El luchador fue de muchas formas el ejemplo a seguir para sus hijos, los famosos Villanos, que formaron una historia de hazañas y gloria sobre los enlonados profesionales. Un camino que sólo el cuarto de la dinastía sigue recorriendo, con más de cuatro décadas de azotarse y con enemigos invisibles que lo han maltratado.

Alguna vez, después de una dura batalla en la Arena Coliseo , su padre, quien fue comisionado en aquella función, aguardó en el vestidor hasta que sólo él y su hijo, El Villano IV, estuvieran en el lugar, “entonces se acercó y como pocas veces, me felicitó por la lucha, pero me hizo una petición desde el lado paternal. Me pidió que me cuidara, porque después nadie se iba a preocupar por mí, que no me dejara lastimar tanto en la lucha”.

Un recuerdo emotivo que todavía estremece al exLeopardo Negro, quien durante más de cuatro décadas ha defendido en los encordados su incógnita.

A su última etapa en los cuadriláteros llega tranquilo, con el ánimo recuperado después de una época de amargura que le provocó la evolución de la lucha libre de la que se enamoró, la que honraba. “En cada entrenamiento daba lo mejor de mí para demostrar lo que sabía hacer, para demostrar a la gente que la lucha libre era real, que era un deporte tan bonito y duro como cualquier otro”, comparte con EL UNIVERSAL Deportes .

Es cierto, llega más lastimado de lo que hubiera querido, pero fue algo inevitable, “antes pensaba que los años no importaban, que mientras me cuidara iba a desarrollar la lucha libre, pero nunca pensé en las lesiones, esa ha sido mi lucha más dura, pero sigo en ella”.

Ahora ya no sufre con la manera en que las nuevas generaciones traicionan la lucha que él aprendió, entendió que es una batalla perdida. “A mí me enseñaron lucha libre, pero eso ha cambiado. El público va a verme entregar todo, quiero disfrutar esta etapa. Ya no me amargo”.

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