Ha iniciado la otra cuenta de estos sui géneris Juegos Olímpicos , la que no tiene que ver con metales preciosos, acordes de himnos nacionales, ni inolvidables estampas de éxito. Esta es oscura, dolorosa, porque es la muestra de que la pandemia será el adversario número uno de la justa, porque será capaz de hacer añicos diversos sueños abrazados durante muchos años de trabajo.
A tres días de que Tokio 2020
sea inaugurado y a uno de que arranquen sus competencias, los contagios de Covid-19 dentro y fuera de la Villa Olímpica no paran, lo que demuestra la fragilidad de una justa que albergará a 85 mil personas , entre atletas, staff, directivos y medios de comunicación.
También confirma lo temido por el pueblo japonés, que se siente vulnerable ante la llegada de tantos visitantes, más allá de que su Gobierno impidió que aficionados foráneos arribaran al país para asistir a las competencias, que en su totalidad serán a puerta cerrada.
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Ya sea de manera directa o indirecta, al cierre de esta edición se habían reportado 61 casos de coronavirus relacionados con la máxima justa deportiva del orbe. Los más recientes fueron de un jugador checo de voleibol de playa, quien ya estaba hospedado en la Villa, y la gimnasta estadounidense Kara Eaker, cuyo positivo se dio justo al llegar a Japón, en uno de los innumerables y estrictos protocolos montados por la autoridad nipona.
Su caso llama la atención porque ella tiene c ompleto su esquema de vacunación , lo que demuestra que el Covid-19 no se detiene con eso.
Ni tampoco con las rigurosas medidas sanitarias impuestas por los japoneses , quienes empiezan a mostrar tensión ante el incremento de contagios relacionados con los Juegos Olímpicos , esos que —según sus organizadores— no se detendrán ni suspenderán, aunque el caos cada vez sea mayor.