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Con el transcurrir del tiempo hemos sido los aficionados testigos del declive de la fuerza del toreo, en los países que lo tienen como tradición -perdón, tal vez la excepción sería Francia en sus reductos taurinos- y entre otros me refiero a la asistencia a los festejos, la difusión y el crecimiento de corrientes animalistas que pretenden su prohibición.
El número de festejos ha disminuido; los medios de comunicación poco o nada se ocupan de los acontecimientos taurinos; la asistencia a los cosos no se rebosa como en épocas pasadas -salvo excepciones muy puntuales-; los patrocinios son magros y los políticos se han alejado de lo que algunos en ese sector perciben, ya no es popularmente correcto.
El segmento popular -ese que abarrotaba las localidades más baratas- ha disminuido notoriamente en todos los países y es cuestión solamente de ver los huecos en esas localidades en muchos de los festejos; sean corridas de toros o novilladas.
Ahora que llegó la pandemia, lo anterior se agravó y vemos con gran preocupación como los segmentos profesionales del toreo, en todos sus estamentos están padeciendo por la continuidad, en especial los ganaderos quienes han tenido que sacrificar muchos años de trabajo al detenerse en casi 90% los festejos y si algo no para en su crecimiento diario, es el toro.
Desde luego, qué decir de los novilleros, matadores, subalternos, muchos más que tienen su fuente principal de ingreso directa o indirectamente en la celebración de festejos taurinos y que son un gran número de personas.
Ahora bien, la pandemia ha arrasado parejo y el regreso a una convivencia de contacto -con la vacuna ya empezando a circular para paliarla- se ve en un horizonte de bastantes meses, lo cual implica una situación económica mundial compleja y tensa.
¿Que nos toca a quienes nos interesa el toreo?: Impulsarlo y construir -con base en lo genuino- la fuerza que habita en su tradición y poner sobre la mesa sus fuerzas y también las debilidades, para paliarlas.
Todos los segmentos tenemos que construir la cohesión que no existe y que en gran medida, es la que tiene a la tauromaquia en el estado en que se encuentra y que se ha tornado más sombrío con la pandemia. Debemos salir del encierro obligatorio; con el objetivo de ganar el favor popular que se ha perdido, ese me parece que pudiera ser el grial.
Desde la máxima figura y el empresario, hasta el aficionado que le importa lo que acontece en el ruedo -del que viven miles de personas y representan muchos puestos de trabajo- sería la principal asignatura.
Está terminando un año que nadie consideró que íbamos a vivir así y lo que le sigue, entonces es momento de pensarnos distintos y reflexionar en que la cohesión hace la fuerza y como me dijo un buen amigo español: “de grano en grano se llena el granero” Habría que aportar el propio.
El mensaje es, que el toreo entre en una etapa de mirar al futuro con el ánimo de reposicionarlo en el favor popular; los ganaderos siguen criando toros y habrá algunos niños que piensen que mañana quieran ser toreros y existen empresarios con gran afición que no están pensando tirar la toalla y desperdiciar la historia y la identidad de los países taurinos.
Cerrando el año, a ello expreso estás líneas con el deseo de que a todos los que amamos al toreo nos parezca que es necesario hacerlo y sea la tarea de recolocarlo en el ámbito popular, la que nos lleve a ser diferentes a pensarnos en equipo y no que cada uno jale por su cuenta, como tantas veces e inútilmente lo hemos hecho. Es hora de jalar parejo, no la chiflemos que es cantada. Feliz año nuevo.