Mi esposa Lorena Canto, está escribiendo sobre mujeres mexicanas y hace unos días me sorprendió cuando me preguntó: ¿Conoces a ? Y ustedes saben que un aficionado a los toros una pregunta de esa naturaleza es un reto a la memoria.

Recordé que en alguna revista de Sol y Sombra de los cuarenta del siglo pasado había visto ese pseudónimo y eso le comenté pensando que ya había resuelto su duda y sin embargo me repitió la pregunta y agregó: ¿Sabes cuál es su verdadero nombre? Y ahí mejor le dije, lo desconozco.

Ella entonces me lo dio, se trata de una mujer, no de un hombre; fue Josefina Vicens, gran aficionada que comienza su labor como escritora de crónicas taurinas a principios de la década de los 40 y para 1943, ya escribía en su propia revista Torerías.

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Su carácter rebelde y de lucha continua la llevó a fundar en sociedad, su propio espacio periodístico, donde su nombre Pepe Faroles dejaría huella en los lectores de la época, creando controversias, polémicas y disputas, tanto entre los aficionados, como entre los empresarios de la época, como Antonio Algara del Toreo de la Condesa.

Curiosamente en el periódico español El Mundo, hace años el periodista Raúl Rivero apuntó: Uno de los críticos taurinos del siglo XX mexicano se llamaba Pepe Faroles y agregó: Era contemporáneo de un comentarista político que no brillaba demasiado, pero era incómodo y escribía bien. Firmaba como Diógenes García. En términos taurinos pinchó en hueso el colega español, pues ese era su pseudónimo de la actualidad política de Josefina, quién dejó dos libros para la posteridad: El libro vacío y los años falsos.

Josefina Vicens solamente acabó sus estudios de primaria, para posteriormente, estudiar una carrera comercial de dos años de duración que ella concluyó en uno solo. A pesar de que Vicens considerase no tener cultura académica, no sólo tuvo acceso a los libros en su ámbito familiar; también tuvo una gran voluntad autodidacta para aprender de su experiencia y establecer diversos vínculos con la escritura y con la lectura.

Hija de Sensitiva Maldonado Pardo, maestra tabasqueña, y de José Vicens Ferrer, comerciante español originario de las Islas Baleares; Josefina Vicens nació en Villahermosa (Tabasco) el 23 de noviembre de 1911.

Josefina Vicens firmó con su propio nombre en artículos sobre cine y podía suceder que sus diferentes firmas coincidieran en una misma publicación, averigüé que otra de sus actividades literarias fue la de los guiones cinematográficos.

Obtuvo el Premio Ariel dos veces, gracias a dos guiones: Renuncia por motivos de salud en 1975 y Los perros de Dios 1979, por este último también ganó un reconocimiento de la Sociedad General de Escritores de México, la Diosa de Plata y El Heraldo.

Muy crítica consigo misma, de todo su trabajo en el cine solo rescataba tres textos: los ya mencionados y el de la exitosa película Las señoritas Vivanco de 1959, cuya anécdota surgió de la colaboración hecha por otros dos sobresalientes escritores, Elena Garro y Juan de la Cabada.

Sin embargo, la autora forjó amistades con no pocos artistas, como los pintores Pedro Coronel, Juan Soriano, José Luis Cuevas y Antonio Peláez, así como con los escritores Sergio Fernández, Pita Amor, Octavio Paz y Juan Rulfo.

Esta interacción con renombrados artistas se vincula también a sus visitas al café París, en el rumbo de Reforma de la ciudad de México, que era un espacio común de reunión para muchos artistas de la época.

En aquel entonces en la crónica taurina sobresalían junto a ella Esperanza Arellano “Verónica” y Carmen Torreblanca Sánchez Cervantes; es imposible preguntarle porque decidió usar un pseudónimo masculino en la crónica taurina.

Sirva como anécdota la de Pepe Faroles, mientras nos acercamos cada día más a la fecha mágica del 5 de febrero, en la que se cumplirán 75 años de haberse inaugurado la plaza más grande y cómoda del mundo; La Plaza México.

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