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Enriqueta Basilio hace historia en México 1968

La atleta se convirtió en la primera mujer que encendió el pebetero en una justa olímpica

Foto Especial
13/10/2018 |12:37Alejandro Orellana |
Redacción El Universal
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Miles de jóvenes están listos para competir en los XIX Juegos Olímpicos de México 1968 . La ceremonia se inició a las 11 horas. Antes, el público esperaba con música que fue ejecutada por artistas que vienen a la Olimpiada Cultural.

A la hora mencionada hizo acto de presencia el presidente Gustavo Díaz Ordaz , a quien acompañaban su esposa, Guadalupe Borja; el jefe del Departamento del Distrito Federal, Alfonso Corona; Avery Brundage, presidente del Comité Olímpico Internacional, y el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez , presidente del Comité Organizador de estos Juegos.

El himno nacional

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fue entonado en gigantesco coro por los asistentes al estadio Olímpico, encabezados por el Jefe de la Nación, mientras se oyeron a distancia los 21 cañonazos de ordenanza.

Entre aplausos, ascendieron lentamente los cinco aros olímpicos, y se inició el desfile de delegaciones, que comenzó con Grecia y terminó con México.

Al pasar frente al palco presidencial, cada delegación hizo un saludo, mientras sus integrantes agitaban la mano en señal de correspondencia al público que los apoyaba. Al concluir el desfile, el arquitecto Ramírez Vázquez subió a la tribuna, acompañado de Avery Brundage y el presidente Díaz Ordaz.

Después de unos minutos de música, se anunció la llegada de la antorcha olímpica, procedente de Teotihuacán.

Por primera vez en la historia de la era moderna, una mujer, Enriqueta Basilio, encendió el fuego olímpico. Todos las miradas se dirigieron hacia ella, quien en cuanto entró al estadio hizo estallar el júbilo en las tribunas.

En dos minutos recorrió la nueva pista de tartán del inmueble y comenzó su ascenso rumbo al pebetero. Ya ahí, la joven movió la antorcha de un lado a otro. Al aproximar la llama a su objetivo, ardió el fuego que iluminará el curso de los JJOO.

Vino el momento de que los atletas y jueces hicieran el juramento olímpico, para conducirse con toda lealtad.

El encargado de hacerlo a nombre de los deportistas fue el maratonista Pablo Garrido