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En la Feria de San Isidro, en la plaza de Las Ventas de Madrid, el 22 de mayo de 1971, se gestó el triunfo de la ganadería mexicana de, San Miguel de Mimiahuápam y nos alegra recordar lo que representó su exitosa lidia, en un triunfo inolvidable de su criador en aquella época, Don Luis Barroso Barona y el toreo mexicano.
Al transcurrir unos meses después de aquel suceso, la ganadería pasó a ser propiedad de Don Alberto Baillères González y con el transcurrir del tiempo -hace ya casi cincuenta años- es una de las ganaderías más emblemáticas de la cabaña brava mundial, con el sello del licenciado. Los sucesores de Don Luis con Jaral de Peñas, mantienen el estandarte Barroso. Ambos apellidos ilustres, en nuestra mexicana tradición taurina.
Pocas ganaderías mexicanas, han logrado la hazaña que representa, trasladar los toros de uno a otro continente. Piedras Negras en 1929, lidió algunos ejemplares en una corrida en Santander, en la que torearon: Lalanda, Cagancho, Manolo Bienvenida; el hidalguense Heriberto García y el estadounidense Sidney Franklin.
Luego, fue la de Don Luis y finalmente Nacho García Villaseñor, con los hierros de San Mateo y San Marcos en Huelva, lidió un encierro para David Silveti, Tomás Campuzano y Ortega Cano. Posteriormente en Las Ventas, se lidiaron toros de los mismos hierros, en la confirmación de David Silveti, en la Feria de San Isidro, el 24 de mayo de 1987, con Nimeño de padrino y Tomás Campuzano de testigo.
Para la lidia de los toros en aquella época, tlaxcaltecas -hoy guanajuatenses- un año antes (a principios de 1970) llegaron los toros, enviados por Don Luis, por barco a la finca andaluza de Los Alburejos, propiedad de Don Álvaro Domecq y Díez, para aclimatarse y presentarse en el ruedo madrileño de Las Ventas.
Los trámites legales fueron muy complicados, al no haber relaciones oficiales diplomáticas entre ambos países, varios políticos intervinieron para dar paso al suceso y que nuestro presidente Gustavo Díaz Ordaz y el general Francisco Franco, estuvieran a favor del intercambio ganadero.
Gracias a las gestiones entre Don Álvaro Domecq y Díez por España y Don Antonio Ariza Cañadillas -quién fuera presidente de la empresa vitivinícola en México- ambos inolvidables personas, el encierro de la divisa en morado y amarillo, se envió por barco, de Veracruz a Cádiz.
Consigna la bitácora del viaje, que el capitán de la nave, no pudo cumplir con la ruta originalmente establecida, debido a que, en Veracruz, no hubo carga y decidió irse a Colombia, luego a Venezuela, para después llegar a Santander y así arribar a Cádiz, por lo que el viaje, que estaba programado para unos días, terminó siendo mucho más largo.
Acompañando a los toros, iba el novillero norteamericano, Diego O’ Bolguer, quien, se encargó del cuidado del ganado durante toda la larga travesía.
Aun así, lo largo del viaje que no estaba calculado, provocó serios estragos en los astados enviados, los cuales llegaron a España disminuidos y, por supuesto, no presentables en el serial de San Isidro del setenta y que se pretendía fueran toreados en la confirmación de la alternativa, del torero de la casa, Manolo Martínez.
De ahí, el apoyo de los señores Domecq -padre e hijo- para que los toros se quedaran en su finca Los Alburejos, durante un año y los ejemplares recobraron su fortaleza en el año de estancia, en Andalucía.
Gracias a los pastos del campo bravo andaluz, el encierro se puso en condiciones idóneas, para ser lidiados el 22 de mayo de 1971, en el marco de la prestigiada Feria de San Isidro, en el ruedo del coso Monumental de Las Ventas de Madrid, siendo los actuantes; el madrileño Victoriano Valencia, el mexicano Antonio Lomelín , el sanluqueño José Luis Parada y el rejoneador Fermín Bohórquez con un novillo de su ganadería.
Los históricos bureles de San Miguel de Mimiahuápam, salieron en el siguiente orden: Abrió plaza el toro marcado con el número 21, de nombre Hermano; como segundo, el 22, Cariñoso; en tercer sitio, el 14, Manito; de cuarto, el 33, Amistoso, que mereció la vuelta al ruedo; en quinto lugar, el 58, Cuate y cerró el festejo el ejemplar herrado con el número 39, llamado Amigo.
Todos cumplieron de manera sobrada en el caballo, con gran bravura y siendo reconocido su juego.
Otra anécdota, es que, por la tarde estaba chispeando y llegó un momento, que los matadores españoles en el patio de cuadrillas, esbozaron suspender el festejo y Lomelín, les dijo con gran carácter, que no importaba, que él lidiaba el encierro en solitario y entonces fue que los hispanos decidieron dar marcha adelante al festejo y finalmente a la historia.
Antonio Lomelín, fue el gran protagonista de la corrida; de Cariñoso consiguió un trofeo y por la faena a Cuate, clamorosa vuelta al ruedo, con fuerte petición que no atendió la presidencia.
Amistoso, cuarto de la tarde, lidiado por Victoriano Valencia, recibió el homenaje de la vuelta al ruedo, hecho que no es común en Las Ventas, pues en sus años de historia, muy pocos toros han logrado ese reconocimiento.
De acuerdo con las crónicas de la época, los aficionados de esa tarde, disfrutaron de un gran espectáculo, sobre todo, por la disposición para embestir de los toros, combinando nobleza y codicia, lo que hizo rotundo el triunfo, de la divisa mexicana en suelo ibérico.
Uno de los toros que conformaban el encierro y que no se lidió, el número 45, de nombre Compadre, se quedó como semental en la finca de Los Alburejos, en la ganadería de Torrestrella y por ello se le cambió el nombre a El Mexicano, su origen era San Mateo por parte de padre y Conde de la Corte por parte de madre.
Así las cosas, recordar es vivir y hoy con emoción traigo a la memoria, uno de los sucesos más importantes, de la historia del toreo mexicano y en la que resalta el querido e inolvidable nombre de Don Luis Barroso Barona, quién, hace un cincuentenario, acometió la hazaña de demostrar la categoría y conocimiento del campo bravo de nuestros ganaderos mexicanos.
Como hace no mucho, lo hizo también el primero de junio de 2019, con su encierro de Zalduendo y la gran tarde de Ferrera, el licenciado Alberto Baillères González, día memorable para los que amamos a la tauromaquia y respetamos lo complejo que representa, ser criador y creador de reses de lidia. Nuestros respetos y admiración a esos apellidos ilustres, unidos por historias en común.