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Caía el sol entre las sombras de los árboles, casonas y edificios de la avenida Pardo. Caía sobre las calles, sobre los transeúntes y sobre dos niños que jugaban a la pelota en el centro de un óvalo. También sobre un hombre flaco, flaquísimo, que pasa fumando ensimismado e interrumpe su trance sólo cuando la pelota llega casualmente a sus pies. Entonces, duerme el balón con la calma de uno de aquellos diez, de cuando no existía la televisión y había que imaginarse las jugadas, da una calada a su cigarrillo, les sonríe y les devuelve el balón mientras pregunta “¿Quién es su jugador favorito?” Diego Armando Maradona pareció cruzar fugazmente, driblando buses, autos, árboles, niños, hombre flaco, flaquísimo. Dos veces más iría y vendría el balón entre ellos antes de que la presencia del hombre, su bigote, su vestir discreto, se convirtieran en una estela de humo sereno bajo las sombras de la tarde. Así fue como este periodista vio por primera vez a Julio Ramón Ribeyro, interrumpiéndolo mientras imaginaba quizás nuevas historias en un pequeño óvalo miraflorino que hoy lleva su nombre.
Hace poco más de un mes, a propósito del que hubiera sido su cumpleaños 95, un grupo de entusiastas lectores se reunieron allí para conmemorar una existencia literaria que luce más viva que antes, alrededor de un pedestal de cemento que sostiene un busto suyo al centro de un parquecito. La escultura original, elaborada por un artista mexicano a propósito del Premio Juan Rulfo otorgado a Ribeyro poco antes de su muerte, en 1994, fue robada cuando sólo tenía una semana de haber sido colocada sobre ese mismo pedestal. La actual es una copia en cemento, pintada de bronce para evitar nuevos hurtos. Ribeyriano giro del destino que le hubiera producido gracia al propio autor es, al mismo tiempo, ejemplo jocoso de qué tan codiciada sigue siendo su imagen.
Así parecen confirmarlo también la reciente publicación de Invitación al viaje y otros cuentos, un volumen con historias inéditas que habían permanecido guardadas por casi 50 años: un premiado ensayo dedicado a su carrera literaria y al hallazgo de su propio lugar en paralelo al boom latinoamericano y el redescubrimiento de dibujos inspirados en sus cuentos hechos por el artista José Tola a mediados de los 90. Hoy su permanencia, éxito y convocatoria se observa en los grupos de lectores que se reúnen para compartir impresiones sobre su obra o para recorrer las rutas donde Ribeyro, el hombre que bautizó a la compilación total de sus cuentos como La palabra del mudo, vivió, creó y fue feliz. Todo esto parece confirmar cierta frase del propio autor: “En cada lector futuro, el escritor renace”.
Los pasos de Ribeyro
“Pienso que la obra de Julio Ramón Ribeyro se encuentra mucho más vigente ahora que cuando estaba vivo. En el sentido de la cantidad de libros, ensayos, tesis que se están produciendo ahora mismo en España, Colombia y otros países”, nos dice Jorge Coaguila, biógrafo y especialista mayor en la obra de Ribeyro. “Se lee con mayor interés su obra y no ha envejecido, pues ahora, por ejemplo, se valora mucho su diario personal a la altura de sus cuentos. Y eso encanta a muchos escritores y a muchos jóvenes”.
Escritos entre diciembre de 1974 y diciembre de 1976, los cinco cuentos que componen Invitación al viaje, el libro de historias inéditas recientemente publicado por Penguin Random House, fueron hallados entre los archivos del propio Julio Ramón Ribeyro que guardaba su viuda, Alida Cordero, en su casa de París. Jaime Coaguila fue quien hizo el hallazgo.
“Estaba en busca de los diarios inéditos de Ribeyro. Como se sabe, se han publicado esos textos sólo hasta 1978 —con el nombre de La tentación del fracaso—, y lo que continúa se encuentra en el archivo personal que dejó en París —nos dice Coaguila, responsable, además, de la edición del nuevo libro—. Mientras yo buscaba este material, encontré estos cuentos que hasta ahora han tenido mucha acogida por parte del público. Para mí fue un grato descubrimiento”. El proceso de edición fue muy cuidadoso con el análisis de los mecanuscritos, las anotaciones hechas a mano por el propio Ribeyro y las versiones más actualizadas de cada historia. Varios cuentos inconclusos fueron dejados de lado.
En 1995, Coaguila rescató seis cuentos inéditos que habían aparecido en diversos periódicos de Lima y que se publicaron póstumamente. En enero de este año viajó a París y encontró estos cuentos mientras revisaba cartas, dibujos, acuarelas o fotografías, además de los diarios en los que quería profundizar, con la venia de la viuda e hijo del autor. “Lo más interesante que viene ahora con Ribeyro son los diarios personales en los que ahora estoy trabajando. Espero que salgan el próximo año y colmen las expectativas de los cada vez más numerosos lectores de este escritor peruano tan querido y tan vigente”, nos dice. Como si este proyecto fuera su última misión en vida, Alida Cordero viuda de Ribeyro, celosa custodia de su legado literario y exitosa comerciante de arte, falleció de un infarto en París a los 83 años, el 3 de julio, un día después de anunciada la publicación de Invitación al viaje.
La Lima de Ribeyro
Uno de los más entusiastas seguidores de la obra de Julio Ramón Ribeyro, presente en la celebración por su 95 cumpleaños al lado de los integrantes de El Club Ribeyro que lidera Pedro Arriola, es el activista cultural Luis Rodríguez Pastor, quien desde hace cinco años realiza La ruta de Ribeyro, una oportunidad para recorrer las calles y los lugares de sus cuentos, sus novelas y su vida. “Julio Ramón ha pasado de ser un autor de culto a ser un personaje cuya popularidad se multiplica geométricamente. Es leído por distintas generaciones con una fidelidad admirable, además de ser un autor (tal vez el único en el Perú) que cuenta con un club de fans oficial, con cientos de integrantes en permanente actividad presencial y virtual”, nos cuenta. Rodríguez tiene un repertorio de 12 rutas con distintos personajes de la cultura peruana —Vargas Llosa o Arguedas entre ellos—, pero el único al que le ha dedicado tres recorridos distintos es a Ribeyro: en el centro de Lima (2019), en Santa Beatriz (2021) y en Miraflores (2024), los barrios donde nació, vivió y estudió entre 1929 y 1952. Fueron los espacios que más frecuentó durante sus años de vida en la capital, antes de partir a Europa. Las tres rutas suman más de diez horas caminando, conversando, intercambiando ideas sobre la vida y obra de Julio Ramón Ribeyro.
“Pero es mucho más que caminar y leer: es indagar, comparar, evocar, proyectar, sentir y desafiar el inmenso museo de sitio vivo que es Lima —dice Rodríguez Pastor—. No lees de la misma forma un libro después de conocer los espacios que lo inspiraron, ni caminas de la misma forma una calle sabiendo los relatos que inspiró. Esa dialéctica enriquece al lugar, al libro y a la persona”.
Aventuras de un hombre flaco
“A las seis de la mañana la ciudad se levanta de puntillas y comienza a dar sus primeros pasos. Una fina niebla disuelve el perfil de los objetos y crea como una atmósfera encantada. Las personas que recorren la ciudad a esta hora parecen que están hechas de otra sustancia, que pertenecen a un orden de vida fantasmal”. Así comienza Los gallinazos sin plumas, el primer libro de cuentos publicado por Ribeyro. Fue en 1955, cuando apenas contaba con 26 años. Hombres, mujeres, niños pobres, tristes empleados de clase media, pescadores, colchoneros, albañiles, mucamas, choferes y un amplio abanico de personajes marginados fueron los protagonistas de estas historias que ganaron la atención del público, aunque entonces fuera aún de manera discreta. Julio Ramón Ribeyro escribió antes, durante y después del boom latinoamericano, pero nunca fue parte de él, a pesar de ser hoy considerado como uno de los mayores cuentistas de América Latina.
“Las características que me parecen más valiosas de su literatura son la sencillez, el dominio total de la palabra, la eterna búsqueda por decir mucho escribiendo poco. Seguro hay unanimidad en ello. Sin embargo, hay algo bastante más misterioso y es esa cercanía que logra la literatura de Ribeyro con los más jóvenes. No sabría cómo explicar eso: podría ser que la juventud siente alguna atracción por esos personajes grises que aparecen en casi todos sus cuentos”, nos dice el escritor y periodista peruano Daniel Titinger, que el 2014 publicó Un hombre flaco: retrato de Julio Ramón Ribeyro, libro que buscaba explicar las distintas facetas de un personaje a veces cercano, a veces enigmático. “Tampoco creo que sea tan sencilla la explicación, pero encuentro que una de las características más valiosas de la literatura de Ribeyro es esa cercanía que un lector en sus veintes —de cualquier parte del mundo— puede sentir. Leer a Ribeyro por primera vez es como encontrar a un nuevo amigo. Hay escritores y escritoras con mucho talento por todos lados, pero no terminas de leer sus libros sintiendo que los/las quieres”, afirma Titinger.
A pesar de que considera que Ribeyro sigue siendo un autor poco conocido, estudiado y traducido, el autor de Un hombre flaco piensa también que su literatura está más viva hoy que cuando seguía escribiendo y publicando. “Está mucho más vigente que cuando él vivía. Mucho más vigente que cuando publiqué un libro sobre él. Sobrevivir tantos años (hace casi 30 que murió) a través de tus libros, y hacerlo cada vez con más fuerza (con nuevos lectores que te siguen con devoción) es magia pura”.
Ribeyro ilustrado
Otra forma en la que Ribeyro sigue vigente es a través de unas imágenes cuya existencia, aunque se conocía en pequeños círculos literarios, recién ha sido revelada al público hace unos meses. Hacia 1993, el diario La Industria de Trujillo publicó una edición en fascículos de los cuentos de La palabra del mudo. Como complemento, y con el aval de su autor, su amigo Guillermo Niño de Guzmán, otro de los más importantes cuentistas peruanos, coordinó con José Tola, uno de los principales artistas plásticos de su país de los últimos 50 años, una serie de dibujos inspirados en esas historias.
Varios años después del fallecimiento de Ribeyro, otro escritor, Raúl Tola —actual director de la Cátedra Vargas Llosa—, adquirió la colección de dibujos originales por consejo de su amigo Julio Arbizu, exprocurador anticorrupción. Casi 20 años después, Raúl Tola le vendió a Arbizu dicha colección, compuesta por 65 ilustraciones. “He leído todo lo que ha publicado Ribeyro y todo lo que se ha publicado sobre él. El solo hecho de saber la historia que hay detrás y del entusiasmo que tuvieron en su momento Guillermo Niño de Guzmán y Julio Ramón Ribeyro por la publicación, y por encargarle los dibujos a Tola, elevan la satisfacción de tenerlos”, nos dice Arbizu sobre estos dibujos antes casi desconocidos. Hoy, tras realizar una exposición abierta al público, los tiene todos en la recepción de su estudio de abogados en Lima. “Creo que la vigencia de Ribeyro es absoluta. Creo que hoy, además, que el desencanto, la desesperanza, el desasosiego, se han instalado casi como un paisaje costumbrista en el Perú, esas derrotas pequeñas de sus cuentos que pueden suponer redenciones en el futuro, que abren la escotilla para eso, son absolutamente actuales”, reflexiona.
Ensayo con gloria
Fila para la gloria: convertirse en Julio Ramón Ribeyroes otro testimonio literario de su vigencia. Fue presentado en la Feria del Libro de Lima de este año. Paul Baudry, su autor, escudriña en este ensayo —que obtuvo el Premio en Letras y Humanidades de la Universidad de la Sorbona— el camino por la trascendencia literaria que buscó Ribeyro desde joven. “A nivel personal y en la preparación hay una reflexión constante sobre cómo perdurar, cómo orientar el estilo, concretamente qué se debe hacer, cómo se debe escribir y cómo no para alcanzar cierta forma de trascendencia. Era una preocupación constante a lo largo de su vida, y yo la reconstruyo de manera cronológica y explico sus límites y postulados”, cuenta Baudry desde París, su lugar de residencia, privilegiadamente cerca de los sitios en que Ribeyro escribió gran parte de sus cuentos.
“¿Por qué sigue siendo un escritor vigente 30 años después de su fallecimiento? La pregunta es vigente, ¿dónde? En el Perú. Una particularidad interesante para la investigación es que, fuera del Perú, Ribeyro no tiene el estatus tan particular del que goza en su propio país. Y dentro de Latinoamérica todavía no alcanzó el canon con otros cuentistas, y eso que ha avanzado mucho en los últimos 25 años, sobre todo”, nos dice Baudry, quien ha pasado 15 años de su vida, los paralelos al estudio de su maestría y doctorado, descifrando los secretos de la vida y obra del autor de novelas como Los geniecillos dominicales o Crónica de San Gabriel, impulsado por la voluntad de reconstruir su pensamiento. Para él, en el Perú hay adyuvantes e instituciones que lo han convertido en un clásico. “En particular, la escuela peruana. El colegio ha sido el gran promotor y trampolín de la obra de Ribeyro. Y esto sucede desde los años 70, cuando empiezan a aparecer los primeros textos en libros escolares y los manuales seleccionan una muestra muy pequeña de su obra, los cuentos realistas y de crítica social o neorrealistas, como Los gallinazos sin plumas, y lo transforman en un autor ejemplar que recibe una lectura moral en el Perú. Ribeyro se enseña para ilustrar contra ejemplos del clasismo, el racismo y los valores opuestos”, señala el autor de Fila para la gloria.
Uno de los hallazgos más interesantes durante la preparación de este ensayo fueron audios inéditos de entrevistas que se le hicieron a Ribeyro en los años 60, en radios francesas y en francés, tras la publicación de Crónica de San Gabriel por la editorial Gallimard. Aquella vez que reemplazaron su rostro con la foto de un escritor africano, en una errata casi imperdonable. Baudry tradujo estos diálogos que dan muchas claves sobre cómo se representa su trabajo en ese momento y cómo se representaban también los franceses la obra de Ribeyro en esa época. “Hay muchos trabajos sobre partes del mapa del pensamiento de Ribeyro, archipiélagos, pero no había un trabajo transversal que cruzara lo poético con lo social y lo psicoanalítico, que son los tres ejes de mi trabajo”, subraya Baudry.