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No importa si son fines de semana o feriados, todos los días —y casi a todas horas— conducir un automóvil en la capital de Perú es regresar a la época medieval, donde el más agresivo y el más grande impone su ley, para abusar de los conductores que avanzan con seguridad.
Por las calles de esta ciudad hay reglas no escritas. Para hacer una vuelta a la izquierda, no te orilles al carril de ese lado, a menos que disfrutes de esperar cinco intercambios de luces del semáforo que no suelen respetarse por los otros vehículos.
En Lima, no existe la conducción defensiva ni los buenos modales. El reglamento y, sobre todo la lógica, son para los débiles. En esta metrópoli existe un signo de satisfacción si se logra vencer, al punto que la aplicación Waze publicó un estudio en el que considera a esta ciudad la peor de América Latina para manejar.
Waze mostró al mundo lo peligroso que es tomar un auto en las calles limeñas. Los atletas que compiten en los Juegos Panamericanos lo confirman. Para varios, el traslado de la Villa a las diversas sedes ha sido estresante.
Si bien, no conducen, son testigos de la forma en que los peruanos toman las avenidas y calles como si fueran parte de una secuela de Fast and Furious.
“De verdad es que es muy loco. Nosotros vamos en el autobús y, por más que nuestro chofer trata de ser cuidadoso en todos los cruces, sí nos damos cuenta que no se respetan muchas señalizaciones.
El tráfico
es muy pesado, por eso también tenemos que salir con varias horas de anticipación para tomar toda nuestra rutina de preparación”, comentó Ellie Black, del equipo de gimnasia artística de Canadá.