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Barranquilla.— De las ventanas altas de la cárcel Modelo cuelgan las piernas de decenas de reos que se asoman para ver las luces más brillantes de la ciudad. Carentes de espacio, los reclusos se juntan para que la mayor cantidad de ellos, tomen un baño de “libertad”.
A 200 metros de los muros y rejas del centro penitenciario está el jardín central del moderno estadio Édgar Rentería. Desde el viernes 20 de julio, se disputa el beisbol de los Centroamericanos, que para varios de los presos ha servido de distracción en el encierro. La visión es reducida —todo lo es en las cárceles latinoamericanas—. No es cómodo, pero para ellos son asientos detrás del plato.
La vanguardia del estadio contrasta con la precariedad en la infraestructura y seguridad que hay en la zona industrial de Barranquilla, donde se encuentra la prisión de 10 mil metros cuadrados en los que se distribuyen dos mil procesados, incluidos los seis acusados de robar maletas y utilería de cuatro delegaciones que participan en la justa regional.
A un costado de la cárcel Modelo hay un baldío del tamaño de media cancha de futbol, en el que algunos aficionados aprovechan para dejar su auto. El estacionamiento incluye el griterío de los presos que buscan llamar la atención con piropos hacia las mujeres y algunos gritos retadores para los hombres.
Por 10 mil pesos colombianos (64 pesos mexicanos), un franelero cuida que los autos no sean la zona de strike en el lanzamiento de escupitajos. “A veces se portan mal y se amotínan, porque son muchos en la cárcel. Duermen hasta seis por celda y por ello queman los colchones para atraer a las autoridades. Es su forma de mostrar su inconformidad. Conozco a algunos de los que están dentro y trato de que no vayan a dañar los coches que cuido”, señaló Felipe Arévalo.
El beisbol no es, por mucho, el deporte más seguido en Colombia —lo son el futbol y el ciclismo—, pero en esta ciudad, su emblema, Édgar Rentería lo popularizó. Con sus actuaciones en Estados Unidos, El Niño enseñó a los barranquilleros lo que era un strike, un out, pero sobre todo un hit remolcador como el que conectó el séptimo juego de la Serie Mundial de 1997, con el que los Marlins ganaron su primer campeonato de Grandes Ligas al derrotar a los Indians.
El ex infielder ligamayorista creció en el barrio Montecristo, ubicado en los linderos el centro penitenciario, el cual fue testigo de los inicios de El Niño en el beisbol, cuando por las tardes acudía al viejo inmueble Tomás Arrieta para practicar.