

Martha Fernández también destaca el material que Mathias Goeritz utilizó: vitrales hechos en la extinta Fábrica de Carretones que se ubicada en el barrio de la Merced.

“El haber utilizado un material hecho en México por mexicanos hace valioso a los vitrales. Además, el vidrio de carretones fue, en su momento, de altísima calidad. Otro punto es que usó materiales tradicionales como el mastique. Goeritz vio esta obra como un trabajo artesanal, él lo explicó, no pretendía hacer una obra de arte, sólo quería dejar testimonio de algo artesanal. Entonces es un arte abstracto geométrico y realmente genial desde el punto de vista artístico”, afirma.

Fracturas e inestabilidad

El Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, a través del Cencropam, indica en el dictamen que el estado de conservación será abordado en distintas etapas por la gran cantidad de vitrales y por la dimensión de la Catedral.

Actualmente, las labores de restauración de los vitrales no han concluido, se desconoce si existe el presupuesto suficiente para preservarlos y si en 2025 serán atendidos de manera integral o qué propuesta tiene Secretaría de Cultura Federal para que éstos no sigan fracturándose.

El Cencropam señala que reunió información y testimonios que indican que los vitrales fueron intervenidos con anterioridad, motivo por el que presentan suplementos con una tonalidad distinta al vidrio original.

“Los elementos vítreos originales que aún se conservan, en su mayoría se observan con rastros de intemperismo, fracturados e incompletos y en algunos casos seccionados. En los elementos vítreos que son suplementos, se observa un buen estado de conservación y sólo presentan acumulación de polvo, esto debido al tiempo de la última intervención y la vidriera de protección”, indica la dependencia.

Aunque no detallan cuándo fue la última intervención, en la bibliografía de especialistas, entre ellas Ana María Rodríguez Pérez, investigadora del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (Cenidiap), se precisa que, en 2004, la Dirección General de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes realizó el Proyecto para las ventanas de la Catedral Metropolitana de México.

En ese entonces, las autoridades determinaron la existencia de 98 vitrales de los 134 color ámbar puestos originalmente por Goeritz, los restantes fueron destruidos por un incendio en Catedral en 1967, sismos, continuos hundimientos, falta de un mantenimiento preventivo, obras de corrección geométrica y rehabilitaciones estructurales del inmueble.

Hoy el Cencropam determinó que los elementos vítreos se encuentran sujetos a una corroída estructura metálica con materiales de diferente naturaleza: silicón, mastique y laminillas; siendo los dos últimos los que presentan un avanzado estado de intemperismo. Además, en algunas zonas, el mastique no alcanza a sellar, haciendo visible la presencia de oquedades.

Sobre los soportes indica que son metálicos y presentan corrosión y rastros de óxido pasivo en zonas puntuales. Eso pone a los vidrios en un estado de fragilidad porque la sujeción es escasa, tiene faltantes y fracturas.

La propuesta de restauración es que los vidrios originales se consoliden con algún adhesivo compatible y, de ser necesario, colocar suplementos de la misma tonalidad que el original. Para los elementos de sujeción se pide el retiro de los mastiques, limpieza y remoción de la capa pictórica degradada.

El costo proyectado para dichas labores es de 672,122 pesos, monto que no incluye andamiaje ni la adaptación de un espacio para realizar las plantillas y cortes, ni la bodega para el resguardo de los materiales.

El dictamen también detalla información de nueve vitrales. Dos ubicados en las bóvedas nororiente tienen ocho placas de vidrio originales con faltantes, en la sección sur poniente hay diez placas de vidrio originales completas, pero con fisuras, misma situación que se repite en cuatro vidrios de la parte sur oriente.

La controversia

“El patrimonio siempre causa polémica. En el caso de los vitrales de Goeritz interpretaría una fobia hacia el artista por el hecho de que fue extranjero y por estar innovando en un monumento antiguo. Los críticos fueron parte de una generación que iniciaron la restauración en México y fueron participantes de la Carta de Venecia, sin embargo, había una especie de aversión hacia Goeritz y a las inserciones modernas en inmuebles de otra época”, comenta en entrevista el arquitecto Alberto Cedeño Valdiviezo.

El investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, campus Xochimilco, señala que la introducción de vitrales fue una propuesta novedosa no sólo en Catedral sino también en templos de Tlatelolco, Azcapotzalco y Tlalpan.

“No es sólo un vitral, Goeritz pensó en prefiguraciones de diseños y coloridos que permitieran una iluminación diferente, pero llegó el cuestionamiento de qué tanto está en consonancia eso con la obra arquitectónica”, indica.

Cedeño Valdiviezo narra que cuando el artista concluyó su contrato con la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara, se trasladó a Ciudad de México donde el arquitecto Ricardo de Robina y el sacerdote Ertze Garamendi lo invitaron a colaborar en la restauración de la parroquia de San Lorenzo, un edificio virreinal situado el Centro Histórico de la capital.

“Allí diseñó un relieve de cemento en el muro localizado a espaldas del altar, un vitral para el espacio sobre el coro de la iglesia y siete vitrales de la cúpula de influencia morisca”, explica.

En 1960 lo invitó a trabajar los vitrales de Catedral, fue un encargo de la entonces Comisión de Orden y Decoro. Dos años más tarde, la polémica comenzó y en 1966 la entonces Secretaría del Patrimonio Nacional fijó el plazo de un año para que los vitrales fueran sustituidos por vidrieras de manguetería reticular y vidrio incoloro.

Uno de los argumentos fue que las formas irregulares de la obra de Goeritz modificaban la iluminación de las piezas religiosas. Quien salió a la defensa del artista fue su esposa, la historiadora Ida Rodríguez Prampolini.

Las voces en contra argumentaron que de las propuestas existentes para las ventanas de Catedral se había elegido “la menos buena”, que en ese espacio no se deberían hacer ensayos, e incluso, en la prensa los vitrales fueron llamados: lumbre amarilla, ventanas agogó y aberración y mal gusto.

La instrucción de retiro de los vitrales seguía en marcha hasta que en 1967 ocurrió un incendio en Catedral y destruyó parte de la obra de Goeritz. La discusión se apagó, pero resurgió en 1990.

El investigador Cedeño Valdiviezo platica que meses antes de la muerte de Goeritz, la Asociación Amigos de la Catedral Metropolitana anunció la asignación de 690 millones de pesos para retirar los vitrales. Ida Rodríguez Prampolini volvió a la defensa en esa ocasión y en 2004, con el Proyecto para las ventanas de la Catedral Metropolitana de México, cuando las autoridades dijeron que sería imposible restaurar los vitrales sin tener los diseños originales.

“Su esposa mantuvo la defensa, sus argumentos fueron válidos porque ¿cuál sería el motivo para suprimirlos? Es una obra artística. La pregunta es ¿qué pondrías en lugar de eso? Si estuvieran en un edificio moderno quizá no habría problema”, cuestiona.

En tanto, la investigadora Martha Fernández recuerda su propuesta rechazada hace un par de años: bajar los vitrales y colocarlos en una especie de biombo. “Aunque se perdería el sentido iconográfico, por lo menos se preservaría el diseño porque es lo que vale, es la maestría de Goeritz. Con los años, los vitrales seguirán fracturándose y terminarán perdiéndose”.

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